Memorias de una Escort [2]

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Veo como Roger sale de la habitación, realmente es un chico muy atractivo; “pensaba que esto iba a ser más duro pero si todos los chicos son como él…” pienso para mis adentros.

Me doy un baño relajante, mientras pienso en lo acontecido hace unos momentos. Mi vida sexual siempre ha sido de aventura, probando cosas nuevas, sin muchas seriedades y sobre todo sin tabús. Plena y satisfactoria.

Salgo de la ducha. Me visto. Cojo el sobrecito de encima de la mesita. 100, 200, 300, 400 y 500; perfecto para una “principiante” y un par de horas. Salgo de la 704. Camino hasta el ascensor que está a un minuto de la habitación y casualmente me vuelvo a tropezar con el mismo hombre de antes en el ascensor.

-Buenas tardes señorita – me dice con una sonrisa que deja entrever unos dientes perfectos y blancos-.

-Buenas tardes – le contesto con reciprocidad-.

Ambos entramos en el mismo ascensor, solos. Observo como de nuevo de vuelve a escrutar de arriba abajo, con lujuria. Mi zona más íntima comienza a humedecerse. Empiezo a sentir como mi cuerpo entra en altas temperaturas, muy altas. Por un momento imagino a aquel hombre apretando el botón de parada y empotrándome contra la pared del ascensor. ¡¡¡Oh dios, no lo estoy imaginando, está pasando!!! Aquel hombre cuyo nombre aún ni sabía, se encontraba desabrochando uno a uno los botones de mi blusa y lo peor es que ni me importaba. Mi cabeza no pensaba, se dejaba llevar por la excitación del momento. Aquel ascensor de un hotel de alto standing. Con una clientela abundante fuera que podría escucharte si suspirabas un poco fuerte… Mi respiración se volvió agitada. Sus manos subieron mi falda hasta la cintura. Se deshizo del ligero que había debajo y rompió de un tirón la fina braga que se interponía entre él y mi sexo. La blusa quedó totalmente abierta. Y el sujetador dejaba mis senos al descubierto. Le empujé la cabeza hacia ellos y mordió mis pezones con ahínco. Con deseo. Bajó la mano hacia mi vagina empapada e introdujo dos dedos dentro, los movía hacia delante y hacia atrás. Me miraba con picardía, con una sonrisa a medio terminar. Tapo mi boca con la mano que le quedaba libre. De repente retiró sus dedos de mí y los sustituyó por su lengua, le dio un lametón de arriba abajo y volvió a colocarse a mi altura para darme un beso húmedo en los labios.

   -Cenamos esta noche y terminamos lo empezado?

Entre suspiros musité un sí

   -Calle Lope de Vega. Restaurante Universo. a las 22:00. Te espero.

Me adecente rápidamente sin ser consciente aún de lo que había pasado en estos 10 minutos. Cuando estuve preparada para salir pulsó el 1 y el ascensor descendió. Salimos del ascensor como si nada, cada uno por su lado. Como dos completos desconocidos. Bueno realmente lo éramos.

    Atravesé la puerta giratoria del hotel y pedí un taxi. En un minuto tenia uno en la puerta, monté y lo dirigí hasta casa.

 

   Ya en casa seguía alucinando con el día que estaba llevando. Miré el reloj. Las 18:45. Tenía tiempo aun antes de la cena. Fui a la cocina a por algo de comer. Un yogurt y unas fresas, perfecto, subí a la habitación con mi tentempié y abrí el armario, me senté en la cama y mientras comía contemplaba la cantidad de trapitos y zapatos que tenía. Y que me pondría esta noche? Me fijé en un vestido negro, corto y con un escote no muy alarmante. Pues ese me pondría. Terminé mi preparado de fresas y lo llevé al lavavajillas. Limpié los restos de la comida de esta mañana y volví a mirar la hora. Las 20:25 h. subí arriba y me dí una ducha rápida. Me adecenté el pelo. Una onda por aquí, otra por allá. Perfecto. Ropa interior acorde con el vestido, zapatos que estilizan y entro en el vestido. Por último un toque de maquillaje y unos pendientes un poco largos.  21:45. Pido un taxi que en 5 minutos está abajo.

   -Restaurante Universo

  

20 minutos más tarde me encuentro en la puerta del restaurante. Fuera un cartel con el nombre que hace que dibuje una sonrisa. La O es como Saturno y unas cuantas estrellas alrededor. No es muy original pero me hace gracia.

   -Tienes la sonrisa más bonita de todo el universo – me susurra alguien a mis espaldas.

Su voz ligeramente áspera ya me excita. Me giro y veo a aquel hombre del ascensor. Ahora incluso más atractivo que antes.

   -Creo que no ha habido momento de presentarnos, me llamo François.

   -Yo Melissa. Encantada.

   Después de las presentaciones nos dirigimos dentro. El lugar es espectacularmente bonito. Nos sentamos en una mesa y François pide por los dos.

   -Espero que no te importe que haya pedido por los dos, vengo a menudo y lo que he pedido esta delicioso.

   -Tendré que fiarme de ti y tu gusto culinario – le digo con una sonrisa.

La cena transcurre entre risas y confesiones un poco subidas de tono.

   François coge el móvil, marca un numero y a los segundos le dice al del otro lado del teléfono: “puede venir ya mismo?... aha….aha” .

   Salimos fuera del restaurante y una limusina de unos 8 metros nos espera en la puerta. Mi cara fue de desconcierto total. Dentro un despliegue de botellas de alcohol, nevera con snacks… Él se toma la libertad de servirme un Gin-Tonic . Comienzo a beber y enseguida noto como los colores me deben estar subiendo a las mejillas.

   -Continuamos lo de antes? – Me susurra dándome un beso con sabor a ron-

   Yo, anonadada aún por todo lo que está sucediendo, asiento con los ojos como platos.

   François se deshace de mi vestido. Me recuesta sobre el asiento de aquella limousine y se deshace también de su camisa y pantalones. Esta vez se despoja de mis bragas más suavemente. Como admirando lo que tiene delante. Toca y mira mi sexo con descaro. Pone su media sonrisa de nuevo y se sumerge en lo más hondo de mí, haciéndome retorcer de placer. Su lengua se cuela por todos los rincones de mi sexo. Sus dedos exploran junto a su lengua mi interior y mi cuerpo se vuelve ávido de él. Le aparto un momento para complacerle yo a él y bajo hasta sus profundidades para degustar su miembro. Admiro su activo pene y lo introduzco deseosa de él en mi boca, me pide que lo meta hasta el fondo y así lo hago, mi saliva humedece todo su sexo y lo lamo y masturbo a la vez con pretensión. Cuando advierto que le queda poco lo saco de mi boca y manualmente hago que su esencia termine llenando mi boca. No satisfecha, me poso encima de él y la meto en mí, me muevo rápidamente con lascivia y enseguida llega mi momento, ese momento que llevaba esperando desde aquel instante en el ascensor.

 

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