Erick... házmelo.

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Me tomó del cabello, me arrastró por el pasillo y me lanzó a su cama fuertemente -¡Ahora si vas a entender mi niña, yo te hice mujer, y eres todita mía!-. El miedo me paralizó, sacó unas corbatas desde su closet y amarró mis muñecas entre sí, a mi espalda. En desesperación comencé a gritar que me soltara, que me perdonara, pero no me escuchó. Con una de las corbatas selló mis labios, la amarró de forma en que me hacía daño intentar mascullar algún ruido. ¿Por qué me haces esto?, ¿Yo que te he amado toda mi vida?, ¿Qué he engañado a mi única familia por estar contigo?, ¿Qué fuiste el primero en otorgarme placer?, ¿Porque?

Se levantó y dirigió a la sala, al parecer llamó a Marco pidiéndole que se quedará con Sofía ya que vendría una chica a quedarse con él fin de semana, luego dijo que ya había hablado conmigo y me quedaría con unas amigas de la facultad. Volvió a su cuarto, me desnudo completamente, e hizo oídos sordos a mis reclamos. Lamió mis senos, tocó mis cavidades, no puedo decir que me disgustaba completamente pero mi repulsión se activaba al recordar todo lo que pasaba.

Luego de un rato después de hacerme suya en reiteradas ocasiones, mi cuerpo estaba devastado, Erick intentaba besarme y le corría la cara para que no lo lograra, no quería que notara que disfrutaba lo que me hacía. Se levantó y me habló.

-Maddie no te soltaré hasta que te disculpes conmigo… yo te amo pero no soporto niñadas- fue hasta su cajonera y sacó un vibrador desde su empaque cerrado. –Hace mucho quería probarlo en ti- volvió a abrir mis piernas e introdujo el enorme dildo en mi interior. Lo movió como su fuera su miembro original, me hacía suspirar, pero mis lágrimas no se detenían por eso. Luego me susurró

-bien preciosa iré a comprar algunas cosas, y para asegurarme de que no te escapes- acercó su mano a algunos botones del dildo –Lo dejare vi-gi-lan-do-te-. Me estremecí hasta llegar a ver las estrellas del espacio, la vibración de aquel aparato estaba en el máximo, inmovilizándome, para solo permitirme algunos jadeos. Terminó por colocarme unas especies de pinzas en los senos para dejarme sola en aquel cuarto, en aquel departamento solo con el fin de llegar a múltiples orgasmos.

 

 

Desperté de repente, la vibración entre mis piernas no había cesado sin embargo hacía que la parte baja de mi cuerpo se encontrara adormecida. Busqué a Erick con la mirada algo perdida, estaba sentado a mi costado, las pinzas de mis pezones               ya no estaban. Cuando notó que había recobrado el conocimiento comenzó a masajear mi cuerpo. Repasaba delicadamente la yema de sus dedos por mi piel, era un experto a la hora de palpar mi entidad, estaba tan cansada que no repliqué, no supliqué, con suerte podía mantenerme consiente.

Me quitó el aparato de mi cavidad expectante a más estimulaciones…

-Eso pequeña, ¿Éstas calmada ahora?-

Solo asentí con dificultad, extendió sus manos para liberarme de la amarra de mi boca, eso sí, mantenía mis manos prisioneras en mi retaguardia. Me tomó en sus brazos y me llevó hasta el living, con una de sus piernas corrió la mesita de centro y dejo todo el espacio de la alfombra libre. Me posó en el sofá, encendió la televisión para terminar poniendo videos triple x. Se desnudó completamente, su erección era impresionante, realmente su miembro me volvía loca. Lo acerco a mi cara, me indico que le lamiera.

Con el poco de fuerza que me quedaba acerqué mi lengua, pero sin previo aviso Erick realizó toda la obra, entrando y saliendo a gusto de mi boca brusca y salvajemente, creía que me ahogaría. Luego comenzó a manosearme de una forma que nunca lo había hecho, mi cuerpo ardía completamente, mis fluidos no eran detenidos, y él aún no me tocaba en mi intimidad. Pasó así un buen rato, lo necesitaba adentro.

-Que exquisito, nunca pensé que te mojarías tanto preciosa-.

No contesté, solo era un ente jadeante de placer.

-Pídeme lo que quieras cariño- susurraba de forma sensual en mi cuello –¿Quieres que detenga tu sed?-. Asentí sin lograr articular una palabra.

-¡Dímelo!-.

-E-Erick… p-por… por favor –

-¡Dilo!- exclamaba de forma pasional.

-Eric…k h…házmelo – tomé aliento -¡Por favor Házmelo!-

Me besó como nunca, con fuerza me arrastró hacia la alfombra carmesí. Tocó cada centímetro de mi persona, introdujo su virilidad de una sola estocada y comenzó su labor.

¡Señor Mío!, me había envuelto en llamas, el sudor de su cuerpo caía en mis senos, me excitaba a niveles incalculables. Su sexo frotaba mi cavidad de forma pecaminosa. Me afirmo de los muslos y me giró para que lo cabalgase, esa pasión, ese fuego interno me hizo mover las caderas hasta llegar a mi clímax… Erick se inclinó hasta mi altura para besarme y seguir moviéndose para eyacular en mí. Ya era muy tarde cuando nos dimos cuenta de quienes nos observaban.

 continuara..


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