OJOS QUE NO VEN (III)

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Al día siguiente, John cortó la más bella rosa que encontró en  palacio y la dejó en el banco donde se sentaba la joven. La joven cuando llegó vio aquella hermosa flor, la cogió la olió y sonrió. Miraba para un lado y otro, pero no vio a nadie. Sin embargo, John la observaba desde la azotea de palacio, y al vislumbrar su sonrisa sintió que su corazón ardía.

Al día siguiente, John le dejó otra rosa pero esta vez con una nota que decía “eres más hermosa que esta humilde flor”. La chica, al ver esa nota junto a la flor, volvió a sonreír.

Así transcurrió un día y otro, y otro. Y John cada día le regalaba a la joven una rosa y le escribía una nota con las más bellas palabras. La joven cada día se sentía mejor, y anhelaba saber quién era la persona que le dejaba escritas esas bellas palabras.

A veces, la joven se imaginaba que podía ser un caballero de palacio, joven, alto fuerte, de buena familia, no paraba de preguntar a los criados si veían algo o alguien. Pero todos les respondían que no.

John se sentía el hombre más feliz de la tierra, la joven preguntaba por él, aunque sin saber ella que quien le dejaba aquellas notas  era aquel pobre deshollinador.

Transcurrieron seis meses, y John decidió dar un paso más. Así que dejó una nota a la joven en la que decía “Te amo desde el primer momento en que vi tus lagrimas caer, deseo ser quien detenga tus lagrimas para que jamás vuelvan a caer”. Al ver la joven aquella nota, sintió que su corazón se desbordaba y decidió dar un paso. En el mismo lugar en el que recogía las notas que John le dejaba, ella dejó una nota que decía “mi corazón salta de alegría cada vez que leo tus palabras, no sé quién eres, no sé cómo eres, pero solo sé que te amo”.

John al leer esa nota, sintió que su pecho iba a estallar de felicidad. - Me ama- se repetía, - me ama -. No lo podría creer, aquel pobre hombre había conquistado el corazón de aquella bella mujer.

Lleno de alegría John decidió acercarse a la joven y decirle que era él quien le dejaba esas notas. Si, lo tenía decidido. Ella le amaba, se lo había dicho “No sé quién eres, ni cómo eres, pero solo sé que te amo”. Esa frase la tenía grabada en su mente y su corazón.

Allí estaba ella, más bella que nunca, sonreía como nuca. Se encontraba sentada, como esperando a alguien. Dios, era tan bella que John sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. Cuando por fin logró estar tras ella John tímidamente tocó su hombro, la joven se dio la vuelta, miró a John y le dijo - Perdone pero el servicio no puede estar aquí, así que vuelva a su lugar de trabajo -. Ni siquiera le miró, ni siquiera le tembló la voz, lo trató como si no fuese nadie, para ella John no existía.

John sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. No tuvo valor para decirle que él era aquel hombre al que ella amaba. No fue capaz.

John respondió a la joven – Perdón -, y se marcho llorando en silencio.

Jamás volvió a encontrarse con la joven, no quiso acercarse a ella. Sin embargo, cada día le dejaba una rosa y una nota con las más bellas palabras de amor.

La joven pelirroja siguió cada día leyendo esas notas, y esperando en aquel banco al hombre que tanto amaba y que un día llegó, pero que sus ojos no quisieron ver.


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