Siempre conmigo

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Enviado el , clasificado en Terror / miedo
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-Mira, ahí va ese bicho raro.

-En serio, parece salida de una película de terror.

Oigo los comentarios de mis compañeras de escuela y finjo ignorarlas. Sea como sea tienen razón. Soy un bicho raro en apariencia y actitud. Solo hace falta ver mi piel pálida y mis ojeras para imaginarse que soy alguna aparición. Sin embargo, los verdaderos fantasmas tienen un aspecto mucho más inquietante. Eso lo sé muy bien, pues soy una de los desafortunados que ha nacido con el don de ver espíritus. No es algo tan maravilloso verlos, ni mucho menos. Una vez saben que los ves, no te abandonan nunca. Supongo porque eso los hace sentir vivos. Si le llegase a contar a alguien lo que me pasa me llamarían mentirosa o loca como lo hicieron en el pasado cuando era niña. Desde entonces no he vuelto hacer amigos. A lo mejor si estoy loca.

Justo ahora en mi camino a casa veo por lo menos cien espíritus a lo largo de la calle, algunos parecen personas, otros son demonios o algo por el estilo.

-He oído que vive sola en una habitación sucia. Allí hace sus ritos diabólicos.

-Oye, habla más bajo te oirá.

-Eso no importa, es estúpida.

Esas chismosas hablan descaradamente, me pregunto si se reirían al ver el fantasma que tienen pegado a la espalda. Es cierto que vivo en un apartamento pequeño pero no es sucio, y tampoco vivo sola, mi madre trabaja de noche y casi no la veo. Ella también me tiene miedo.

Llego al paradero del autobús y las dos chicas siguen adelante mirándome y riéndose.

En casa, ya mi madre se ha ido y ha dejado comida congelada en el refrigerador. Hay un espíritu particularmente horrible en el fregadero tiene varios agujeros en la cara y cuerpo que no dejan de sangrar y sangrar. Como un poco y boto los platos desechables. La tv no enciende como siempre y voy a mi habitación. Luego de asearme me pongo el pijama y  me acuesto en la cama cubriéndome de pies a cabeza. Ya la noche ha llegado y con ella más espíritus. Se apretujan entre ellos susurrando, caminando, arañando, gimiendo. No podré dormir bien esta noche, igual que todas las noches. Aquí están conmigo. Sin dejarme sola nunca. En la oscuridad junto a los muertos.

 

Un ruido me despierta. No es un ruido de los espíritus. Alguien ha abierto la puerta de la entrada. Veo el reloj digital junto a mi cama. Son las 2:45. No puede ser mi madre. Me levanto y sigilosamente me acerco a la puerta. La abro un poco y veo frente a mí a un hombre alto que sonríe mirándome de forma desagradable. Empuja la puerta y yo caigo sobre la cama sin tiempo para ponerme de pie. El hombre se lanza sobre mí y empieza a rásgarme el pijama. Grito por ayuda.

-Grita lo que quieras brujita, no hay nadie en este edificio que quiera ayudarte. Te he estado observando. Das miedo pero no eres fea.

Intenta besarme a la fuerza y le muerdo el labio inferior. Él me empuja y me da una cachetada con su enorme mano haciéndome  sangrar. Le suplico que no lo haga pero el hombre tira de mis bragas.

-Seguro que eres virgen.

Lo odio. Odio a ese sujeto. Me pongo a llorar y junto a mi lloran los espíritus.

-¿Qué es eso?

El hombre ha abierto los ojos como plato. Ya no se escuchan los llantos sino risas. Risas diabólicas. Una mano húmeda acaricia la mejilla del hombre y este retrocede.

-¿Qué ha sido eso?

Las risas siguen. El hombre intenta huir pero la puerta se cierra y algo lo empuja contra ella. Cuando se incorpora puede ver los espíritus en la habitación o más bien los siente, y él empieza a llorar. Abren la puerta y se lo llevan mientras grita con locura. Desconozco su destino. Pero más allá de la sorpresa descubro que aquellos muertos, aquellos espíritus antiguos me han protegido. Como una luz que se enciende en mi mente soy consciente por primera vez que nunca he estado sola. Ellos me cuidan.

 ***

Las clases han terminado y es hora de irse a casa. Hoy es un nuevo y maravilloso día.

-Ahí va, la chica bruja. No sé porque sigue viniendo a la escuela sino tiene amigos.

-Ese fenómeno no entiende que esta escuela no es su lugar.

Nuevamente escucho las palabras ofensivas de mis compañeras pero esta vez no las ignoro. Me giro y voy hacia ellas.

-Las maldigo-les digo sombríamente y veo como sus caras se ponen pálidas-Tú has estado hablando todo el día de hoy del gorro que te trajo tu padre del extranjero. Regálamelo y retiraré la maldición.

Parecen a punto de desmayarse.

-Anda, dáselo rápido-apremia la una a la otra.

Me dan el gorro asustadas.

-Ahora bien, si las vuelvo a oír hablar de mí, haré que se les caiga el pelo y los dientes. Lárguense.

Ellas corren despavoridas, y yo me pongo el gorro nuevo, no está mal. He decidido no aguantar más insultos, soy quien soy y no merezco ser juzgada de ningún modo. Ellas se equivocaban al decir que no tengo amigos. Si los tengo. En todo el mundo. Y ellos nunca me abandonan.

 

La chica bailaba con un millar de espíritus

Entre el dolor y la pena ella era su única alegría.

Por ella absorverian el mundo.

El mundo por ella.

 

 


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