Los tenistas

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Eran cuatro. Cada jueves desde hacía años, se encontraban para jugar un partido de dobles en un club de tenis cerca de Barcelona. Eran amigos, sí, pero cada uno tenía un secreto que no conocían los demás.

Eduardo “el argentino”, cincuenta años. Para los otros tres era parado de larga duración. Su secreto: Policía secreto encargado de infiltrarse en grupos terroristas. Ocultaba siempre una pistola Glock 17 en una de las fundas para raqueta. Se declara oficialmente homófobo y no pierde ocasión de ridiculizar a los homosexuales .

Antonio, cincuenta y nueve años, para todos es autónomo mercantil. Su secreto: Trabaja de forma esporádica para las mafias locales, se le conoce bien en los bajos fondos.

José, sesenta años, funcionario prejubilado. Su secreto: Es testigo protegido a la espera de testificar en un juicio contra un famoso político corrupto.

Rafael, cuarenta años. Ingeniero. Su secreto: Es homosexual. Nadie de su entorno lo sabe.

                                                          *****

                                                  Primera ausencia.

__ ¡Tropa! __ anunció Eduardo (le llamaban el argentino pues había trabajado muchos años en ese país) __ voy a estar unas semanas sin venir, tendréis que pedirle a Juan que me sustituya. ¿Ok? Me voy unas semanas con una amiga a Menorca__ anunció al tiempo que guiñaba un ojo.

Dando por bueno el falso motivo aducido por Eduardo, se pusieron a jugar. El tal Juan solía sustituir al jugador que por un motivo u otro fallaba.

Dos semanas más tarde, Eduardo volvió a aparecer en el club. Un par de mentiras y nadie se interesó más. Ya estaba allí y lo importante era la partida de tenis. Al mismo tiempo, en los medios de comunicación se daba eco a la noticia de que había caído un grupo de terroristas dispuestos a actuar en cualquier momento en las islas. Se felicitaba la impecable acción de la policía.

                                                        *****

                                                  

                                               Segunda ausencia.

Ya estaban recogiendo las bolsas dispuestos a ir a la ducha. En el vestuario entre broma y broma, Antonio anunció su inmediata ausencia.

__ La semana que viene no vendré, lo siento. Tengo que asistir a una feria __ dijo al tiempo que terminaba de vestirse.

Avisarían a Juan. Ningún problema.

Catorce días más tarde, Antonio reapareció en el club. Llegó el primero y mientras esperaba a sus compañeros de partido, se tomó un café y ojeó el periódico que había encima de una mesa del bar. En páginas interiores y con varias fotos tomadas desde diferentes ángulos se anunciaba que el grave incendio de un ilegal almacén de neumáticos usados seguía activo, obligando a muchos vecinos de la zona a abandonar sus domicilios por miedo a la intoxicación. La policía sabía que el incendio había sido intencionado, pero se desconocía el autor y sus motivos.

__ Ni nunca lo sabréis__ murmuró para sí.

__ Hola toni, ¿cómo te ha ido la feria? Preguntó Rafael nada más entrar en el bar y ver a su amigo__ ¿Muy pesada?

__ Muy cálida, ya os explicaré, vamos a cambiarnos, tengo muchas ganas de jugar __ contestó Antonio al tiempo que doblaba el diario.

                                                        *****                                    

                                                 Tercera ausencia.

Empezó a llover y los cuatro tuvieron que dejar de jugar. Refugiados en la cafetería miraban esperanzados el cielo.

__ Tiene mal aspecto __ anunció Eduardo __ no creo que podamos seguir jugando.

__ ¡Mierda! __ exclamó José __ la semana que viene no puedo venir. ¡Dos jueves sin jugar! ¡Mierda! En fin, qué le voy a hacer. La familia es primero ¿verdad? Tengo obligaciones maritales.

La manifestación de José dio lugar a un debate de opiniones encontradas que acabaron cuando, viendo que arreciaba la lluvia y no podrían volver a la pista, tomaron el camino del vestuario.

Dos jueves más tarde y con José de regreso, se tomaron un tiempo antes de empezar a jugar para comentar la noticia del momento. Por fin habían condenado a prisión a un político importante. La noticia fue sonada y aplaudida por todos. La declaración de un testigo anónimo y oculto a los medios había sido decisiva.

__ Diez años __ anunció Antonio __ me parecen pocos.

__ Algo es algo __ contradijo José __ imaginad el esfuerzo y el coste que ha representado lograrlo. Será una lección para otros, ¿no os parece?

__ Venga, dejémoslo. ¿Quiénes hacemos pareja hoy? __ preguntó Antonio.

                                                         *****                                      

                                                 Cuarta ausencia.

Era jueves y Rafael les había fastidiado el día. No había aparecido y dada la premura no habían encontrado sustituto.

Apagado o fuera de cobertura. No había forma de contactar con Rafael.

__ Lo dejo, ya no llamo más, cuando quiera ya nos dirá que leches le ha pasado __ exclamó Eduardo al tiempo que tiraba enfadado su bolsa en el maletero del coche.

__ Os dais cuenta lo poco que sabemos los unos de los otros __ sentenció José __ no sabemos ni donde trabaja ni tan siquiera donde vive, podría haber muerto y no nos enteraríamos. Qué asco ¿verdad?

__ Un asco, increíble, tienes razón __ admitieron al unísono los otros sin mirarse a la cara.

__ En fin, ciao, hasta el jueves que viene. Dijo Eduardo arrancando el coche.

                                                        *****

                                              Un año más tarde

Rafael nunca apareció y había pasado al olvido. Tras infructuosas acciones para saber de él, la rutina fue apartándole de sus mentes. Habían encontrado en Xavi (otro socio del club) un digno sustituto y todos olvidaron a Rafael y su extraña ausencia.

                                                        *****

Era jueves, llevaban jugando más de dos horas y estaban a punto de acabar el partido cuando apareció.

Llevaba puesto un veraniego y coqueto vestido a cuadros azules y blancos. El cabello castaño le caía sobre los hombros. Zapatos con tacón de Prada. Sin ser joven y gracias a un inteligente maquillaje mantenía suficiente atractivo para ser mirada dos veces. Un coqueto bolso de Vuitton colgaba de su brazo doblado sobre el regazo.

Al principio ninguno se fijó en ella, ni tan siquiera Eduardo. Les miraba desde fuera de la pista siguiendo con ligeros movimientos de cabeza los lances del juego.

Sólo cuando, terminado el partido, se dirigían hacia la puerta de salida, se fijaron en ella.

Cuando ya enfilaban el camino del vestuario, José se paró en seco y se plantó frente a la mujer.

__ ¿Nos conocemos? Tu cara me suena…

__ Hola José, soy R-rafael __ dijo ella con un ligero temblor en los labios __ bueno, mejor dicho, Rafaela __ aclaró, ya a punto de echarse a llorar.

__ ¡La hostia!, ¡Eduardo!, mira quien está aquí.

Con paso lento y con claros intentos de entender la situación, Eduardo se fue acercando. A dos pasos de la mujer y con los ojos desorbitados, sus labios formaron una sola y muda palabra: Rafa.

La mujer, con los ojos empañados y con el cuerpo temblando de forma evidente, se acercó a Eduardo al tiempo que le tendía la mano.

El apretón de manos fue eléctrico. La mirada de ella era dulce y al mismo tiempo temerosa de la reacción de Eduardo que siempre había declarado su desprecio por los homosexuales.

De repente, con firmeza, pero sin agresividad, Eduardo tiró de la mano y acercó su cuerpo al de ella en un cálido y sincero abrazo. Los dos se pusieron a llorar sin consuelo.

__ Vamos, vamos__ exclamó Antonio, __basta ya. Vamos a celebrar que nuestro Rafael, perdón, Rafaela está viva y sana. Os invito a todos.__

El llanto dio paso a la risa y todos se dirigieron con paso decidido al bar.

La mujer, dando interiormente gracias a Dios, se sintió feliz.

                                                             FIN


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