La amante

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Salí pronto de una reunión al otro extremo de la ciudad y camino de la oficina, al parar en un semáforo la vi salir de un portal, aparque en cuanto pude y discretamente la seguí; al ver balancear su figura con la cadencia de los pasos evoqué un sueño recurrente; la seguía mientras caminaba desnuda por una solitaria playa donde le daba alcance y ella se revolvía para abrazarme y tenderse en la arena cubriéndose con mi cuerpo. Entró en una lavandería y salió minutos después con una bolsa grande aunque no parecía pesada, me escondí en una esquina para que no me descubriera y la seguí hasta el portal del que había salido unos minutos antes; la puerta quedó entreabierta y así pude ver que subió en el ascensor hasta el cuarto piso, subí a mi vez y en el rellano había cuatro puertas aunque solo una sin felpudo y pulsé el timbre. Me abrió Sara con su eterna sonrisa que se desdibujó al verme, pero sin perder la compostura y con un claro enfado preguntó.

< ¿Qué quieres?

Me demore unos instantes contemplándola antes de responder.

— ¿No me invitas a entrar?

Sin esperar respuesta pase a su lado y llegué hasta el salón; tras de mi oí cerrarse la puerta y sus pasos hasta llegar junto a mí y repitió su pregunta.

< ¿Qué quieres?

Me giré para decirle a la cara.

— ¡A ti! Te quiero a ti. Estas navidades me dijiste que eras una mujer fiel pero mentías. ¿A qué hora esperas a tu amante? Es igual, llámale y dile que no venga; tienes un compromiso y no podrás venir.

Respondió con el mismo tono de voz en que habló antes.

< Eso es imposible; acabo de confirmarle que estoy aquí y recordarle que traiga cava porque no lo he recogido de la licorería; te recomiendo que salgas ahora para no coincidir en el portal.

Me encogí de hombros y pregunté.

— ¿Entonces? ¡Te llamo!

Sin responder me abrió la puerta de la calle. Desde el ascensor le dije que apagara las luces para que las encendiera él al entrar; vi que lo hacía antes de cerrar la puerta y me quedé en la acera de enfrente; desde que salí hasta que se encendieron luces en el piso nada más entró un tipo que no me pareció apropiado para ella pero esas apreciaciones son siempre confusas.

Tomé un par de cervezas en una terraza desde la que podía seguir controlando el portal y al rato vi salir al tipo solo, y supuse que ella seguiría en el piso; me apresuré y en cinco minutos estaba frente a la puerta; toque el timbre y Sara abrió desnuda rezongando.

< ¿Qué te has olvidado esta vez?

Apoyé una mano en la puerta para que no la cerrara al verme y empujé hasta colarme; cerré la puerta tras de mí y pregunté.

— ¿Te has duchado o aún hueles al amante recién satisfecho?

Sin inmutarse por su desnudez pero con una expresión de fastidio respondió.

< ¡Eres un cerdo! Siempre me ducho, pero el asunto es otro. ¿Tú no eras amigo de Juan? ¿Qué haces acosando a su esposa?

Con la mejor de mis sonrisas contesté.

— Tú lo has dicho ¡Éramos! Yo su amigo y tu su fiel esposa pero todo cambia y hay que estar con los cambios; ahora somos su ex-amigo y su ex-fiel esposa que se unen para elevar su cornamenta un punto más.

La tome de los hombros y la atraje hacia mí, en ese momento sonó el timbre y se encaminó hacia la puerta de la calle rezongando de nuevo. < ¿Qué te has olvidado esta vez? y yo entre por una de las puertas que resultó ser de la cocina y desde allí oí.

.- ¡Las llaves! Un día olvidaré la cabeza.

Oí los pasos de Sara, un sonoro beso en la mejilla, un gracias y una palmada en la desnuda nalga antes de cerrar la puerta.

Salí de la cocina; Sara sirvió dos copas de cava y ofreciéndome una me soltó.

< Bueno, como no veo otra forma de acabar con esto lo haremos a tu modo y después hablamos.

Soltó la copa sobre un mueble y apareció esa loba que siempre intuí se escondía tras la imagen de dama que muestra Sara y es que las apariencias engañan. Comenzó a desnudarme mientras se restregaba conmigo, soltó el cinturón y los pantalones cayeron; agarró la verga que fue acariciando al tiempo que murmuraba.

< ¡No sabía lo que escondías aquí!

Las facciones de Sara se suavizaron y poco después me besó; un beso interminable cargado de lujuria y claros mensajes que despejaron todas mis dudas, estaba totalmente entregada y eso que apenas comenzábamos a “conocernos” la alce tomándola por los cachetes y se encargó de encarrilar nuestros anhelos; después de algunos meneos nos desplomamos sobre el sofá y allí di rienda suelta a todo lo que durante años había fantaseado respecto a ella y que aunque despacio se estaba haciendo realidad. No reprimí mi deseo de hacerle un chupetón; al rato, mientras reposábamos y acariciaba su rostro preguntó, cuándo me fijé en ella y mi respuesta fue muy sincera.

— Él día que Juan me mostró ese video de un día de playa donde aparecías muy favorecida.

Sorprendida respondió entre risas.

< ¿Desnuda? ¡Ese en que estaba desnuda! Ese hombre es un memo; le dije que lo borrara y en lugar de eso lo va mostrando por ahí. ¿Cuándo fue eso?

— Mucho antes de casaros, unas semanas después de que lo filmara y me contó que eras una fiera en la cama como he podido comprobar. ¿Cómo te casaste con alguien así? En todo este tiempo me ha ido contando vuestras cosas como si eso no me afectara y cada bronca o peor, cada reconciliación me resultaban molestas pues no lo veo hombre para ti. ¡Dime! ¿Cuántos amantes has tenido antes que este?

Con tristeza en los ojos me confesó.

< Este es el segundo; el primero fue al año de casarnos y solo duró unos meses aunque seguimos siendo amigos en la distancia, vive y trabaja en Canadá donde marcho tras su mujer cuando lo amenazó con dejarlo; me propuso abandonar a Juan pero es que lo quiero mucho y me gustaría envejecer junto a él, pero necesito algo más de lo que me puede ofrecer, sé que se esfuerza pero no da más de sí. En los siguientes dos años no encontré a nadie de interés, tuve algunos encuentros sin demasiado éxito y hace un par de meses comenzó esto con Raúl aunque no está funcionando como esperaba; resulta que además de que no es el macho que imaginé al principio, es quien tiene más problemas para encontrarnos.

La abracé y se retorció para besarme el pecho y fue bajando hasta llegar a la verga, con la punta de la lengua jugó con el prepucio antes de retirarlo con los labios y comenzar a dar pequeños lametones en el capullo; de súbito paró y levantó la cabeza para preguntar cuando tenía que marchar.

— Soy el dueño de mi empresa y no tengo a nadie esperándome en casa; mañana llegaré al trabajo cuando llegue y si es después de comer nadie me lo recriminará.

©PobreCain

 


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