Historia de una noche de verano (I)

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Introducción al caos

 

He tratado de hacer esto más formal de lo que es, cuando es realidad, solo son pensamientos. ¿Por qué no ponerlo tal y como aparecen en mi cabeza?

Debería comenzar con los recuerdos, ya que trato de compartir algo, qué menos que me entiendan.

La situación era la siguiente: Edu, Ana, Helena, Alicia y yo estábamos de vacaciones en Malta, de fin de curso. Malta; fiesta, playa y mala organización.

Tras el desfase de la primera noche, y sobretodo, de la resaca, la segunda noche solo salimos Ana y yo. Somos catalanas, y como comprendereis, lo último que esperas es que en Malta alguien te hable en catalán. Pues mientras esperábamos el bus nocturno, un chico nos habló en catalán. Nos explicó que los días de entresemana no habían buses sino que habían unas furgonetas que te llevaban a la zona de fiesta. Durante el viaje, nos explicó un poco sobre el. Se llamaba Santiago, es de Paraguay, vive en Malta pero ha estado desde pequeño viviendo en Barcelona (de ahí que hable catalán). Nos invitó a ir con unos amigos a beber en la playa.

Allí conocimos a más gente de mil sitios; italianos, franceses, ingleses… Definitivamente, si quieres conocer gente de muchos países y solo puedes ir a un sitio, Malta es el lugar. Después de beber, reirnos y escuchar qué tipo de locuras pasan en Malta (que con el poco tiempo que llevábamos allí, ya pudimos constatarlo), fuimos todos a la zona de bares; Paceville.

Santiago nos llevó al Bar Native, un local donde ponen música latina y bastante españolizado. Fuimos a una mesa, donde estaban más amigos suyos. La mesa estaba repleta de botellas de vodka, redbull, hielo, vasos y chupitos varios. Detrás de ella, había un chico italiano, Manuel, que después de que nos lo presentara, nos empezó a servir copas. Dejabas el vaso, y automáticamente tenias otro igual que el anterior. El camarero, pensé. Pero no nos hizo pagar nada, de hecho, no podíamos. Qué guapo, pensé. Pero era el camarero.

Después de unas horas y unas copas, no podría decir cuantas de ninguna de las dos, el camarero salió de la mesa-barra y vino con nosotros a bailar. No recuerdo en qué momento ocurrió ni porqué razón, pero nos besamos. Nosotros al día siguiente íbamos a Comino, y Ana y yo, gracias al/por culpa del alcohol, decidimos invitar a Manuel.

Así que, ahí íbamos. Dos chicas de 18 años, con un desconocido, hacia nuestro apartamento. Más de una madre se escandalizaría.

Al día siguiente, Helena, Alicia y Edu tuvieron que mirar dos veces nuestra habitación para comprobar que teníamos un nuevo miembro en el grupo. Teníamos que salir pronto, para poder coger el barco. Así que Manuel y yo fuimos a su casa a coger sus cosas, mientras ellos iban yendo para allá. Ninguno de nosotros llegó. Cuando he dicho que en Malta hay mala organización, me refería sobretodo a los autobuses. Tuvimos que buscar un plan B e irnos a Golden bay (otra playa que decían que era bonita).

Manuel y yo pasamos media mañana esperando que algún bus parara. O iban llenos, o no era el nuestro, o simplemente no paraban. Vimos pasar a Helena y los demás en un bus que no paró, e incluso nos cambiamos de parada. Por fin cogimos un bus, y por fin llegamos a la playa con los demás. Ana ya les había explicado quién era y qué pasó la noche anterior. Así que cuando llegué, solo tuve que responder a las preguntas más “personales”.

Resultó que no era el camarero. Sino que allí las chicas no pagan nada. Los chicos pagan el alcohol, e invitan. Aquella mesa es donde están siempre, y él generalmente, se pone a servirle copas a la gente. Esa confusión dió para muchas bromas. Desde entonces, para nosotros, era el camarero.

Era extraño. Hubo muy buen rollo entre todos, una espécie de confianza que generalmente no tienes con alguien que apenas conoces de una noche. Lo invitamos a venir a cenar con nosotros aquella noche. Y así pasaron los pocos días que estuvimos allí; playa, fiesta, resaca, turismo, contratiempos, algunos que otros problemas físicos y muchas risas. Debo añadir que yo también pasé algo de tiempo con Manuel, sobretodo por las noches (él durante el día trabajaba y nosotros teníamos actividades programadas).

Pero como todo en esta vida, las vacaciones acabaron. Nuestros caminos se separaron, yo volví a casa y él se quedó en Malta. El típico amor de verano.


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