El juego

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Se miraron a los ojos, fijamente, luego se saludaron con un apretón de manos y a continuación se sentaron en sus respectivas sillas previamente determinadas de común acuerdo, para quedar enfrentados en la única mesa de la especialmente ambientada habitación de una ostentosa residencia  de Marbella a la que habían sido exclusivamente invitados para este juego.

Jean Pierre Blanchard era intrépido, astuto y arriesgado en demasía, aunque se jactaba de que siempre la fortuna había estado de su lado.

De una posición económica fortalecida en los últimos tres años por una serie de negocios e inversiones que su afinado instinto lo habían hecho consolidarse en un nivel que lo alejaría de preocupaciones por el resto de sus días, aunque con Jean Pierre, de eso nunca se estaría seguro.

Sergei Diatchenko, hijo menor de un prominente empresario Ucraniano que en sus comienzos hizo sus primeras armas justamente con el tráfico de las mismas. Mas específicamente, como administrativo de la embajada de su país, mantenía un contacto continuo con los principales distribuidores de armamento de Europa Central, y como intermediario inició su fortuna y su poder, con la guerra de los Balcanes de los años `90. Sergei, único de los cuatro hermanos que no mantenía relación alguna con los negocios de su padre, pasaba el tiempo disfrutando de sus hobbies los que además de mantenerlo ocupado, cada tanto le dejaban un rédito económico, como aquella colección de palos de golf de los mejores jugadores que habían ganado los mas importantes torneos internacionales, y por los cuales al poco tiempo de haberlos adquirido, logró quintuplicar lo invertido. Aunque el poco valor que le daba al dinero, hacía que los usufructos obtenidos con su ingenio, lo gastase en lo que él llamaba “necesidades personales”, mas rápido de lo pensado.; y  estas necesidades incluían desde noches de fiestasinterminables, hasta juegos de habilidades  y destreza personal donde, en ocasiones, se arriesgaba algo mas que su dinero y posesiones.

Cuando al fin el anfitrión, después de haberles leído el supuesto reglamento de este particular juego e informarles del resultado de las apuestas y el monto que obtendría el ganador, se retiró para que comenzara la disputa. Sergei, sabiendo que miles de ojos los observaban por circuito cerrado, tomó el arma con su mano izquierda y colocándola en su sien apretó el gatillo sin pensarlo ni pestañear. Luego se dirigió a Jean Pierre  y en un Ingles imperfecto le dijo:

-Your Turn.

  


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