Ojos que no ven (II)

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Llegó el día de ir a palacio, John estaba muy nervioso. Cogió sus herramientas y allá que fue. Llego hasta el portón de palacio, allí un guardia de la casa real lo acompaño hasta el interior. John no era de la realeza, así que entró por la puerta de servicio. John estaba entusiasmado, una vez dentro, quedó perplejo de todo lo que veía, jamás había visto un lugar así, tan lujoso. El pobre John se sintió muy pequeño, pero eso no le hizo parar. Así que se puso manos a la  obra y a trabajar.

Limpiando una de las chimeneas, sin poder evitarlo, oyó un llanto. No sabía exactamente de donde provenía. Dado el carácter bonachón de John, no pudo evitar averiguar de dónde provenía ese llanto, más que nada por si se trataba de alguien que necesitara su ayuda. Así que siguió el sonido del llanto que le llevó hasta un jardín.

Allí encontró a una joven muy bella, de cabellos largos y rojizos y de aspecto muy delicado. La pobre lloraba desconsoladamente. Tímidamente John se acercó a la joven y le preguntó que le ocurría. La joven si apenas mirarlo le dio un papel que sostenía en su mano, y le dijo - Léela por favor- . John leyó el contenido de ese papel el cual decía - Siento decir que tenemos que romper nuestro compromiso, he conocido a otra mujer y nos casaremos en breve -.

-¿Que voy a hacer? - le decía la joven. - Soy desdichada, jamás me casaré. Nadie me ama -.

John no sabía que decir, ni que hacer. Solo se preguntaba para sí, como una persona puede dejar así, sin más, a una joven tan bella.

Ni siquiera se atrevió a tocarla, sus manos estaban sucias y temía manchar a la joven de hollín. Así que John, sin mediar palabra se retiró en silencio, mientras la joven lloraba.

El día había transcurrido sin más, John terminó su jornada en palacio. Sin embargo, gustó tanto su trabajo que la reina decidió llamarlo de nuevo y ofrecerle ser deshollinador oficial. John aceptó encantado, supondría un sueldo fijo  y ganar un poco mas de dinero.

Así que al día siguiente volvió. Cuando se dispuso a limpiar otra de las chimeneas de palacio, volvió a oír ese llanto,  se imaginó que era de la joven. Así que volvió al lugar donde la encontró y allí estaba, seguía sentada en el mismo lugar, sosteniendo aquel papel. John no paraba de contemplarla y se preguntaba como una joven tan bella podría estar tan triste.

Transcurrió el día, y John volvió a casa. Pero no podía dejar de pensar en la joven pelirroja que lloraba en el jardín. Le parecía tan bella, que pensaba que si él hubiera sido aquel hombre de la nota, jamás la habría dejado.

Decidió tomar cartas en el asunto, y decidió que aunque para ella fuera invisible, él la haría feliz.

 (Continua)


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