Viaje a las montañas 1

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Sonó el despertador,  lo apague con las manos sudadas, había pasado una noche horrible, otra vez tenía que  enfrentarme a mi pasado. Miré el reloj, tenía tres cuartos  de hora para estar maleta en mano rumbo al aeropuerto.
Habían pasado 23 años desde que tuve  que salir del pueblo para no hacerme más daño. Había jurado no volver, pero una intuición me había hecho ir casi como una autómata, a sacar el billete, y ahí estaba yo sentada en el avión, rumbo Madrid.
- Té, café, manzanilla, que le apetece.
- Manzanilla, por favor.
Pedí una manta y me recosté, estaba a dos horas de vuelo, luego tendría que coger un autobús que me llevara a León.

- Tiaaa- gritó.
- Hola, mi niña. Déjame verte, que guapa estás, has crecido desde la última vez que te vi, ya me lo había dicho tu madre por teléfono, pero con lo exagerada que es, no la había creído.
Tu primo vendrá pronto, a ido a despedirse de su novia, ya que mañana sube a la montaña a recoger  el ganado, eso le llevará días, tú no sabes lo enamoradito que está, ella es un buen partido, hija única, va a heredar un buen patrimonio.
- Tia, donde voy a dormir.
- En el cuarto del tío Pablo, en paz descanse.
- Tu crees que Manuel me reconocerá, hace 6 años que no nos vemos.
Sintió una fuerza inexplicable que la hizo mirar hacia atrás, y allí estaba  él, tenía 22 años, dos  más que ella, siempre había sido su primo preferido, habían jugado, peleado y sobre todo se habían contado todo.
Está buenísimo.-Pensó.
- Como no te voy a reconocer, prima ven a saludar a tu primo.
Corrió hacia él y se abrazaron.
Algo más fuerte que ellos mismos los envolvió, una química que ni ellos mismos podían describir. Exhaustos se despegaron a duras penas.
- Primita cuéntame como va tu vida, los tendrás a todos locos en Roma, esos italianos no podrán resistirse a tus encantos.
- No, no hago mucha vida social, los estudios no me dejan tiempo, quiero terminar la carrera en el tiempo previsto, habrá tiempo para todo, ahora toca disfrutar del veranito, como cuando éramos pequeños.
Me ha dicho tu madre que mañana sales a la montaña a recoger las vacas, me gustaría ir contigo, desde que era pequeña me moría de envidia cuando te veía salir con el tio Pablo.
- De eso nada, eso no estaría bien, y menos para una señorita de ciudad. Aparte, que podrían pensar los vecinos, dijo la tía.
- Creo que mi madre tiene razón, es muy arriesgado, las veredas son muy pedregosas y empinadas, te podrías hacer daño e incluso matarte, no me lo perdonaría. Respecto a las habladurías de la gente, a mi me da igual, te lo he dicho muchas veces mama.
- Creo que estoy preparada, salgo a correr todas la mañanas antes de ir a la universidad, y ya sabes que desde pequeñita he sabido sortear las piedras, e incluso, era más rápida que tú.
- Bueno mamá, prepara mochila  para dos.
Solo podrás llevar una muda para dormir, de resto estarás con la misma ropa. Beberemos agua de los arroyos, comerás durante siete días pan, queso y algunas frutas silvestres que encontremos por el camino, piénsalo bien Carmen.
- Ya está pensado.
- Bueno, pues a cenar que mañana les espera un día duro.

Ummmm...la despertó el olor a pan al horno que hacía la tía, bajó las escaleras y se fijó en su primo que estaba haciendo los últimos preparativos para la salida, era más alto, sobre 1'85 estaba todo fibroso, los muslos llamaban la atención se les marcaba en su pantalón, la espalda junto a sus brazos te llevaban a soñar en ser cogida como una pluma, por su fuerza.
- Ya te has levantado, ven a desayunar, he preparado un buen plato de tocino, huevos y chorizo como  preparaba mi abuela cuando salían los hombres a recoger las vacas.
Llevarían cuatro horas caminando y Manuel no paraba a descansar, Carmen se había prometido no quejarse. Le había dicho que ahora empezaba el camino más estrecho, y así era, solo se podía ir a fila de uno.
- Dame la mano, estaré más tranquilo.
- Puedo sola.
- Esta bien, ya veo que sigues siendo como la niña orgullosa de catorce años.
- Ji ji ji...y tú el mismo jilipollas.
Su pierna tuvo la mala fortuna de encontrarse con una piedra y resbaló, Manuel la cogió  de la mano y la sujetó bien fuerte. Otra vez actuó la fuerza de la química, esta vez la corrientes les llegó hasta la espina dorsal, se miraron a los ojos y...
- Suelta Manuel.
- Carmen reconoce que casi te caes, te he salvado.
- Que me has queeeee.
Solo me hubiera dado un culaso, no me vengas ahora de macho, salva chicas.
- Por cierto Carmen, no te creí anoche cuando dijiste que no salías a ligar, es imposible pasar desapercibida con ese pedazo  de culo que tienes, me podrías  decir que medidas tienes, es que estas buenisima.
- Oye primo, no crees que  te estas  pasando.
- Anda, dime las medidas o te las calculo ahora mismo, soy todo un experto. Bueno como veo que no me contestas te digo. De pecho estarás en una 90, me equivoco, de cintura 60, y de culo 95 es decir un cuerpo muy lindo.
- Anda Manuel sigue  caminando, que ya veo que las alturas te sientan mal.
- Cuando pasemos esta parte de la montaña pararemos a comer.
Ya estaban en el refugio cuando se les hizo de noche. Era muy  acogedor, estaba muy bien  cuidado, de muebles  tenía una mesa con dos sillas y un camastro.
Cenaron el pan y el queso que les había puesto su tía y él le propuso salir fuera a ver las estrellas.
Extendió la manta y la invitó a sentarse. Llevaban una hora en silencio, ya que aquel cielo invitaba a pesar, era una noche de verano preciosa.
Carmen sintió frío, y él al percatarse de ello, la atrajo hacia él.
Sus cuerpos quedaron unidos, volvieron a sentir la química, pero esta vez  no se separaron. Él le levantó la barbilla, la miró a los ojos, bajó la mirada y vió esos labios  carnosos que tanto  había soñado, y los besó, los besó lento, saboreando cada milímetro, se atrevió a profundizar y penetró con su lengua en su jugosa boca, ella se dejaba hacer estaba como extasiada, llevaba toda la vida esperando  ese momento. Sentía cómo respondía su cuerpo a lo desconocido, como se le iba erizando los vellos de su cuerpo.


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