Cosiendo instantes construyeron la eternidad

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Nunca hubo una noche tan desierta de estrellas,

Ocultaron su fuego para no descubrir sus salvajes sueños.

 

Las gotas de lluvia bailaban impetuosas,

Y el gélido viento cantaba un murmullo al compás,

El silencio ordenó callar mientras la luna, como un sigiloso ladrón,

Se colaba rozando las sábanas muerta de curiosidad.

 

Sólo las sombras trazadas en la oscuridad podían delatar,

Cada inocente gemido perdido en indomables besos sin final.

 

Los ojos ciegos de amor pararon el tiempo,

Retrasando el ardiente amanecer,

Destrozando el miedo con cada sonrisa,

Y deshaciendo cada recuerdo cruel.

 

Les gustaba jugar con la eternidad,

Aunque sabían que ésta estaba compuesta de instantes,

Y cada instante sería eterno,

Porque aquella magia no tenía trucos anhelantes.

 

Ni la horrible distancia, ni los tenebrosos bosques llenos de lobos,

Ni la lejana vejez, ni las más malvadas palabras.

Ni los besos robados en estanques encantados,

Ni el temible aburrimiento, ni las inocentes miradas.

 

Nada podría frenar el invencible amor que se inventó aquella noche.


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