Cacería en enero (4)

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                                                                 IV

Cuando llegó la hora de la siesta del tercer día, el calor y los bichos estaban haciendo estragos en el grupo de cazadores, aunque estaban acostumbrados. El sol estaba quemando y eso los llevó a detenerse bajo la sombra de unos arbustos. Del otro lado del río, a unos quinientos metros, sus presas también detuvieron su marcha, sin saber que eran rastreados.

   Se tiraron los hombres de blanca piel, tostada por el sol, bajo la sombra y meditaron cuál sería el momento más oportuno para dar el golpe. El Chochán explicó así: "Durante la noche sería de lo más interesante, pues eso le agregaría un plus de emoción".

? No cabe duda de eso, pero los emboscados podríamos ser nosotros... ? sentenció Gringo.

No estuvieron de acuerdo enseguida, pasaría un rato hasta que llegó, al fin, la planeación concreta, para concluir con la cacería. Estaban a tiro, pero querían tiros limpios, perfectos, ni fáciles, ni ciento por ciento mortales, sino un punto medio.

Esa deliberación mantuvo a uno de ellos callado, pues entendía en esa discusión, la dimensión del asunto. Una cosa era matar a un delincuente que te apunta con un arma y actuar en consecuencia. Muy otra era provocar la muerte de un ser humano, como a esa hora se planteaba, sin una justificación.

Era cierto que en un primer momento del planteo la cosa fue aceptada sin dificultad; pero ante la inminencia de asunto, algo cambió. Sin embargo, nadie se echó para atrás. Nadie. "Cuando en el baile estás... – susurró chochán− bailás".

La tarde fue llegando a su fin, y con ella, el tiempo de estos bípedos seres. Irónicamente todo finalizó en medio de una atardecer rojo sangriento, tan bello, de nubes que adquirían ese color rojizo fueguino que se tornó, casi vertiginosamente, en un gris plúmbico, acerado, tan frío como el que se siente en estado de shock.

No hubo casi gritos, ni quejidos de aquellos bípedos seres, cuyas orejas fueron arrancadas de sus cabezas, como trofeos que, varias décadas después, siguen en manos de los cazadores.

                                                                                                                                    Pedro Buda

                                                                                                                              Walter H. Rotela

    http://www.pebuwar2.blogspot.com.uy/2015/11/cuento-caceria-en-enero.html


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