El sentido prescindible (6º capítulo)

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- Siempre me dejas el mismo pijama.

- Abre el armario y coge lo que quieras.

- Es broma. No te des la vuelta que me voy a cambiar.

- A tu edad y que sigas haciendo estas tonterías...

- ¿Qué pasa? Ya sabes lo tímida que soy para esto.

- Ni que nunca te hubiese visto en bañador... O sin él. ¿Te tengo que recordar la última vez que nos fuimos todos de vacaciones y el revolcón que te dio aquella ola que te hizo salir casi desnuda?

- Calla, no me lo recuerdes. Qué vergüenza...

- De verdad, no te entiendo. Con el cuerpo que tienes y que te de vergüenza.

- Me da vergüenza que me lo vean los demás, pero yo no me avergüenzo de mi cuerpo; me gusta.

- Pues ya está. Si te gusta, deja que los demás disfruten de él, ¿no?

En ese momento Martín se giró, pero yo ya estaba terminando de ponerme el pantalón.

- ¡Martín! - le grité dándome la vuelta.

- Eso, tú enséñame el culo.

- Te odio tanto a veces...

- No será verdad.

- Ya lo creo que sí.

Dejó el móvil en la mesilla y se levantó de la cama para cambiarse.

- Voy a por un vaso de agua. ¿Quieres algo? - me preguntó.

- Tráeme otro, por favor.

Me metí dentro de la cama. Me encantaba esa sensación después de un largo día, con las sábanas frescas pero sintiendo al mismo tiempo el calor del edredón. Rápidamente apareció mi preocupación: ¿habré perdido el control de mi misma? Abrí el cajón de la mesilla en busca de un papel. No encontré nada más que un par de preservativos y una cartera vieja. Me levanté de la cama, abrí el bolso y saqué un pañuelo de papel.

- ¡Martín! ¡Tráeme un bolígrafo, por favor!

Llegó con dos vasos de agua y el bolígrafo.

- ¿Para qué lo quieres?

- Tengo que apuntar una cosa.

Me apoyé en la pared y escribí: "Me preocupa perder el control de mi misma". Dejé el bolígrafo en la mesilla y guardé el pañuelo debajo de la almohada. Martín ya estaba acostado mirando hacia mí.

- ¿No quieres habar? - me dijo.

- Ahora sí que prefiero descansar - dije colocando mi mano sobre su cara.

- Pues venga, a dormir.

Se acercó y me dio un beso y cálido abrazo. Apagó la luz y ahí me quedé yo. Sola. Con los ojos abiertos viendo siluetas extrañas en la habitaicón gracias a la luz que entraba por la ventana. Pensaba en si algún día este estado se iría y todo quedaría en el recuerdo. Pensaba en Jota, en si se había llevado la impresión de que era una loca. Pero eso desapareció rápido de mi cabeza porque, en el fondo, sabía que no era así. Y sabía que, por fuera, le había hecho sonreír aunque solo fuese aquella hora que estuvimos hablando.

Después de dos horas tuve la necesidad de despertar a Martín. Estaba empezando a amanecer.

- Martín - le susurré al oído - Martín, necesito decirte algo.

Tardó casi un minuto en reaccionar.

- Qué quieres.

- Quiero darte la razón.

Se incorporó rápidamente.

- Dímela.

- He perdido todo lo que tenía dentro de mí y solo queda lo de fuera. Me da pena. Pero cuando he visto la foto de Jota en el currículo he sentido que él estaba igual que yo, y que, quizá, ayudar a alguien a recuperar su interior es mi oportunidad para recuperar el mío. No centrarme en mí, centrarme en otra persona. Que el bienestar de otro construya de nuevo el mío.


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