La historia de Susan

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Corría el año 1910, Susan trabajaba como médico psiquiatra en un hospital de Inglaterra, pionera en mundo aún dominado por hombres. Un día normal y corriente, recibió la orden de ser trasladada para dirigir un "Sanatorio Mental" en Gales.

Aceptó a regañadientes, no deseaba alejarse de los amigos y mucho menos de la familia. Pero no quería desaprovechar la oportunidad de ser ascendida, así que no le quedó más remedio que hacer las maletas.

El "Manicomio" como se les conocía a las instituciones mentales en aquella época, era una construcción victoriana del siglo XIX combinada con arquitectura gótica, lo que le daba un aspecto siniestro. El edificio estaba alejado de la ciudad y de la civilización, sólo se podía llegar allí, a través de un serpenteante camino, estaba rodeado de montañas y bosques agrestes.

Cuando Susan bajó del coche y observó el lugar, un escalofrío le recorrió el cuerpo, instintivamente se abrazó, y a su mente vinieron las espeluznantes historias que había escuchado sobre aquél  sitio. Se preguntaba, que habría de verdad en las leyendas que encerraban aquellos muros, cuando la voz del chófer la sacó de sus pensamientos.
Entraron al edificio, los lamentos de los internos la pusieron nerviosa. La enfermera que la guiaba intentó tranquilizarla:
-No se preocupe, hay algunos internos muy revoltosos, pero enseguida irán a "calmarlos".

Adaptarse aquel lugar no le resultaría fácil, Susan creía firmemente que los pacientes evolucionarían mejor si se les trataba con psicoterapia, todo lo contrario de los métodos que allí se empleaban, aquello parecía más una cárcel cruel.
Susan se oponía a las torturas, llamadas "terapias de choque", a los brutales castigos, pero, sobre todo, se oponía a una operación muy de moda por aquel entonces, la lobotomía.
Algunos colegas suyos aseguraban que "era la cura" para los enfermos mentales más esquizofrénicos y peligrosos. Susan envió varias cartas denunciado la continua violación de los derechos humanos que allí se producía.
También pidió en reiteradas ocasiones, la destitución del coordinador y jefe de enfermeras: un hombre cruel y tirano, que no sentía la menor compasión, por ninguno de los internos, para él eran sólo, locos que no tenían cura. Susan estaba resultando un incordio para sus compañeros.

Una noche se metió en la cama decepcionada, cansada de luchar contra lo que parecía imposible de arreglar. Se quedó dormida con esos pensamientos.
A media noche, sintió que algo le oprimía el pecho, no podía respirar, ni moverse, era como si algo la estuviera sujetando, no tenía voluntad sobre su cuerpo, se sentía aterrorizada.

-¡¿Qué me sucede?! ¡¿Por qué no puedo moverme?! ¡Auxilio! ¡Ayuda, por favor! ¡que alguien me ayude!
Intentó gritar sin éxito.
Sonó el despertador a las 6 am. Susan dio un salto en la cama, estaba cubierta de un sudor frío, confundida, no sabía si aquello había sido una terrible pesadilla o real.
Se lo comentó a Daisy una enfermera con la que había hecho amistad, esta le contó que habían internas, que alegaban haber sido víctimas de ataques por espíritus y demonios mientras dormían. Susan descartó inmediatamente esa posibilidad, no creía en los fantasmas y mucho menos en demonios.

La noche siguiente, estaba inquieta, así que se levantó a por un vaso de agua y se tomó unos calmantes, después de dar varias vueltas en la cama, al final se durmió.

A la mañana siguiente, se despertó con un terrible dolor de cabeza, le costó mucho incorporarse, le dolía todo el cuerpo, se sentía mareada. Con mucho esfuerzo se levantó y se dirigió al baño, cuando vio su cuerpo en el espejo, tuvo que taparse la boca para no gritar, estaba llena de moratones y arañazos.
Sin saber a quién acudir, intentó seguir su rutina como si no pasara nada.

Esa noche Susan no quería dormirse, así que  hizo un esfuerzo sobre humano para no hacerlo. Avanzada la noche, salió de su habitación, era inusual la calma que reinaba, recorrió despacio por los pasillos, sin saber muy bien a donde ir, avanzó hasta llegar al sótano, un lugar lúgubre y macabro, lleno de celdas y máquinas concebidas para la tortura. Olía a una mezcla de químicos y desinfectantes. Estaba a punto de salir pitando de allí, cuando un fuerte grito que salió de una de las celdas, la hizo detener en seco.

Los ojos se le desorbitaron con lo que estaban presenciando. Había una mujer desnuda, tumbada en una encimera, atada de pies y manos, sus chillidos eran terroríficos, a través de la luz de las velas, vio como unos seres, fantasmagóricos, con figuras humanas y largas túnicas blancas, torturaban y violaban a la mujer. El pavor que sentía, no le permitió hacer nada, ahí se quedó, paralizada, observando la macabra escena.
Sin fuerza en las piernas para salir corriendo de allí.

El tolon, tolon de las campanas, que anunciaban que había que levantarse, la sacaron del horrible "sueño". Se sentía presa del pánico, con la incertidumbre de no saber que había sido aquello. Decidió ir a entrevistar a una de las pacientes que le había dicho su amiga, que había sido atacada por aquellos seres.
-Hola kerry, ¿cómo te encuentras? Susan no recibió contestación.
-kerry, soy la doctora Susan, quiero preguntarte algo, ¿me escuchas?
Pero el silencio era lo único que obtenía por respuesta, después de 20 minutos de infinita paciencia, decidió ir al grano.
-kerry, hablame sobre los ataques de los espíritus, hablame de como te violaron, Entonces y sin previo aviso la mujer se tapó los oídos, comenzó a menearse de un lado a otro y santiguarse.
-Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre... Librame de pecado señor.... ¡Los demonios nos vigilan! ¡Estan aquí!..Padre nuestro...

-¡kerry, calmate! Aquí no hay nadie, estamos tu y yo solas, no temas,

Pero la histeria de la mujer fue a más, Susan llamó a las enfermeras y la sedaron.
Después de aquello, Susan se fue a buscar respuestas en el sótano, bajó allí, pero no halló nada, todo parecía normal, funesto, pero normal.

Pasaron varias semanas, las pesadillas seguían sucediendo, empezó a mezclarlas con la realidad, incluso, llegó a verse a si misma, atada en aquel mesón, y siendo violada y torturada. Se hizo adicta a los tranquilizantes, antidepresivos y bebía más de lo debido. Perdió el control de la situación, acusaba a todos de estar involucrados, iba siempre desaliñada, ausente y desvariando.

Deysi estaba preocupada, le recomendó a los familiares que la ineternaran, estos con muchas dudas, pero deseando lo mejor para Susan, aceptaron.

-No! ¡No, estoy loca! No me encierren! ¡Por favor! ¡Nooo!
Se puso tan agresiva y desencajada, que provocó que le pusieran una camisa de fuerza y la encerraran.


Años más tarde, el nuevo director descubrió que, parte del personal del hospital psiquiátrico, utilizaban pacientes, como víctimas de ritos satánicos, tratos vejatorios y degradantes, drogaban a aquellas mujeres hasta hacerles peder la conciencia, para después maltratarlas y abusar de ellas sexualmente. Las pobres chicas, al día siguiente no recordaban apenas nada y las que recordaban algo y lo denunciaban, las acusaban de estar delirando, las volvían a drogar con fuertes químicos y las encerraban.
El jefe de enfermeras fue detenido junto con Daisy y varios médicos más. Susan fue víctima de aquellos abusos durante años.

 


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