Un Ángel Huyendo del Infierno IV

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    El joven galeno acariciaba el cabello de la muchacha que seguía estrechándolo y  llorando. Los Detectives Martín Lobos y Daniel González quedaron asombrados de la habilidad del siquiatra para sacar de su sonambulismo a la joven desconocida.
El Doctor les explicó, mucho después,  que había tomado un sistema bastante brusco, casi como un electroshock, experimentando al principio suavemente para sacar de esos estados mentales de un  verdadero  encierro que la naturaleza dispuso para evitar temores muy intensos a los pacientes.
Sus bellos ojos, brillantes por las lágrimas derramadas, miraban el rostro del guapo médico evidenciando agradecimiento e interrogación. La desconocida estaba todavía algo confusa y el Doctor le habló con ternura, que agradeciera a los dos expectantes Detectives que estaban detrás de ella, pues ellos la habían encontrado vagando por la vía pública.
–Ho … la – con su voz deliciosa de mesosoprano y entrecortada, miró a ambos jóvenes policías– ,perdonen, francamente no los recuerdo. Les agradezco que se hayan preocupado por mí.
Acto seguido un sollozo hizo comprender a los tres hombres que la muchacha estaba recordando qué le había ocurrido y que estaba ordenando sus ideas para poder relatar su odisea.
El teléfono móvil del Detective Lobos le anunció que entraba una llamada. Al contestar reconoció la voz de su Jefe, quien le informó que hasta el Cuartel habían llegado los padres de la joven. La habían reconocido a través de la televisión y que iban en camino a la consulta médica.
Lobos  comunicó la novedad al médico y a la joven, quien sonrió aparentemente recordaba a sus padres y ya se encontraría en condiciones de declarar.
Mirando a ambos sabuesos, comenzó a contar los hechos que habían provocado tan espectacular drama.
–Mi nombre es Brenda Pedrottini, hija de los dueños de la conocida cadena de tiendas comerciales. Con dos amigas muy queridas, aceptamos la invitación de ir a divertirnos a una discoteque con dos muchachos muy simpáticos que hacía poco más de una semana habíamos conocido. Francamente fuimos muy alocadas en ir a un lugar donde éramos perfectas desconocidas. Bebimos con moderación, pues somos cuidadosas con las bebidas alcohólicas.
Dando un profundo suspiro, casi irrumpe  nuevamente en llanto, pero se repuso.
–Recuerdo que con Alberto y Juan Carlos, los dos nuevos amigos que nos invitaron, estábamos bailando cuando observé que una de mis amigas estaba como desmayada y apoyada en los brazos de uno de ellos, quien con disimulo comenzó a arrastrarla hacía una puerta de salida, en medio de las risas de los jóvenes que la creían borracha. Mi alarma aumentó al ver que mi otra amiga también era llevada por el otro individuo. Sentí que mis piernas se doblaban y mientras pensaba en qué me pasaba, vagamente recordé las historias de chicas que fueron secuestradas después de ser drogadas. Perdí la consciencia.
Continuará.
   

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