Él. (El ascensor I)

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Me llamo Laura, tengo 18 años y estoy estudiando segundo de bachillerato. Me medio independicé a los 16, cuando terminé la ESO porque en el pueblo en el que vivía no había unos estudios superiores y mis padres decidieron mandarme a la gran ciudad a estudiar, aunque ellos quedaran en la casa de siempre.
No me quejo en absoluto de mi nueva casa. Sobretodo de la cocina, que da al patio de luces y desde la que puedo ver la cocina de mi vecino Javier: cuerpo atlético, pelo castaño y ojos negros infinitos. Sé que es mayor que yo quizás 4 o 5 años pero francamente, me da igual porque aquí estoy yo, soñando con él mientras vuelvo a casa después de un largo día en el instituto. Cada día en clase, cuando mi mente no quiere prestar atención, comienzo a recordar las veces que me sonríe o me guiña un ojo dulcemente por los pasillos a modo de saludo.
Entro en el portal y no doy crédito: ahí está él, esperando al ascensor. Vaqueros pitillo, camiseta blanca, chaqueta de cuero y una sonrisa que me saluda. Cuando el ascensor llega a la planta 0 nos subimos ambos y yo marco el último piso.
-Bueno, ¿y qué tal el instituto? ¿Qué bachillerato cursas?- ¿me lo dice a mi? Seré estúpida, no hay nadie más en el ascensor y aún dudo antes de responder.
-El de artes gráficas, quiero hacer diseño cuando acabe. ¿Y tu que estás haciendo?-
-El tercer año de universidad. Estudio comunicación audiovi...-Escuchamos un ruido, el ascensor se para, se apagan las luces y quedamos únicamente iluminados por las luces de emergencia. Genial. Javier empieza a pulsar el botón de aviso y yo a pedir ayuda, pero nadie escucha. Desventajas de vivir en un edificio con pocos vecinos. Me siento en el suelo y estiro mis piernas, agotada de todo el día. Él se sienta apoyándose en la pared del ascensor contigua y entrelaza sus piernas con sus brazos.
-No eres claustrofóbica ni nada por el estilo, ¿verdad?-
-Que va, no te preocupes, lo peor que me puede pasar es que me muera del aburrimiento-
Él simplemente sonríe y mira hacia delante. Pasamos como diez minutos en silencio hasta que me doy cuenta de que está mirando mi pierna. Mas en concreto la zona en donde paso de tener la minifalda del uniforme del instituto a tener simplemente mi piel. Carraspeo para comprobarlo y él vuelve a mirar al frente. Aún así, eso me excitó en cierto modo. Me acerco ligeramente a él y al cabo de un par de minutos empiezo a notar su mano subiendo por mi pierna. Lo miro a los ojos y me dice que si quiero que pare, pero mi respuesta es una rotunda negativa. Sigue subiendo y con su mano la temperatura del pequeño ascensor hasta que no aguanto más y lo beso. Mientras entrelazamos nuestras lenguas siento como una mano sube por encima de mi falda hasta llegar a la camisa y quitármela, y yo decido hacer lo mismo con su camiseta. Le desabrocho el pantalón y meto la mano por dentro, tocándole por encima de los calzoncillos. Ante esto, el responde metiendo una de sus manos bajo mi uniforme, quitando mi tanga y acariciando primero mi clítoris e introduciendo luego dos dedos, moviéndolos acompasadamente. Para cuando empiezo a sentir el orgasmo, y decido liberarle su pene de esa prisión de tela y practicarle una felación mientras él me quita el sujetador y acaricia mis pechos, estimulando suavemente mis pezones.
Me agacho y me lo meto en la boca, haciéndole una mamada mientras el empieza a jadear y empuja mi cabeza marcando un ritmo que por lo que parece es muy placentero para el, ya que al poco tiempo lo escucho gemir y avisarme de que se va a correr, pero mas allá de detenerme aumento la intensidad y su semen aterriza parte en mi boca y parte en mis pechos.
Entonces, el me pone boca arriba e introduce su cabeza entre mis piernas. Siento su lengua cálida y juguetona y sus labios aprisionando mi clítoris a la vez que introduce los dedos en mi. Un fuerte orgasmo se apodera de mi e intento gritar lo menos posible por si hay vecinos cerca y nos escuchan, pero no me lo pone fácil.
Cuando acaba, mas allá de todo pronóstico se sienta y mientras busca un condón me pone a horcajadas sobre él, pero entonces vuelve la luz.
A toda velocidad me pongo el sujetador y la camisa y al no darme tiempo también, guardo mi tanga en la mochila. Un minuto mas tarde se abre la puerta del ascensor en el piso indicado y el conserje nos pide perdón por la tardanza, a lo que respondemos quitándole importancia.
Recorremos el pasillo y mientras introduzco mi llave en la puerta y el hace lo propio en la puerta de enfrente, lo escucho decir a mis espaldas:
-Bueno, pues ya sabes donde vivo...

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Si este relato tiene buena acogida será un placer continuar la historia. Y gracias por los comentarios en mi anterior publicacion!!

 


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