Juego para tres (1)

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Nunca fue un secreto que por un tiempo, yo deje de trabajar para cuidar a mi hijo, así como tampoco fue un secreto que en esos días yo era el encargado de las labores de la casa. Disfrutaba mis vacaciones, pero más disfrutaba conocer a muchas personas nuevas y claramente me refiero a las mujeres.

Al salir a la calle por cosas para la casa, me hice amigo de la de la tienda, de la chica del pollo, de la cremería, etc. Pero Claudia, fue la más caliente de todas por mucho, ella me vendía la fruta y siempre me coqueteaba muy descarada, siempre recibí piropos de mujeres cuando llevaba a mi bebe en brazos pero ella siempre me tiraba el perro en contexto sexual.

Con 40 años y excelente cuerpo, Claudia se sentía segura de sí. Siempre que me despachaba me hacia la misma pregunta. Que cuando me iba a escapar un rato para que me mostrara su fruta más jugosa. Lo sé, era vulgar, pero me encantaba su cachondez.

Casi siempre se ponía una falda entallada o un vestido que resaltaba sus hermosas y marcadas pernas, y cuando se agachaba, hacia suspirar a todos con su enorme trasero, una cintura delgada con un busto firme y pequeño, de piel clara y ojos grandes con una nariz afilada, se notaba más joven que lo que era.

Yo no podía hacer mucho cuando iba por mi fruta, ella solo me tallaba su culo en mi entrepierna pero con mi hijo no podía hacer más que darle una que otra nalgada, pero un día sábado que mi esposa estaba en casa fui temprano a encerrarme con ella en su bodega.

Era una máster en las artes del sexo y me dejo picado, pero por una u otra razón cuando entre a trabajar ya no pude visitarla y cada que pasaba con mi esposa en su local, se mordía los labios, después, cuando mi esposa le daba la espalda yo la veía y ella me mandaba besitos.

Pasaron los meses y con el trabajo ya casi no pasaba por su local pero un día, al llegar de trabajar, note que había cosas en la banqueta donde me bajo del bus. Ella se había cambiado a la esquina de mi cuadra y estaba metiendo sus cosas.

-¿Que paso doña Clau? ¿Ya la corrieron de allá? Je je –Le dije guiñándole el ojo

-Si mijo ya ves, ya no me querían allá –Me dijo mientras sus hijos estaban metiendo unas cajas

-por puta… por andarme cogiendo al que me rentaba – me susurro cuando sus hijos se alejaban

Solo sonreí y ella me sonrió perversa, el color se me subió y baje la mirada, cuando vi, ella me tomo del brazo con la voz cambiada.

-Oye…  ¿quién es la chica con quien te bajaste del micro? Nada más que sepa tu esposa y te va a pegar.

-Ohm es una chica de aquí cerca, no pues solo somos amigos, y ni creo que tanto porque solo a veces nos encontramos en el pesero. Pero nada más.

Jenny es una chica de 19 años que estudia la facultad de medicina y practica en un hospital en las tardes, en ocasiones coincidimos y nos sentamos juntos para platicar muy a gusto, pero no tengo malos pensamientos con ella, al menos, no hasta ese día.

Contrario a Claudia, Jenny es muy delgadita y pequeña, piel blanca y cabello negro lacio hasta la cintura. Tiene el cuerpo de una adolescente, sus pechos y sus pompis son muy pequeños y su carita es muy dulce, tal vez por eso no me atrae, mas no sabía que a Claudia sí.

-Y ¿ya te la tiraste? –Esa pregunta me tomo por sorpresa.

-Como crees… está bien cerca de mi casa, que tal si el chisme corre.

-Pues cógetela, se ve que le gustas.

-Pero a qué hora si mi esposa me mide el tiempo. Por cierto ya me voy si no voy a perder

-Está bien corazón no te quito más tiempo.

-Adiós

-adiós, pero oye… no se te olvide pasarme a visitar cuando puedas.

-Ohm pues solo seria en las vacaciones de mi esposa, ella se va a nuestra casa en el pueblo para ver a su mama y a la mía.

-¿Cuando?

-En un mes sale ella. Bueno… adiós

Me fui a casa y ella se quedo mirándome y me mando un besito, yo solo pensaba en que tenerla ahí me daría más tentación, pero que en las vacaciones me la pasaría con ella unos días.

Pasaron los días y la amistad con Jenny crecía, platicábamos de más cosas y nos bajábamos siempre en la frutería, y Claudia, nos miraba muy sonriente. Un viernes Jenny me dijo que se había hecho amiga de la señora de la fruta y yo lo tome muy tranquilo, pero cuando me dijo que le confesó que ella y yo habíamos tenido relaciones me quede atónito.

No podía creer que ella le hubiera dicho eso, la imagen de mi esposa furiosa fue lo primero que me vino a la mente, pero su sonrisa me tranquilizo cuando me miraba con deseo.

-Y dice que coges bien rico. ¿A poco si?

No sabía que decirle, estaba helado y solo sonreí muy confundido, como estúpido, exacto, más todavía.

-Oye y ¿qué crees que me dijo?

-No sé.

-Que le dijiste que se te antojaba un trío con ella y conmigo.

-Ehh?

Esa nunca la vi venir, trague saliva y me llene de vergüenza mirándola asombrado. Pero nuevamente su mirada me dio la calma y cuando sentí su mano recorriendo mi pierna hacia arriba, mi corazón estaba latiendo fuerte pero sin temor.

-Tranquilo, no pasa nada. La verdad es que no suena tan mal…

Se paro y se fue a la puerta de atrás, ya habíamos llegado y nos bajamos, nos despedimos con un beso casi en la boca y se fue, pero yo entre rápido a la frutería.

-Doña Claudia, venga para acá un momento.

-¿Que paso corazón porque vienes tan pálido? –Me susurro porque una clienta estaba comprando.

-Ya Claudia si sabes por qué, que cosas hablas con Jenny que me dijo que yo te dije que hiciéramos un trío.

-Ay ya relájate que no me vallas a decir que estaba molesta. Si le encanto la idea a la chamaca

-Pero yo nunca te dije.

-Ya maricón… yo sé como hago las cosas y créeme que nadie sabe fuera de nosotros tres. La verdad es que la chamaca me gusta un buen, la deseo mucho, hasta me he tocado pensando en ella pero sé que la única manera de tenerla es así, contigo.

Me quede más pálido de lo que ya estaba, y solo pude decirle que tuviera discreción.

-No te preocupes mi amor, te hice ver como el mejor de los amantes para que ella cayera, ya estoy planeando que esto se va a hacer en las vacaciones, así que vete preparando.

Asintiendo, me Salí del local con los nervios de punta porque ya faltaba una semana, las manos me temblaban y tuve que relajarme antes de entrar a mi casa.

Pasaron los días y las vacaciones de fin de curso habían llegado.


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