TE VOY A CONTAR MI SECRETO

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Mi reloj marca las 22:43. Últimamente siento la profunda necesidad de contarle al mundo cómo me siento. Quizá porque, si has leído alguna de mis reflexiones, sabes que defiendo, y mucho, la visión de cada una de nuestras vidas como una auténtica balanza, sabiendo que mantener el equilibrio puede ser muy complicado y, la mayoría de las veces, no podemos hacer otra cosa más que vivir pisando los platillos; cada vez uno.

Últimamente siento la profunda necesidad de gritarle al mes de Septiembre que espere un poco más en llegar, que aún no tengo claro cuáles van a ser mis objetivos para este nuevo año; que aún no he decidido por dónde empezar; que todavía siento que mi mente y mi cuerpo necesitan unas semanas más de vacaciones.

Últimamente siento la profunda necesidad de quedarme en la cama, sin nada que hacer, sin nada que leer; con el ordenador lejos, las libretas de ideas escondidas; con poca luz, fundiéndome con mis sabanas blancas, mi vaso de agua en la mesilla; el móvil en silencio y mi mente en sonido, gritándome cada uno de sus discursos.

Últimamente siento la profunda necesidad de querer avanzar a pasos agigantados, de correr una maratón cuando me falta el aliento al andar con pasos pequeños; de llegar más lejos, de cambiar el mundo, de enseñar a los demás que en saber respirar está la clave de una vida feliz.

Últimamente siento la profunda necesidad de abrazar a mi prometido, de coger su mano y decirle, pedirle, rogarle, que nos vayamos. Fuera. Que empecemos la vida que los dos queremos llevar; él con su música, rodeado de vinilos; yo con el yoga, rodeada de libretas para apuntar y dar rienda suelta a mi imaginación. Con ese campo que siempre hemos imaginado cerca de nuestra casa, para pasear, para meditar en movimiento, para seguir hablando de cómo salvar al mundo. 

Últimamente siento la profunda necesidad de beber cerveza. Beber mucha cerveza. Porque os puedo prometer que un día descubrí que los pequeños detalles de mi vida se encontraban en ese simple acto; no en el acto de beber en sí mismo; sino en agarrar un botellín, relajarme con gente a la que quiero, gente que está a mi alrededor, gente que me apoya; hacer que las horas pasen pasando por ellas con mis cinco sentidos. Defiendo la vida sana, pero en una vida sana también se encuentran estos pequeños excesos.

Últimamente siento.

Siento mucho. Siento que la vida me está intentando decir algo; que quizás yo había planeado ciertas cosas y no están siendo las adecuadas; me susurra que pare, que me relaje, que deje de andar sin saber a dónde voy. Me grita que ella quiere fluir y que yo se lo estoy impidiendo. Que me está proponiendo dejar de planear tantas cosas y disfrutar más de los imprevistos que me tiene preparados para cada día.

Siento que debo no hacer nada para poder pensar en todo. Puede que haya llegado la hora de un cambio. De un gran cambio.

Ese cambio es un secreto, es un proyecto especial. Demasiado especial. ¿En qué consiste? No tengo la menor idea; solo tengo claro que, de todo lo que la vida me dice y no entiendo, puedo captar que estoy aquí para ayudar al mundo. Y debo empezar a trabajar en ello.

Últimamente siento la necesidad de gritar que tengo un secreto que no le he contado a nadie. Y hoy, a ti, tú que estás leyendo estas líneas, te doy las gracias. Por escucharme. Y debes saber que tienes algo de mí. Tienes mi secreto. Espero que lo guardes tan bien como yo. 

Con mucho, mucho amor... Alguien que quiere cambiar el mundo. 

 

 


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