Mi libro, C. 9

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EN LAS 197 PAGINAS QUE COMPONEN ESTE LIBRO, HAY HISTORIAS MUY CONOCIDAS Y OTRAS QUE NI CONOCÍA UN PROFESOR DE HISTORIA DE UN INSTITUTO.

                              CONTINUACIÓN DEL ASEDIO Y CONQUISTA DE NUMANCIA

Escipión salió para Hispania con 4.000 espontáneos, hombres pagados de otras poblaciones y de otras coronas, narra Apiano, que espontáneamente se pusieron a su disposición por beneficio de ellos y también, con hombres elegidos y leales. Solicitó recursos monetarios; negándoselos el Senado, asignándole algunos réditos a la culminación no redimidas y, por lo que escribió Plutarco, respondió Escipión que “tenía  suficiente con lo suyo y el de sus camaradas” tan grande fue el ahínco individual con que aquel veterano militar se preparó para aquel proyecto.

Escipión cuando entró en Hispania, empezó a imponer a las tropas allí desdobladas a un fuertísimo adiestramiento. Escribe Apiano que expulsó a todos los comerciantes, prostitutas, iluminados y pesimistas, a los que, los militares desanimados en demasiadas derrotas confiaban en ellos con mucha facilidad; echó a los sirvientes, traspasó a carruajes, maletas y caballerías, guardando solo lo estrictamente imprescindible; vetó viajar en acémilas en las caminatas. No tardó mucho en llegar a su acampamento el monarca númida Yugurta con 15.000 soldados. Al tener motivado a sus hombres obedientes y acostumbrados al esfuerzo, llevo su campamento no lejos de Numancia, mirando de no partir sus tropas, como habían hecho algunos, ni de luchar sin investigar.

El último ataque: en octubre de 134 a. C., Escipión encaró a Numancia con la que no se enfrentó. Paciente perspicaz, Escipión puso en marcha su estrategia de la lucha en juntar, rodear y asediar a los numantinos, hasta que se entregaran por no tener elementos. De esa manera, para que no tuvieran ayudas de otras poblaciones, atacó en primer lugar a los vacceos a los que los numantinos les adquirían alimentos, asoló sus cosechas cogió cuanto pudo para comer ellos y apilando lo otro, lo quemó. Y aunque los pallantinos de Complanio persiguieran a los forrajeadores romanos, envió para alejarlos a Rutilio Rufo, tribuno en aquel tiempo y narrador  de esta epopeya, escribe Apiano; y Escipión en persona protegió el repliegue, que fue capaz de rescatarlo con su caballo.

Empezó un rodeo inflexible, haciendo en primer lugar hoyos, estacadas y pendientes para resguardar a sus hombres, también construyeron una pared de 9 km, de ocho pies de amplio y diez de elevado, con torreones a 30´85 m. de uno del otro que cercaban la población y que estaba supervisado por 7 acampamentos. Los torreones tenían catapultas, ballestas y otros artilugios; abasteció las torres de piedras y saetas, en la pared se colocaron arqueros y honderos. De igual manera se usó un método de contraseñas, bastante adelantado para aquel tiempo, que posibilitaba mover el ejército para donde se necesitara.

también cavó otro hoyo sobre el anterior lo valló con postes de palo y al no poder poner una pasarela encima del río Duero, por donde a los rodeados les llegaban soldados y alimentos, elevó dos fuertes y sujetando unas vigas prolongadas con cuerdas desde un fuerte al otro las puso sobre el ancho del río, en estas vigas les pusieron introducidas picas muy juntas y flechas, que al dar giros sin parar por la fuerza del agua, de ninguna manera podía pasar alguien sin que lo vieran.

Escipión tenía 60.000 hombres, entre ellos había muchos de la nación, además de asaetadores y honderos, doce elefantes traídos de Yugurta que servían de atalayas en movimiento. En frente solo estaban unos 2.500 numantinos rodeados. Utilizó una parte de sus hombres para vigilar la pared, entrenó a 20.000 soldados para salir si era necesario y reservó a otros 10.000. Concedió el dominio de un acampamento a su hermano Máximo, mientras que él cogió otro. Escipión visitaba a diario y de noche el cerco de la población; y fue él, según Apiano, quien daba ejemplo a sus hombres, que tampoco rehuían la lucha.

Narró Apiano, que solo Retógenes el Caraunio y unos pocos camaradas con algunos caballos pudieron eludir este sitio pidiendo auxilio en las poblaciones cercanas y solo Lutia se dispuso a ayudar a Numancia, por ello Escipión castigó ferozmente a los lutiakos.

Después de 15 meses de sitio la población se rindió, castigada por la hambruna, en el estío del 133  a. C. los numantinos antes de someterse, eligieron inmolarse. Prendieron fuego a la población para que no se aprovecharan de ella lo romanos. Los escasos numantinos que no murieron pasaron a ser cautivos.

Escipión volvió a Roma, en donde festejo su victoria recorriendo la ciudad, llevando consigo a 50 numantinos apresados. Numancia en aquel momento se había transformado en un mito.

Reconocimientos históricos: la resistencia de los numantinos impactó totalmente a Roma que los mismos narradores romanos, como Plinio o Floro, alabaron su actitud y los transformaron en una leyenda.            

 

Retógenes el Caraunio

El Caraunio, fue considerado como el luchador más valeroso de la población arévaca de Numancia. Famoso del enfrentamiento entre celtiberos y romanos, en el cerco a Numancia padeció la situación que impusieron los sitiadores, rehuyó el control de los romanos para solicitar auxilio y resultó muerto al entrar el ejército romano en la ciudad.

Su carácter de luchador creó de él un modelo de pelea por su territorio y por la independencia, ante el desafío de que los ciudadanos de su población se pudieran convertir en cautivos de los romanos. Al sortear el control de los sitiadores, pudo llegar a Lutia, porque Termancia y Uxama que se les solicitó auxilio lo rechazaran por temor a la venganza de los romanos.           

Los mozos de Lutia que por su lucha le tenían afecto a Retógenes, se animaron a socorrerlo sin embargo los mayores, temiendo la posible revancha de los romanos, determinaron decírselo a Escipión. Quien se dirigió a Lutia y capturó a 400 mozos, a quienes ordenó amputarles la mano diestra para que no cogieran un arma contra los romanos y perecer en la batalla por la honra de su pueblo. Entre estos jóvenes podría estar Retógenes. A quien poco después lo mataron los romanos, dejándolo junto a la fortaleza de Numancia.

      

 

                                 


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