Llegando a mis límites

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Es un amigo muy especial. Solemos quedar para disfrutar juntos, ya que tiene mucha experiencia y sabe cómo tratarme, cómo encontrar mis resortes de placer. Le gusta experimentar conmigo y yo me dejo hacer, tengo confianza plena en él, nunca me hace nada que no me guste.

Salimos a cenar y al volver a casa, ya me atacó en el ascensor de su casa. Comenzó a acariciarme por debajo de mi falda, me gusta mucho cómo lo hace, siempre acierta en el punto exacto.

Me llevó a su cuarto y me desnudó, prenda a prenda, mientras me besaba. Yo estaba muy excitada. Sentía el roce de sus manos al quitarme la ropa, y se me erizaban todos los pelos de mi cuerpo. Una vez me desnudó, me tumbó de espaldas, y recorrió con su lengua mi espalda, empezando en mi cuello, acabando donde pierde su nombre, y subió, despacio, soplando la saliva de mi columna.

Según lo hacía, mi cuerpo se estremecía. Me sentía muy caliente, y cuando mordió mi nuca, casi me corro del gusto. Me tumbó de espaldas, y bajó mordiéndome los pechos, por mi ombligo, hasta llegar a mi sexo, que lo esperaba húmedo, ávido de su boca.

Estuvo largo rato mordiéndome el clit, metiendo su lengua en mi sexo, acariciándome con su nariz. Luego subió despacio, recreándose en mis pechos, hasta llegar a mi boca, y cuando me besó, me penetró.

Me hizo el amor sin prisa, pero intensamente. Cada vez que me penetraba lo hacía profundamente, y logró provocarme varios orgasmos. Por fin le llegó a él su turno, y lo hizo dentro de mí, pero metiendo tan sólo su glande, de manera que sentía cómo su semen desbordaba mi sexo.

Salió de mí, y comenzó a acariciarme con la palma de la mano. Se le empapó de la mezcla húmeda que salía de mi sexo. Y entonces metió un dedo en mi coñito. Muy dentro de mí.

A ese dedo le siguió un segundo, y un tercero. Entró el meñique y tan solo le quedaba fuera el pulgar, pero me daba que ese no iba a renunciar a poder estar dentro de mí. Pero antes de meterlo, empezó a meter y sacar los cuatro dedos que estaban ya dentro rápidamente. Me gustaba el movimiento, y no tardé en correrme, y fue entonces, cuando mis espasmos expulsaban su semen desde mi interior, cuando introdujo también su pulgar.

Y empujó.

Me sentí llena, abierta. Su mano se iba abriendo camino por mi coñito. Lo que más le costó fue que pasaran todos los dedos. A partir de ahí, el resto de la mano entró fácilmente.

Cuando estaba dentro de mí, despacio, con cuidado, cerró el puño y giró la mano. Yo me incorporé un poco, con las piernas muy abiertas. Pero no me podía mover mucho. Y entonces, sonriéndome, comenzó a moverse. Empujaba hacia dentro, hacia fuera.

Su puño dentro de mí apenas se movía, sujeto como estaba por mi vagina, que aprisionaba su muñeca, pero los escasos milímetros que se desplazaba me proporcionaban un placer increíble. Me corrí rápidamente, gritando como una loca, y eso fue aún peor.

Me sentía tan llena por su puño que mis espasmos apenas se notaban, mi coñito intentaba cerrarse respondiendo a mi orgasmo, pero me resultó imposible. El inicio de mi orgasmo se alargó en el tiempo, y me cortaba la respiración, mientras él movía su puño dentro de mi sexo.

Conseguí moverme lo suficiente como para escapar de su caricia y correrme. Así me alivié, pero fue momentáneo. El movimiento se su puño enseguida me provocó otro orgasmo, y un tercero casi de seguido.

Por fin volvió a girar su puño y despacio abrió su mano para sacarla. Estaba empapada, chorreante, mezcla de su semen y mis jugos de placer. Estaba tan lubricada que la deslizó suavemente por mi coñito, por mi clit, para darme un último orgasmo, éste más relajante, que alivió completamente la tensión su juego.

 

De mi blog azucenal.blogspot.com

Y publicado en la segunda parte de mi trilogía "Libertad Sexual, Mis juegos y juguetes" de Azucena López, disponible en Amazon...

 


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