La esposa de un colega.

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Sergio, antes de irse de viaje a la oficina central en Brasil trajo a la empresa la notebook, averiada, de su esposa Laura para que la revisen en soporte técnico. Puesto que mi casa dista menos de 500 mts. de la suya, me pidió que, una vez reparada, se la lleve de regreso.

Eso hice, previo aviso telefónico, dos días después. La intención era entregar la portátil en la puerta e ir a hacer unas compras pendientes. Salí de la oficina casi una hora antes de la habitual, sin embargo, no fue suficiente antelación.

Laura me atendió vestida con una pañoleta en la cabeza, blusa blanca strapless con generosa porción de tetas a la vista, pantalón babucha coral ajustado y tacones.

Con dos ojos claros y almendrados, cachetes altos color manzana, labio inferior un poco más saliente que el superior, piel levemente bronceada, cabellos largos dorados. Alta, tronco y miembros bonitos como el rostro.

Balbuceé algo relativo a la notebook, se la entregué en mano. Me asaltó un impulso irrefrenable de entrar y seguir junto a ella:

-Disculpame ¿Puedo pasar al baño?- no se me ocurrió otra.

Me precedió, cadereando, para mostrarme el camino. Con ese ondular sensual de los glúteos presenciado al entrar a la toilette no sabía si orinar o masturbarme.

Si faltaba algo a la mezcla explosiva, al volver al living:

-¿Los chicos, bien?-pregunté.

-Siii, gracias. Están en casa de una compañerita que festeja su cumpleaños-

¡Bueno! El marido de viaje, los hijos de fiesta, tenía el “terreno liso con pendiente levemente favorable”. Me tiré a la pileta:

-¿Solita y sola y sufriendo, como dice la canción?-

-Jajaja, …. y sin consuelo, como dice la canción….. – retrucó riendo.

Me le acerque con los ojos en sus ojos. Sostuvo la mirada y no se rebeló a que la tomara de la cintura:

-¿Qué te parece si ….. te ayudo a …. aliviar la pena que te aflige?-

-¡Perooo! ¿Qué hacess …- No pudo completar la queja, ni se opuso a que la abrazara y besara.

Es más se abandonó, no solo a los besos cada vez más apasionados, tampoco objetó las caricias, inmoderadas.

Le bajé la blusa debajo de su seno, le solté el corpiño y me apliqué a manosearle las tetas desnudas, el  culo y concha, por sobre la ropa.

Desbordado por la excitación, me separé ligeramente, enganché la blusa con ambas manos y tiré para abajo, blusa, babucha y bombacha, la “obligué” a sentarse en el sillón más próximo, y le saqué las tres prendas por los pies. Quedó con el pañuelo en la cabeza y los tacones.

Le abrí las piernas y zambullí la cabeza entre ellas: con lengua, labios y dedos, en la concha, le arranqué todo un catálogo de gemidos, suspiros y contorsiones. Se “mojó” a full, con los fluidos vaginales.

Súbitamente sintió necesidad de devolver gentilezas: se irguió, me soltó el cinto, corrió el cierre, me bajó el pantalón y slip a los tobillos. Previo el comentario (¿burlón?):

-¡Qué buen palo Jacob, tenés!!!-

se llevó mi miembro a la boca para una mamada de antología.

Llegó un momento que ya no pude reprimir el impulso venéreo, le saqué el miembro de la boca:

-¡Uhhyyy, no me dejaste probar la crema pastelera – susurró entre dientes.

 terminé de sacarme pantalón y slip,  me quité zapatos y la camisa, tomé de una mano a Laura, la llevé, y acosté, en el sofá, me subí sobre ella, le clavé los ojos en los ojos, acomodé la verga y se la fui metiendo. La recibió con un largo gemido y suspiro. El pausado mete y pone inicial, fue efímero, fui acelerando el ritmo mientras ella gemía bajito, “ayayayy”, “ooh”, “aah ajjjjj”,  meneaba las caderas y desafiaba con su lengua la mía. Presa de violenta agitación alcanzó la culminación,  soltando un larga exclamación, “¡ siiiiiiii, siiii, mmmmmmmm, ahhhhhhh!!!”. Seguí  con el vaivén descontrolado apenas unos segundos adicionales y exploté dentro de ella.

Me dejé caer a su lado rendido, exhausto. A pesar de estar bajo el sopor post-cogida, tomé conciencia del tiempo transcurrido. Manoteé el celular y llamé a mi esposa. Alegué imprevistos de último momento (en realidad no le estaba mintiendo, nada de lo ocurrido, era pensable a priori) y le dije que estaba en camino a la playa de estacionamiento de la empresa y que tardaría unos 45 minutos en regresar.

Mientras me estaba recomponiendo y vistiendo, Laura seguía tendida, desnuda y acariciándose el entrepiernas:

-Si te parece, mañana vengo más temprano y completamos tu rescate de la soledad- le murmuré.

-¡No mañana nooo, por favor. No puedo! Dame tu número de celular y yo te llamo pasado mañana para ver donde nos encontramos. Acá nunca más, te pueden ver los vecinos -

Me despedí con un largo beso. En el auto me puse en la boca, doble porción de pastillas de mentol para disfrazar la mezcla de saliva y vahos de flujos vaginales de la esposa de mi colega viajero. Al entrar en casa, me declaré extremadamente necesitado de una ducha para “superar el cansancio y stress por el día, terrible, de trabajo”. Obvio que quería borrar rastros y olores de sexo reciente.

Menos de 48 horas después, tomamos con Laura, un turno de 3 horas en un hotel para parejas.

No digo que agotamos el repertorio relativo al deleite sexual pero no nos privamos de nada, poses variadas, ella cabalgando, o en cuatro, sexo oral y breve, pero delicioso, sexo anal y profusión del nunca bien ponderado misionero.

 

A la fecha, con Sergio de viaje y de regreso, llevamos 3 encuentros intensos y furtivos.

 

 


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