Estaciones llenas, estaciones vacías

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                                       Estaciones llenas, estaciones vacías 

                         

Despierto a las 10:35. Llego tarde al trabajo. Pantalón y americana azul, siempre. Miro de reojo el buzón antes de salir del portal y pegado a él encuentro una nota con la palabra “IMPORTANTE” escrita. Decido mirar en el interior y me encuentro con aquella libreta llena de versos que abandone sobre una butaca de tren, dentro, una foto mía de hace quince años.

Recuerdo:

Era ya tarde, la clase se había alargado más de lo normal y quedaban pocos alumnos soportando las últimas críticas del profesor.

Salí de la escuela con hambre y ganas de descansar en casa.

Llegué a la estación,  dos trenes esperaran para partir. Elijo el izquierdo, el de las 14:46h,  parece más vacío.

Recorro el andén,  dejo atrás, uno, dos, tres y hasta cuatro vagones, me subo al quinto, miro a la izquierda, a la derecha, está vacío. Lo recorro por su interior y me siento en la butaca del fondo, en sentido en contra de la marcha.

Saco mi periódico. -El País que por aquella época lo entregaban gratis en la universidad-.

Apenas leo la portada y percibo que hay alguien a mi lado, justo al otro lado de pasillo.

El vagón no está vacío como creía. Levanto la mirada y de pronto su Sonrisa, una primera de saludo.

El tren aún no ha comenzado su marcha, pero el vagón sigue en ese aparente vacío.

Suena el pitido del cierre de puertas y el convoy echa a andar. Otra vez levanto mi mirada  y allí la suya y su sonrisa.

Pasan las estaciones, el tren se llena y allí en cada momento yo la busco y ella a mí.

Sonrisa tras sonrisa... Estación tras estación… sin decirnos una palabra.

Llega mi parada, la dejo pasar, no bajo. El tren continúa su marcha hasta la sierra. Huele a amanecer aunque sea media tarde.

El vagón se detiene en la gran estación Atocha, ella se levanta. Se acerca y de nuevo su Sonrisa y un hasta luego.

La sigo con mi mirada, ella baja y en el andén se acerca a mi ventana.

Me vuelve a sonreír hasta que la pierdo.

No me levanté, no pregunté su nombre, no me bajé con ella. Me arrepentí  toda esa tarde.

Al día siguiente no tenía clase, pero fui a la escuela. Quería coger ese mismo tren. Volví a por el de las 14:46h allí estaba en la estación. Esta vez entre en el primer vagón, lo recorrí, el segundo, el tercero… así hasta el sexto. No estaba allí. Tras la primera parada volví a recorrerlo. No la encontré. Me senté junto a una puerta esperando mi estación, arrepentido de no haber hecho nada el día anterior;  de no haber preguntado su nombre; de no haberme levantado, el momento, el instante… ¡ay, que no se puede dejar escapar!

Hago todo lo posible por subir al mismo tren, el de las 14:46. Lo recorrí de arriba abajo buscando esa Sonrisa que el día anterior me había iluminado. No estaba allí, pensé que ese día podía haber subido a aquel tren por casualidad, porque había salido pronto del trabajo o tarde o sencillamente porque era la primera o la última vez que lo cogiese y que no la volvería a ver más. Debí haberme levantado y no perder la oportunidad pero, ya era tarde, aprendí la lección.

Entre tanto el tren llegó a mi estación y me bajé, triste por no haberla encontrado. Atravesé la multitud que quería subir al tren del que yo bajaba.  Di dos pasos por aquel abarrotado andén y... algo hizo que girase mi cabeza. Mire hacia atrás y la vi. Me miraba, sonreía como el día anterior. Por casualidad si es que existe la casualidad ella subía al mismo bajón del que yo acaba de bajar, por la misma puerta.

Me acerqué a ella y le pedí que no se subiese y no se subió. El tren partió y cuando el silencio se hizo de nuevo en la estación logramos presentarnos.

Entre palabras, momentos de mirada a los ojos y sonrisa sin motivo... Había sido increíble ese reencuentro. Cuando ya sonaba el siguiente tren le pedí sus señas, las anote  en un papel que guardé rápido para no perderlo y subió al siguiente vagón.

Y así fue el inicio de una historia llena de serendipias y magia que continuó...

Real?  Inventada?


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