Fobia absurda

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Todo el mundo tiene filias y fobias. Algunas inexplicables a ojos de los demás. Nadie puede negarlo, aunque algunas personas no lo quieran admitir. Los seres humanos somos únicos cada uno hasta en esos matices.

Pero el historial de fobias tiene más cachondeo, más morbo, más capacidad de asombro, sobre todo si le afecta a los demás, claro.

Yo tengo que confesar que no me asusta la oscuridad absoluta de la noche, ni siquiera cuando era niña, tampoco me asustan los cementerios, para mí, de hecho tienen una halo de romanticismo trasnochado.

Viajar en avión no es mi pasatiempo favorito, pero tampoco tengo que doparme para subirme en él e intento disfrutar lo máximo posible del trayecto, si te acompaña alguien grato como pasajero.

Tampoco me dan miedo las historias de fantasmas, de aparecidos, ni los lugares encantados supuestamente por almas atormentadas.

Pero, claro que tengo mis propios terrores personales, pero sólo voy a confesaros dos ejemplos que pueden causar risa al lector:

-Una noche de luna llena la pasé entera en vela, porque se posó al lado de la cama en mi pared, una polilla. No era especialmente grande, era una fea, simple y vulgar polilla. Me quedé tan paralizada, sin capacidad de reacción, que no puede levantarme y echarla o llamar a alguien de mi familia para que lo hiciera. Porque eso sí, sería incapaz de matarla. Sólo esperé a que volara y se fuera, pero no lo hizo hasta que amaneció. ¡ Vaya nochecita que pasé sin pegar ojo!

-Otro día, cuando iba al instituto en mi tierna adolescencia, fui a visitar un museo de ciencias que incluía un mariposario. Todos mis compañeros disfrutaron con el espectáculo de múltiples colores de las mariposas y la recreación de una pequeña selva. Yo, en cambio, estaba al borde del desmayo con el calor húmedo del lugar y para colmo de males, una mariposa se posó en mi hombro. Salí despavorida como alma que lleva el diablo, fue uno de los momentos más bochornosos de mi vida.

Ahora, quien quiera, puede también contar sus fobias inconfesables :)


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