Destino

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En un tiempo lejano existieron dos tribus hermanas. Estas llegaron siendo una sola del sur escapando de las noches de invierno de nunca acabar. Su andar les llevo meses y muchos quedaron en el camino, pero al final lograron lo que buscaban y se instalaron en amplias mesetas rodeada de bosques y un arroyo. Pasaron los años y poco a poco dos maneras de vivir se iban configurando y ocupando distintos espacios y llegó el momento en el que nadie supo que alguna vez fueron uno. Celeste, como se llamaba la tribu que se asentó cerca del arroyo amaban el agua y el bosque. Eran las mujeres quienes, con sus manos hábiles y delicadas creaban maravillas a partir de lo dado por la tierra. Sus creaciones embellecían la tribu y los corazones de quienes habitaban en ella, pues adoraban lo que el hombre en conjunto con la naturaleza construían. Muy distinto sucedía con Rojo, donde la fuerza y el valor eran los atributos venerados, y si había creación admirable eran las armas de guerra dado que fue la guerra lo que le dio su sentido y su importancia.

Pero las diferencias siempre generaron conflicto, y durante muchos años hubo una fina paz entre ambas tribus con la imposición de que no exista relación entre ellas más allá del comercio. Quien nacía Celeste, Celeste moría, quien nacía Rojo, Rojo moría. Eso creyeron los líderes de cada tribu ya que desconocían que no hay ley ni imposición que ponga freno a los corazones ni al destino de las personas.

En Rojo nacía un niño y con él la profunda tristeza de una madre. Nunca pudo amar a su esposo guerrero, ya sea en en la vida o en la muerte, porque no veía amor ni en la lucha ni en la fuerza. Pensar que su hijo estaría destinado a la guerra y a la muerte la llenaba de tristeza. Pero esa noche fue Celeste en cuerpo y alma lo que la llevo a tomar una decisión para con su hijo recién nacido. Será mujer y se salvará de su destino fúnebre, prometió bajo la luz de las estrellas. Así se crió Angélica, con vestidos y su andar delicado.

Tiempos de una gran guerra se avecinaba. Esta vez no eran tribus lejanas que querían invadir sus tierras sino que era el fin de una historia de hermandad ya olvidada. Los líderes de Rojo querían terminar con Celeste, durante muchos años soportaron esa tribu sin lógica, sin poderío alguno. ¿Cómo no es el ejército la mayor importancia? ¿Cómo se la pasan entre los bosques jugando? Y peor aún ¿Cómo es que gobiernan las mujeres? 

Angélica se hizo a los ojos de su madre y por eso fue mujer. Pero por fuera de su hogar admiraba a los guerreros que veía partir en caballos con sus armas. Y soñaba, soñaba a ella arriba de un gran caballo con una lanza lista para el combate, pues Angélica también fue hija de uno de los más grande guerreros de Rojo.

Tal vez fue por eso que el día de la gran guerra le fuera fácil subirse a un caballo e infiltrarse en ella. Una parte de Angélica despertó, ya no era el deseo de su madre, tampoco un guerrero sediento de lucha, esa noche fue uno con el caballo y juntos galoparon hacia su destino, juntos hacia la muerte.

 


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