Noche de Verano II

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Las manos de él enmarcan sus caderas, tan redondas y suaves. Pero de todas sus redondeces, no hay otras que estime más que las de sus nalgas. Así que le da la vuelta con delicadeza. Ella, juguetona, eleva sus caderas para dejar ante sus ojos todos los recónditos rincones de su deseo, estirándose como una gata, con los brazos aún estirados, Las manos de él enmarcan la redondez de su culo y besan el punto en el que la espalda pierde su nombre, para ir bajando con delicadeza por su deliciosa abertura. Su lengua explora su oscuro abismo, provocando de ella gemidos bajos y profundos que denotan su excitación. La húmeda lengua continua su camino por su hendidura, hasta llegar a la profunda humedad que esconde. Él, maravillado por lo que sus caricias pueden provocar, hunde su rostro en ella y lame con afán todos sus recovecos. Los gemidos de ella ya son perfectamente audibles, y su placer se demuestra con la creciente humedad que nace de ella. Las manos de él separan sus nalgas, y su lengua transporta su humedad hasta su oscuro agujero. Repite la operación varias veces, para asegurarse de que está bien lubricado, y lo va dilatando poco a poco con su lengua. Cuando nota que empieza a dejar de ofrecer resistencia, introduce delicadamente su pulgar, el cual entra sin permiso y sin problemas. Los gemidos de ella se intensifican con cada movimiento de su dedo, que la va dilatando cada vez más, hasta que él decide que sólo un dedo no es suficiente. Hunde dos de sus dedos en la humedad de ella, lubricándolos, y luego procede a introducirlos en la oscuridad de ella. Sus gemidos están comenzando a convertirse en pequeños gritos de placer, y él no quiere que paren. Le pide que coja el bonito plug que tienen de la mesilla de noche y que se lo meta en la boca para calentarlo, pues es de metal y a pesar del calor estival se encontraría demasiado frío para el cuerpo caliente de ella. Sus gemidos se amortiguan por su boca ocupada mientras el continua jugando con ella. Sabe que si le estimula el clítoris se correrá, pero no quiere que eso suceda aún. La dilatación de sus dedos está surtiendo efecto, y el espacio comienza a ser más amplio. Le pide a ella que le dé el plug, el cual lubrica en la humedad de su coño para después comenzar a introducirlo en su culo. Los gritos de ella son una mezcla de dolor y placer al notar cómo el juguete la dilata aún más, mientras él, con mano firme, continua introduciéndolo en ella hasta que lo único que se observa en el exterior es la joya azul, brillando inocente a la luz de la luna. Llegados a este punto, su excitación es más que evidente. Los gemidos de ella le han provocado mucho, y verle su joya puesta, aún más. Así que le pide que no se mueva mientras se baja de la cama. La rodea y le ofrece su miembro más que erecto para que lo cate. Ella, solícita, lo coge con la mano y se lo acerca a la boca. Está caliente y duro, como a ella le gusta, y en la punta se aprecia la humedad que ya ha empezado a brotar. Con su pulgar, extiende esa gotita de humedad por toda la punta, provocando un suspiro largo de él. Su lengua acaricia el tallo desde la base, haciéndole desear, para finalmente introducírsela en la boca. El gemido de él la excita, y comienza a succionar mientras sus dientes arañan con delicadeza la cabeza. Cuando nota que la respiración de él está más que agitada, se lo introduce todo lo posible en la boca, provocando un gemido intenso por parte de él. Está gozando como nunca. Él decide que ya ha pasado suficiente tiempo para que ella esté más que acostumbrada al plug, y a pesar de no querer abandonar sus preciadas atenciones, se aparta de ella y se coloca un condón delante de sus ojos. Para cuando vuelve a colocarse tras ella, su humedad se ha desbordado, mojando no sólo la cara interna de sus muslos, sino también la cama. Ante tanta excitación, le da un lametazo en todo su coñito, provocando de ella un largo gemido, y posteriormente coloca la punta en la entrada de ella. Se agarra de sus caderas y poco a poco se la va introduciendo. Ella gime, fuerte, y se agarra a las sábanas, tratando de absorber tanto placer. Él puede notar el plug a través de la fina pared que separa ambas cavidades, y eso le vuelve loco. Empieza a moverse, lento al principio, pero cada vez más rápido y fuerte. Ella extiende una de sus manos para acariciarse el clítoris, y ante tanta estimulación no tarda en correrse ruidosamente. Él sigue follándosela, fuerte, duro, casi con desesperación, hasta que nota que ella revienta en un segundo y aún más intenso orgasmo. Las contracciones que nota son demasiado para él. Mientras ella está aún yéndose, él le retira el plug, lo cual incrementa la intensidad del orgasmo de ella y provoca un salvaje orgasmo de él. Con delicadeza, sale de ella, que se desploma en la cama, aún gimiendo y con los ojos entrecerrados. Él se deshace del condón y se tumba a su lado, y la abraza para calmarla. Al cabo de un rato, su respiración se normaliza. Ella se da la vuelta, y él la abraza desde atrás, cogiéndole un pecho con ternura. Poco después, se quedan dormidos, no sin antes haberse deseado buenas noches con un quedo hilo de voz.

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