El ultimo suspiro juntos

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Me siento muy nervioso… pocas veces he experimentado tanta ansiedad. Que hasta las manos me sudan y los dedos me tiemblan. Veo mi teléfono y me indica que son las 8:25 pm.

La cita es a las ocho treinta, ella siempre fue muy puntual. Y a ésta, la última vez que podremos vernos, se que llegara tan puntual como siempre.

Apenas son las ocho y veintiocho, y el sonido de la lluvia de afuera ensordece y pone aun más mis nervios a temblar, de repente una figura cruzo por la puerta.

Dejando su paraguas en la puerta, se sacudió del abrigo café oscuro, las gotitas de lluvia que tenía en los costados, me busca entre la gente y disimulada, camina directo a mi mesa.

Desde hace un año que no la veo, desde esa triste vez en la que decidimos que lo nuestro no podía ser. Ella estaba casada y aunque su marido era más que un patán imbécil. Ella prefirió quedarse a su lado por la posición económica que el poseía. Se despidió a escondidas dejándome solo un beso y una nota escrita en un pedazo de papel.

“De verdad lamento hacerte esto, siento que te quiero más de lo que pensé llegar a hacerlo. A pesar de todo haberte conocido; fue la cosa más linda… que a mí me sucedió”

Parafraseando esa canción de Nelson Ned que cantábamos desnudos al terminar la madrugada y sonaba la alarma que indicaba, que yo debía partir.

Ambos estábamos más que enamorados, pero ninguno se atrevió a aceptarlo. Sabíamos que aquello era un bello juego, en el que el perdedor, pagaría caro la equivocación.

Muchas y muy apasionadas fueron nuestras noches juntos, bailábamos desnudos, cantábamos en el atardecer, nuestros sentidos llegaban hasta el cielo cuando nuestros orgasmos se sincronizaban. Lo nuestro fue la más bella aventura que jamás pudiera darse en cada una de nuestras vidas. Pero esta, era la última vez en la que podrá tenerla y que, aunque sea por sólo esta noche, sentirla mía completamente. Ya que, el siguiente sábado, justamente a esta hora, celebraría con otro hombre su noche de bodas.

No con el patán que yo conocí, pues a él lo dejo un mes después de despedirme a mí. Ella quiso buscarme y ofrecerme su vida entera, pero claro, mi orgullo y mi corazón estaban devastados y la rechace por dignidad. No podía concebir la idea de que ella me tirase como un papel mojado y luego quisiera escribir sobre mí como si sus heridas jamás hubieran dolido. Pero eso no importa, ella está ahora aquí y se ha sentado junto a mí.

Un beso tenue y suave como la seda, de esos labios tatuados de locura y pasión me acariciaron la mejilla. Le serví una copa de Monte Xaníc, su vino blanco preferido. Brindamos por el reencuentro y platicamos un par de minutos, después, nos fuimos rápidamente al ascensor, rumbo a nuestro lecho clandestino que por esta noche solamente, seria nuestro el más hermoso testigo de aquel amor que jamás nos confesamos.

Con la botella en mi mano izquierda, y ella, con las copas en su diestra, nos tomamos de la mano y cerramos la puerta del pequeño cajón y presione el botón del último piso. El elevador estaba vacío así que no pudimos disfrazar nuestras ansias.

Siempre platicábamos hasta el amanecer, pero esta vez, ninguno de los dos dijo nada. Solamente la tome con mi mano diestra de la parte baja de la cintura y la presione junto a la pared para besarla delicadamente como si ella fuera a romperse.

Mi lengua y la suya guardaban memoria y se reconocieron, mis manos le recorrían la espalda, el costado y pude tocarle sobre el vestido, ese par de senos hermosos y pequeños que tanto me atormentaban en sueños. La bese en el cuello y su olor era tan delicioso que la flor mas perfumada sentiría vergüenza.

Nos dirigimos a la suite 510, esta noche no se merecía menos, y caminamos besándonos con tal elegancia que parecíamos bailar un vals.

Deslice mi mano en su cuello y la mire fijamente a los ojos, tenía un mudo de cosas que decirle pero, no quise decirle absolutamente nada. Suavemente le quite el abrigo y, dejo ver ese vestido negro de tirantes que denotaba un pequeño pero sensual escote en la espalda, ella, me despojo tiernamente de mi saco y desabotono tres de los botones de mi camisa, me beso el pecho. Deslice su vestido y el roce de mis dedos en sus brazos la estremecía, y así cayo ese vestido dejando ver ese cuerpo angelical y hermoso que tantas veces fue mío.

Me incline y bese sus senos que ya fuera por el frío de afuera, o el calor de adentro, estaban duros como una roca, los chupe tan suave y tan delicado que el más mínimo roce de mi lengua dejaba escapar un jadeo lleno de pasión. Baje mis manos, desde su espalda hasta su cadera, bajaba hasta ese culo perfecto y suave y lo apreté con cuidado, ella me apretaba con sus brazos enlazados en mi cuello.

Me quito la camisa sin dejarme de besar cada centímetro del cuerpo. Me despojo de mi pantalón y mi cuerpo le hizo ver que ya quería verla. La abrace y mi erección en su ombligo acelero su respiración hasta entrecortarla.

Aunque mi pasión se desbordaba, la besaba y la tocaba con extrema delicadeza pero al rozar mi mejilla con la suya al besarla, note una gota. Me despegue y note que estaba llorando, nuevamente quería decirle mil cosas pero, solo me limite a limpiarla con mi dedo índice y a abrazarla fuerte.

Ella me beso en el cuello y me jalo a la cama, me pose sobre ella y comencé a besarla despacio y muy suave. De nuevo bese sus senos y  acariciaba sus hermosas piernas, mi mano reconocía esa piel y subía hasta ese hermoso cúmulo de placer. Mi lengua bailaba e su ombligo y ella se estremecía con erotismo, bese poco a poco su pelvis delicadamente depilada, mi lengua llego hasta donde el placer emana como una válvula de la cual, yo sabía cómo abrir.

Volví a subir besando su piel hasta llegar a su boca, la mire a los ojos y la bese nuevamente.

A pesar de ya haber pasado cuatro años… Mi memoria aun tiene vívido el recuerdo de aquella última noche, de la manera tan delicada en la que nos entregamos y nos fundimos  clandestinamente antes de perderla para siempre. Del como terminamos cansados pero satisfechos por haber hecho memorable nuestra atesorada despedida.

Me llevo grabados, sus gemidos, sus gestos y el recuerdo de su calor como el de su piel. De sus ojos mirando a los míos y el recuerdo de nuestras respiraciones agitadas y cansadas hasta ese…

El último suspiro juntos…


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