Encuentro inesperado (4 de 4)

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La temperatura comenzó a subir nuevamente con nuestras caricias. La llevé hasta la ventana con vista panorámica de la montaña. Sin embargo, ya era de noche y solo se apreciaban las luces de las viviendas y la silueta de la montaña. La vista era igualmente bella, diferente.

Me coloqué por detrás de Mercedes. Acomodé su cabello para besar y pasar mi lengua por su cuello. Me acerqué a su oído, lo mordí con suavidad y le susurré:

- Mercedes, me gustas mucho. Estás exquisita, divina. Me estás volviendo loco, preciosa.

- Luis, cariño, tú también me tienes muy excitada. Me gusta sentir tu polla creciendo mientras rozas mis nalgas. Me encanta tu verga mi amor.

- Merchi, mi vida, te quiero follar en esta posición. Por favor inclínate un poco hacia adelante. Por favor, apoya tus manos en la ventana y abre tus piernas para mi.

Ambos disfrutábamos la noche de luces desde la ventana. Besé su desnuda y hermosa espalda desde el cuello hasta la rajita de las nalgas. Lamí entre sus nalgas, las acaricié, las abrí. Por detrás, mis labios chupaban su coño y mi nariz disfrutaba sus diferente olores de hembra. Ella estaba empapada. Mercedes hacía movimientos de cadera, sus bellos pies, en momentos, se apoyan sobre las puntas de sus dedos, cuando gemía.

Después que disfruté agachado su sexo con mi lengua, me paré. Todo era un espectáculo, desde esta posición se disfrutaba con claridad el cuerpazo de Mercedes, sus piernas, sus caderas, su hermoso culo, su espalda, sus manos, sus preciosas uñas sobre la ventana.

Tomé sus caderas y mi miembro entró con suavidad en su coño por detrás. Con mis manos apreté sus nalgas y las abrí. Mi pelvis está totalmente pegada de sus nalgas, la penetración era fácil y profunda.

- Estas divina Mercedes, te deseo tanto, me encantan tus piernas (mientras le acariciaba lentamente sus muslos)

Mercedes movía sus caderas haciendo círculos, presionando mi pelvis, apretando sus músculos. Con mi mano comencé a acariciar su clítoris por delante. Quería que tuviera otro orgasmo y que acabáramos juntos. Su clítoris estaba hinchado. Ésta posición me estaba excitando demasiado. Mi polla entraba y salía de su coño.

Luego tomé los líquidos que salían de nuestros sexos y los coloqué sobre la entrada de su ano. Su culo era realmente hermoso. Con el pulgar masajeé su orificio mientras colocaba más de nuestros fluidos.

Poco a poco, al ritmo de sus movimientos de cadera, más fluidos se mezclaron con su ano hasta que la punta de mi pulgar entró sin preguntar. Estaba apretado, no le quería hacer daño, solo quería que sintiera más placer.

Mi polla siguió disfrutando su coño. Entraba y salía con los movimientos de cadera de Mercedes.

Seguí colocando más fluidos en su ano y lo masajeaba con mi dedo. Se estaba dilatando poco a poco. Finalmente mi pulgar entró completamente. Escuché un gemido entre placer y un poco de dolor. Le pregunté si le dolía.

- Solo un poquito cariño, pero que gusta. Se siente rico tenerlo adentro, me excita mucho. Me estas volviendo loca.

Eso era lo que quería, excitarla más, volverla loca como ella me estaba volviendo loco a mí.

Sus caderas seguían moviéndose. Se podían apreciar sus hermosas nalgas. Mi dedo gordo estaba dentro de su culito y el resto de la mano sobre su coxis.

Mi polla dentro de su hermoso coño seguían bailando al ritmo de los movimientos de Mercedes.

- Fóllame Luis, fóllame duro. Méteme toda tu polla, mi vida. Quiero sentirte fuerte dentro mí. Soy tu hembra. Tú eres mi macho. Soy tuya. Embísteme duro mi amor

Esas palabras me excitaban aún más. Me volvían realmente loco. Subían mi morbo.

Comencé a entrar y salir con fuerza. Mi pelvis chocaba contra sus nalgas mientras mi dura polla llegaba a lo más profundo de Mercedes. Mi dedo gordo había logrado dilatar mejor su ano, ya no había dolor, solo había placer.

- Así Luis, así, dame duro, hazme sentir mujer. Esa polla es mía, tú eres mío, mi vida.

Suavemente saqué mi dedo del ano y sostuve con firmeza sus caderas con ambas manos. Embestí con fuerza su divino coño. Sentía sus jugos, sus músculos…

Era una diosa maravillosa. Mi pelvis chocaba duro contra sus nalgas una y otra vez. El sonido de nuestros cuerpos chocando, nuestros fluidos batiéndose en nuestros sexos, era música para nuestros oídos. Estaba a punto de correrme, ella me dijo que también estaba a punto de correrse.

Mercedes juntó sus piernas y apretó sus músculos. Con su mano tocó y presionó su clítoris. Como hacía un rato en el sofá, sentí cataratas de néctares de Mercedes sobre mi miembro. A los segundos, chorros de mi semen estaban dentro de ella y escucho sus últimos gemidos de placer junto con los míos. Nuestros líquidos se juntaron dentro de su vagina. Poco a poco bañaron nuestros muslos.

La abracé por detrás. Ella se voltio, pego su sexo mojado en mi cuerpo y me besó apasionadamente.

Disfrutábamos la vista mientras nuestros cuerpos se mimaban, se amaban.


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