Adiós, mi amor...

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Aiden apenas recordaba cuando conoció a Sarah. Fue hace mucho tiempo, quizá 2 años y desde ese momento fue ganando importancia en su vida hasta ser una persona sin la que no podría vivir. Fue una de esas historias de película en las que los protagonistas topan por casualidad y conectan. Su amor fue creciendo hasta ser increíblemente fuerte, digno de Romeo y Julieta.

 

A los pocos meses de conocerse, Aiden compro dos anillos gemelos uno para el y otro para la persona que tanto amaba. No eran la gran cosa, solo dos sencillas sortijas de plata, de formas elegantes y exquisitas pero simples. Ambos las lucían noche y día como símbolo de lo unidos que estaban.

 

Con el paso de los años no parecía que la relación se resintiese hasta que, una tarde de septiembre, templada, húmeda y ventosa, Sarah estaba fría y distante, y por más que Aiden trataba de acercarse a ella el muro de frialdad era imposible de quebrar. No importaba cuanto lo intentara, ni cuantos esfuerzos hiciera que nada hacia mejorar la situación. Con el paso del tiempo las cosas se fueron poniendo peor, cada vez más y más triste, más y más desesperante, más distancia los separaba y más doloroso era cada día.

 

Un día, tras una gran discusión, en un parque y rodeados de gente, todo termino de mala manera. Ella se marcho corriendo, sin ni siquiera decir adiós. Pasaron dos días hasta que comenzaron a hablar, pero no en persona, si no por mensaje. Esa misma noche, tras varios de estos mensajes, Sarah dijo que no podía seguir así, que tenia que irse, que necesitaba un tiempo y Aiden con los ojos anegados en lágrimas no podía creerlo, pero… era tarde, estaba cansado, y no podía luchar mas. Simplemente trato de mantenerse neutral para no exacerbar las cosas, pero de nada sirvio. Sarah le dijo una última frase y se desconectó, la frase fue la siguiente:

 

-Aiden, aquí nos separaremos por un tiempo, pero no temas, volveremos a vernos. Adiós, mi amor…

 

Aiden bloqueo su teléfono móvil y se quedo mirando fijamente la mano en la que llevaba el anillo, hasta que se quedo dormido. El despertar fue brusco y doloroso. La luz al abrir los ojos le laceraba y causaba dolor a sus retinas. Cuando su visión se recupero y comenzaba a vislumbrar lo que tenia alrededor, noto que no estaba en su habitación, fue recopilando detalles de su entorno y pronto supo que se encontraba en una habitación de hospital. Después se fijo en su mano izquierda, la del anillo, pero ya no estaba ahí, el anillo había desaparecido. Oyó una voz femenina que gritaba algo que no pudo comprender, a partir de ese momento varias personas se arremolinaban a su alrededor, un mar de personas vestidas de blanco y azul le rodeaba.

 

Unos minutos después, que para el fueron un eterno tormento, un hombre con una larga bata blanca se le acerco, y comenzó a hablarle despacio y con una voz muy amable.

 

- Hola Aiden, soy el doctor Philips, no trate de incorporarse, usted y su pareja sufrieron un terrible accidente de trafico y ha estado en coma seis meses.

- y Sarah!?, donde esta!?!?- logro musitar con una voz ronca, que trataba de ser un grito.

- Lo siento mucho Aiden, Sarah… no sobrevivio…

 

En ese momento su cabeza dio muchas vueltas, ahora comprendía todo.

Por que Sarah se despedía de el.

 

 Adiós, mi amor…


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