Destruyan a los Parásitos. (Capítulo 1/2 ).

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Drión estaba impresionado desde que orbitó su nave en aquel sistema planetario. Sentado en la mullida butaca desde hacía horas, sus ojos no se apartaban de las escenas de destrucción que aquellas horribles criaturas estaban haciendo del planeta; estaba impresionado, los parásitos se habían apoderado de cada rincón del bello mundo que por primera vez visitaba con la orden de explorar e informar acerca de los rumores de la infección que se había apoderado de aquel paraíso del espacio.


Su alarma aumentó al ver que la enfermedad pretendía apoderarse del resto de los planetas circundantes. Había visto suficiente, lo comunicó a sus superiores, quienes ya habían enviado una flota de astronaves dispuestas a eliminar el mal; no debía quedar ni uno solo de los parásitos.
Una alarma llamó su atención, acudió su único acompañante y ayudante, Mirted, un joven estudiante que también se horrorizó al ver lo expandido de la contaminación. La atmósfera, según los artefactos de a bordo, estaba tan contaminada que amenazaba la destrucción total de la flora y fauna; una nube que se arrastraba casi a ras de la superficie, las mediciones del contagio en las azules aguas de esos bellos mares moribundos y la destrucción de la corteza con innumerables agujeros que los parásitos inundaban con su feo aspecto con hambre feroz.


El zumbido les indicó que iban a ser atacados por los infectos seres, pero ya era demasiado tarde. Sintieron que la nave tuvo un enorme sacudón y que perdía su órbita para precipitarse sobre la superficie; lograron estabilizarse, pero, en medio de llamas cayeron sobre una espesa selva aunque a una velocidad tan disminuida que el choque fue apenas perceptible.
Salieron con sus escafandras que los protegía de las emanaciones de gases tóxicos y con sus fusiles eléctricos que podían regular las descargas para matar o aturdir a las bestias.
El joven Mirted, poco acostumbrado a los sucesos que lo pusieran en peligro, sintió que el pánico se apoderaba de él, más aún cuando no veía a su maestro, pues Drión había desparecido al caer en una enorme zanja. Corrió a mirarlo y allá en el fondo el gallardo Capitán y Maestro yacía muerto, rodeado de los horribles seres que lo rodeaban y aparentemente querían devorarlo, pues lo estaban desnudando en medio de espantosos alaridos.
No soportó tal escena y apuntó su arma sobre los contrahechos seres; en su precipitación falló y las rocas cercanas se desintegraron con la lluvia de electrones, sin dañar mayormente a las fieras; varios se revolcaban y finalmente se pusieron de pie. Uno le apuntó su arma, una detonación y al instante sintió que su hombro ardía con gran dolor; comprendió que eran muchos y todos armados con fusiles parecidos al suyo. Al ver que escalaban en su busca, con estridentes alaridos, se dio a la fuga.


Mientras corría entre extraños árboles gigantescos, miró con desesperación la llegada de la escuadra que debía destruir a los parásitos. Logró ver una refulgente nave de combate que lanzó sus rayos hasta eliminar a todos sus enemigos; creyó que lo rescatarían, pero fueron atacados por una furiosa bandada voladora de las bestias que los obligó a trabarse en feroz combate.
Escondido entre rocas y árboles avanzó por esa tierra desconocida, pero en un recodo tuvo la desagradable sorpresa de encontrarse de frente con dos de esa bestias, pero desarmadas. Sus fealdades eran tan grandes que se estremeció; pero así y todo, mientras preparaba su arma para liquidarlos, tuvo tiempo de observarlos. Notó que tenían dimorfismo sexual, la hembra era más pequeña que el macho; ella lucía una frondosa cabellera casi blanca.
Cuando apuntó dispuesto a exterminar al par de monstruos, la actitud de ellos y sus pequeños rugidos lo hizo esperar como por un presentimiento. Movían sus miembros superiores con gestos y lo llevaban a su pecho y mostraban sus feas garras desnudas; tal vez presentían la muerte.


(Finalizará).


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