Mi libro C. 35

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Conclusión y consecuencias: No obstante a su apelativo, la colaboración en la insurrección de las gentes del campo no se trataba solo de los más desfavorecidos. Pues estos tuvieron la cooperación de una parte de la nobleza, para muestra la de William Tonge, un edil rico, que la noche del 12 de junio dejo pasar a los rebeldes por una de las entradas de la capital. Sabiendo que los enfrentamientos más grandes sucedieron en Londres, de igual manera se produjo violencia en todo el país, aunque en East Anglia fueron los más violentos. El último embate de la revuelta se produjo no lejos de North Walsham por el 23 de junio, donde el ejército del obispo Henry le Despenser, venció a una tropa de insurrectos liderada por Geoffrey Litster.

A pesar de que la insurrección no consiguió lo que se perseguía, si consiguió algún renombre al evidenciar a los nobles que la gente humilde estaba descontenta y que podían hacer mucho daño. Pasado un tiempo, la revuelta cooperó a implantar una costumbre fundamental en la administración del país.

Revuelta Antijudía de 1391

La Revuelta antijudía de 1391, ha sido una rebelión del pueblo destinada a acabar con los judíos (en los métodos historiográficos se le llamó con el apelativo “pogromo” o cambios obligados del 5151”, año perteneciente al almanaque judío), que comenzó en Sevilla el 6 de junio. Se produjeron desvalijos, fuegos, muertes y transformaciones obligadas de hebreos, en las primordiales juderías de las poblaciones de la mayor parte de los territorios católicos de la peninsula ibérica: los reinos de Castilla y Aragón y el territorio de Navarra. Los alzamientos más violentos han sido las primeras, que se iniciaron en Sevilla, crecieron por Córdoba, Toledo y otras poblaciones del país.

Causas: Los motivos más hondos proceden de la depresión del siglo XIV, que, unido a sus frutos monetarios y comunitarios, en la Corona de Castilla, produjera la primera Guerra Civil Castellana y la instauración de la Casa de Trastámara (1366­-1369), confrontada a partir de 1390 a una etapa fundamentalmente difícil: la subida al poder de Enrique III de Castilla siendo un niño (11 años); a lo que unía el vínculo entre el reinado dictatorial y los hebreos, en conjunto por la apreciación comunal de ese vínculo.

Todo el continente padecía, en el transcurso de los 50 últimos años la peste de 1348, de desoladores resultados estadísticos (se cree que falleció un tercio de los ciudadanos de Europa), económico, social y administrativo. En busca de justificaciones a la anormalidad, se vio la demanda de la totalidad de motivos brujo­hipotéticos, como achacarlo a una represalia sobrenatural a los católicos, por consentir la existencia de la etnia deicida (los judíos) viviendo en su tierra; o acusar sin rodeos a los judíos de emponzoñar las minas de agua para extender la epidemia (achacándoles la voluntad de aniquilar a los cristianos). La rotura de la coexistencia, trastornada además por el prestigio que poseían los judíos de adinerados y las ganas de hurtarles, condujo al levantamiento en contra de ellos, englobando el asesinato de millares de hebreos, que se iniciaron en la Europa central y se expandieron hasta España.

La animosidad evidente, contra la comunidad judía de Sevilla aumentó desde el altercado que provocó en 1379 José Pichón, contable principal (jefe de los tributos de la corona) de Enrique II de Castilla. Acusado por sus mismos compañeros judíos, ha ido al principio de prisión, de la que salió con el abono de 40.000 doblas. Sin embargo, fue ajusticiado en su misma vivienda por tres componentes de la agrupación judía, como tradición (después lograr un albalá que posibilitaba el asesinato de los delatores). El monarca ordenó ejecutar a tres hebreos culpables de la muerte y amputar la mano del oficial superior que participara en el hecho. Desde eso se le quitó a la corporación hebrea el poder, que hasta ese momento tuviera de impartir sentencias violentas a sus componentes.

Revueltas: El motivo de iniciar rápidamente el levantamiento en Sevilla, han sido los pregones antijudíos llevados a cabo hacía tiempo por el archidiácono de Écija, Ferrán Martínez, que estimulaba a los ciudadanos de Sevilla contra los hebreos. A las causas místicas, se unió la sensación de inmunidad de los que atacaban y derruían las sinagogas, por el motivo de la posición administrativa (un mando débil por ser un niño Enrique III). Las muertes de judíos se expandieron a muchas otras poblaciones.

En el instante de los pogromos, las Cortes de Castilla se concentraban en Madrid. Al saber de estos sucesos, se decretó mandar un administrador a cada población con un escrito, expresado en los modos más urgentes factibles, en la creencia de que se lograra parar el levantamiento; logro que no se alcanzó en su totalidad.

Sevilla: Bien entrado el siglo XIV, la cifra de familias del gueto judío de Sevilla, se podría tasar en alrededor de 200 (estaba entre las dos primeras de la Corona de Castilla, con la de Toledo), la mayoría de las cuales estaban ocupadas en la industria y en el comercio. Su bienestar levantaba los celos y el desprecio de los ciudadanos. Los hebreos a menudo estaban en riesgo de ser asaltados y ofendidos.

Un inicial levantamiento se produjo el 15 de marzo de 1391, en su trascurso murieron algunos judíos; aunque la nobleza, que los custodiaba, con rapidez extinguieron el motín. Meses más tarde, el 6 de junio, los ciudadanos enojados asaltaron en conjunto a las juderías, desvalijando y poniendo fuego a sus viviendas. Se contó que pasó de 4.000 judíos los murieron, a pesar de que a la mayoría se les obligó a bautizarse para no perecer. Por lo que dice un escrito de Hasdai Crescas, vendieron a las mujeres y los niños como cautivos a los árabes.

Córdoba: Dos jornadas más tarde de que se iniciara el motín de Sevilla, comenzó el de Córdoba con la excusa de exigir a los judíos a cristianizarse, una masa, en la que estaban religiosos y siervos de los ricos, atacó la judería y la fortaleza, robando y asesinando a los hebreos. La carnicería duró tres jornadas, en las que se asesinaron a casi todos los judíos de Córdoba. Y los que quedaron vivos se vieron forzados a convertirse al cristianismo.

La comunidad judía no padeció perjuicios irremediables, sin embargo ha sido evangelizada sin demora, quedándose los homicidas con las casas y con las posesiones de los mártires. La sinagoga que fuera hecha en 1315, no volvió a utilizarse como antes, pues más tarde fue usada como sanatorio para la rabia, al principio y luego como ermita de los beatos Crispín y Crispiniano.

Toledo: Finalizando el siglo XIV, Toledo era una urbe con bastantes ciudadanos judíos y árabes. Tenía una decena de sinagogas y cinco locales de aprendizaje y de rezo, a los que a lo mejor hay que sumar dos más de las anotadas. De esta decena, pocas quedaron sin derruir después del pogromo de 1391. Los levantamientos alcanzaron la judería de Toledo el 18 de junio de 1391 y esta ha sido asaltada en la oscuridad de la noche de modo parecido a otras poblaciones de la monarquía, entre los mártires de los asesinatos se hallaban conocidos artesanos, coplistas y escritores.

Barcelona: es destacar de los sucesos de Barcelona, el asesinato de unos 300 hebreos y que  5 sinagogas pasaron a las manos del monarca.


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