El pizzero

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Había pedido una pizza hace dos horas y aún no llegara. Estaba furiosa pero cuando llegase mi comida yo no la iba a pagar. Al fin llamaron a mi puerta unos minutos después. La abrí, sin darme cuenta de que sólo llevaba un camisón con el que todo se me transparentaba pero mi enfado era mayor que mi timidez en esos momentos. El pizzero era un chico de mi edad, atractivo y con el pelo rubio aplastado por el casco de la moto. Su cara suplicante acompañaba a sus palabras:

-Lo siento mucho, señorita, tuvimos un problema en el encargo y...-se excusó.

-Sh, no digas más. Hay una forma de que acepte tus disculpas-dije quitándole el casco.

-...-no dijo nada por unos segundos asique proseguí yo:

-SEXO... ¿Qué puedo decir? Me gustan los chicos atractivos, eres atlético, alto, fuerte, guapo y estás muy bueno. Tú me debes una y yo quiero follarte-le dije desafiante. Era una broma, no iba en serio pero... ¿en qué acabaría esto? 

-Bu, si es así... El favor me lo harías tú-responde levantando las cejas y con una sonrisa pícara-. Entonces yo te debería dos, no una.

-Ja, ja, vete ya... No pienso pagarte la pizza, rubiales-le repliqué.

-Ya me pagaste suficiente enseñándome las tetas y el coño-me dijo señalando mi camisón.

Entré en mi casa avergonzada, con la pizza en mis manos. Ya se me había quitado el apetito.

10 minutos después, alguien timbró de nuevo. Fui a abrir tapada por una manta para no cometer el mismo error de antes.

-¿Quién es a estas horas?-grité y detrás de mi puerta estaba el pizzero macizo-. ¿Qué haces aquí?

-Es que... Me siento mal, aún no has aceptado mis disculpas y... si para que me perdones tengo que penetrar esa vagina, lamer tus fluídos y acariciar tus pezones... Estoy dispuesto...-me dijo con lujuria.

-No me he comido la pizza-respondí con una sonrisa estúpida.

-Pues...

-Si quieres la compartimos. Se me había quitado el apetito pero ya lo he recuperado.

Antes de decir nada más ya me estaba comiendo la boca. Dejamos la manta tirada en la entrada de mi dulce hogar al entrar en casa y cerrar la puerta. Daba igual, no la íbamos a necesitar. Nos tiramos en el sofá donde anteriormente me encontraba yo con una manta y una pizza. Sentí que él aplastó la pizza con su espalda pero eso ko nos detuvo porque nuestras lenguas estaban unidas en un baile lento y apasionado, intercambiando fluidos como nosotros lo haríamos luego.

-Mañana tengo que madrugar-le reproché.

-Entonces tendremos que ir rápido-sonrió desnudándose-. Voy a hacer que te olvides de la hora...

Metió un dedo entre mis labios superiores y lo introdujo más hondo hasta poder acariciar los labios inferiores.

-Ah-jadeé en un suspiro con los ojos entrecerrados.

Encontró mi clítoris palpitante y dibujó varios círculos sobre él. 

-Oye, vas a embestirme ahora, recuerda que tenemos prisa-susurré.

Separé más las piernas invitándole a que entrara e introdujo su pene dentro de mí suavemente. 

 

-Oh-sonreí y él respiró hondo.

-Vamos a hacerlo rápido, como quieres.

Aceleró mucho el ritmo y daba embestidas fuertes. Chillé de placer y conseguí darnos la vuelta para llevar yo el ritmo.

-Oh sí, va a ser como quiera YO-me burlé.

Mientras yo lo cabalgaba acabamos cayendo del sofá y nos corrimos sobre la madera del suelo de mi salón. Miré arriba y en la tele, el presidente nos miraba fijamente, hablando de cambios y de períodos de crisis.

-La próxima vez más te vale traerme la pizza a tiempo...-le amenacé.

-Muy bien, intentaré traerla lo más tarde posible-vaciló.


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