juego entre vecinos / parte 1

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Un día como otro llego a mi apartamento después de un largo día de trabajo en la oficina, me desvisto para tomar una ducha, y como ya hace semanas, vuelvo a sentirme observada. Sé que él está ahí, observándome.

Diego, mi vecino, tenía la ventana de su habitación frente a la mía. Él era muy guapo y acababa de mudarse al barrio hacía ya un par de semanas, tan solo habíamos intercambiado un par de palabras de bienvenida y agradecimiento cuando llegó, pero sé que él, tanto como yo, habíamos deseado más desde aquel momento.

Yo sabía que él me observaba, sin embargo dejaba las cortinas entre abiertas y me desvestía de la manera más atrayente posible. A pesar de ser muy guapo, Diego era muy tímido, y sentía que debía dar el primer paso, y lo di.

Una tarde como otra llegué a casa. Me desvestí dejando caer mi ropa por el suelo delicadamente, me acosté en mi cama, con la cortina abierta, porque sabía que él estaría observando, y comencé a calentarme. Me acaricié lentamente los pechos, y dejé correr sobre ellos chocolate líquido que había preparado previamente.

Bajé lentamente mis manos y acaricié mi clítoris, suavemente, mi espala incurvada de placer, tenía los ojos abiertos, él estaba allí, observando, los cerré y me concentré en mi placer, pensé en esas grandes y fuertes manos acariciándome entera, apretando fuertemente cada una de mis curvas y pasando su lengua por cada rincón de mi cuerpo, ojos cerrados, mis manos acariciándome, no tardaría en alcanzar un orgasmo, perdía el control de mi cuerpo, temblaba, deseaba que me penetraran, deseaba que Diego estuviera ahí en ese instante, dándome placer, aaaahhh ya no podía más!!!!!!! cuando el timbre sonó.

Abrí los ojos, desorientada, miré hacia el frente Diego ya no estaba en su habitación.

-Ya abro! –exclamé.

Me puse la bata de baño y fui hacia la puerta, era el cartero que traía un sobre.

-Se siente usted bien? – preguntó – La veo muy agitada y pálida.

-Sí, estoy bien – respondí – gracias por la carta! – y cerré la puerta.

Yo ya imaginaba que Diego se había por fin decidido a venir, pero no, solo era el cartero…

Pero el timbre volvió a sonar, y sí, esta vez era él, grande, imponente, se veía deseoso de tomarme, era Diego, ahí en mi puerta.

-Gracias por el Show – dijo – pero la comida no se calienta, si no se piensa comer.

Me miró con esos ojos profundos, negros y me acerqué para besarle el cuello. El me alzó por la cintura, cerró la puerta y no esperó en llegar hasta mi habitación, me acostó sobre la mesa de la cocina, y me quité la bata, me acarició entera. Tomó mi mano y la condujo hacia su enorme paquete que todavía estaba oprimido por los jeans, bajé la bragueta de su pantalón liberando a esa bestia que introdujo en mi cueva húmeda sin preguntar y ahí estaba yo, gimiendo de placer, mientras el apretaba con fuerza mis senos y golpeaba sus testículos contra mi culo, húmedo de placer. Me puso de cuatro patas por el suelo y me penetró, mientras con una mano cogía mi culo como si fuesen las riendas de un caballo, con la otra me acariciaba rápidamente el clítoris.

No tardé en alcanzar el cielo. Pero él seguía y yo ya no podía más, él iba cada vez más rápido y sin parar y cuando grité – Por favor para! – la sacó, me di la vuelta y terminó expandiendo su semen por todo mi cuerpo. Se dejó caer por el suelo, sin casi poder respirar, al igual que yo.

-Vístete por favor – le pedí – tengo visitas esta noche y aún no estoy arreglada.

Él me miró, sonrió y me dijo – gracias, volveré.


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