"Más allá de las estrellas" Parte 04 de 09.

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-              Sí, más que eso. Te contaré.

Cuando dos caballos de mar, un macho y una hembra se encuentran y se atraen, unen sus colas como símbolo de amor, y cuando lo hacen quedan unidos genéticamente, y son leales desde ese día, el macho no tiene otra pareja, ni la hembra busca a otro.

 

Son fieles, estarán unidos para toda la vida. Y si uno de los dos fallece, los dos lo hacen, es decir, si la hembra fallece antes del macho, el macho no aguanta su soledad y a los pocos días, muere de tristeza.

 

-              No lo sabía, es increíble.

 

-              Un caballo de mar significa lealtad y amor.

 

Así que, si alguien te regala un caballito de mar, ten por seguro que su amor es verdadero y honesto.

 

-              ¿Y por qué me lo das tú a mí?

 

-              Porque no lo sabías, así que te doy éste caballito para que recuerdes el valor de la fidelidad.

 

Encuentra a tu persona ideal y haz lo que te dije.

 

-              Lo haré, Giugno. Muchas gracias, lo cuidaré bien.  –Sonreí-

 

-              Ahora sigue tu camino, Cantil debe llevarte, no estás muy lejos.

 

-              Sí, Zael, mejor ya vámonos, que no quiero que se haga más tarde. -Me dijo Cantil-

 

-              Sí, Cantil, está bien. Nos vemos Giugno, un placer conocerte, nos vemos también Mateo, que estés muy bien.

 

-              Que tu destino te encuentre. -Me dijo Giugno con una linda sonrisa-

 

-              Sé feliz, nos veremos luego.  -Dijo Mateo.

 

-              ¡Adiós!, le dije a los dos.

Nos alejamos poco a poco en la lancha, y vi como Giugno regresó a la piedra para cantar mientras que Mateo se sumergió en el agua.

 Me sentía muy feliz, se cumplió mi sueño de conocer una sirena, y tenía ya un regalo muy especial en mis manos.

Seguimos navegando Cantil y yo, durante un rato vi varias estrellas fugaces, eran fantásticas, no estaba tan lejos de ellas, así que sentía su gran fuerza, los fuegos artificiales les quedan muy cortos.

Me acomodé dentro de la barca y tenía en las manos el caballito de mar. Lo acariciaba lentamente, y me quedé pensando.

-              ¿En qué piensas, Zael? –Preguntó Cantil-

 

-              Pues… En nada… En que… Todo esto es hermoso… Me pregunto por qué yo estoy aquí.

 

 

-              Eres afortunado.

 

-              La verdad sí.

 

 

-              Oye Zael… ¿Hace cuanto no te enamoras?

 

-              Híjole… No me hables de eso. –Reí un poco-

 

 

-              No, enserio, dime.

 

-              Pues… Hace mucho… Realmente siento que nunca me he enamorado de verdad… Sería muy lindo cuando eso pasara. Tengo ganas de enamorarme, de alguien que me ame… No sé… Sentir “eso”.

 

 

-              El amor sí existe… Te lo juro.

 

-              Sé que sí…

Cantil se dio cuenta de que me estaba quedando dormido, y me dijo que me acostara en la lacha y me cubriera con el cobertor que estaba ahí. La verdad no lo pensé mucho, y me acosté. El movimiento de la lacha y el canto de Giugno que aún podía oírse me arrullaron y me quedé profundamente dormido.

No sé cuánto duré dormido, pero fue suficiente para soñar. El sueño que tuve fue muy raro, en realidad no sentí que fuera un sueño, sino más bien, creo yo un sueño premonitorio. No sé. ¿Sería?

En aquel sueño me encontraba yo caminando en una calle, yendo a la parada de un autobús. Traía puesta una sudadera blanca, un pantalón azul y unos tenis rojos.

Al llegar, esperaba junto a una señora que usaba un suéter rosa. Veía pasar los autos, bicicletas y jóvenes en uniforme. Parecía ser las siete de la mañana, pues el Sol no estaba tan arriba.

Se aproximó un camión largo color verde, son grandes y tienen tres puertas. Me preparé para subir acercándome a una rampa. Entré y me senté, casi no había personas en aquel camión, así que el clima y el momento fueron muy tranquilos.

Saqué mi teléfono celular y mis audífonos para escuchar melodías y cantar en mi mente. El camino sería algo largo y quería aprovechar el momento.

Ese tipo de autobuses hace paradas muy continuas, entra y sale gente. Pero… Ese día no entraban, sólo salían. Extraño… Sí.

Yo iba en la parte casi media, adelante vi que venían algunas personas, señoras, señores, mujeres, y así. Atrás también.

Hasta ese momento mi sueño iba “normal”, nada peculiar.

El autobús iba pasando por lugares transitados de mi ciudad, los principales bulevares por ejemplo.

Estaba muy tranquilo, me perdí en mi música como es de costumbre y no me di cuenta que pasó, pero el camión se quedó vacío. Sólo estaba yo junto a mi mochila. Fue extraño eso, pero no me importó del todo, no faltaba mucho para llegar a mi destino.

Luego de darme cuenta de que me encontraba solo, llegamos a la ante penúltima parada, en ella no vi personas esperando otros autobuses, no había nadie pero, se abrieron las tres puertas, por casualidad, impulso o intuición voltee a la primera puerta, a la parte delantera del autobús, y veo que alguien sí había subido, pero no era una persona, era un pequeño tejón. Era muy lindo, no se veía muy adulto, algunos seis meses aproximadamente.

Era muy lindo, dicen que son agresivos así que no me paré a tocarlo, sólo vi como entró muy despacio, como buscando un lugar vacío para sentarse, pero bueno, el camión literalmente estaba vacío así que no tenía problema.

Creo que me vio, pues se acercó a mí, yo sólo le sonreí y le dije: “Hola, bonito”, él dio algunos pasos para atrás, tal vez lo asusté. Se fue hacia adelante y regresó a donde yo me encontraba.

Empezó a olfatear el piso hasta que se le cruzó el aroma de algo que llevaba en mi mochila. Sin alzar la mirada caminó hacia donde estaba aquel aroma, sin importarle pasar por debajo de mis rodillas.

Empezó a lamer el forro de mi mochila buscando qué era aquello que olía tan delicioso, yo sólo sonreía, y con cuidado de no empujarlo, abrí mi mochila y saqué una dona, no de esas que venden en tiendas caras, era una simple dona con cubierta de chocolate.

Al tenerla en mis manos y sacarla de la bolsa, el tejón alzaba la mirada muy ansioso, ya quería probarla, me veía con una cara de ternura, que conquistaría con ella hasta la persona más fría de éste mundo. Le partí un pedazo y despacio se lo di en la boca al tejón para que no mordiera con sus colmillos. Se la comió muy rápido, era un tejón amante de las donas.

Seguí partiendo pedazos de la dona hasta que se terminó, y el tejón se lamió el hocico, buscó mis dedos y los empezó a lamer, me dieron cosquillas, pero aún tenía miedo de que me mordiera.  


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