El príncipe inconformista ( 1ª parte)

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El príncipe heredero moraba en su castillo medieval, ajeno a las tribulaciones de sus padres, los Reyes magníficos del Reino y sin prestar atención a los asuntos que afectaban a sus súbditos.

Hasta aquí, su comportamiento no tenía nada de anormal, pues sólo era un tierno y dulce niño, absorto en sus juegos y fantasías propias de su edad. Guzmán, que así se llamaba, no era aún consciente de el destino diseñado para él; como miembro de una venerable estirpe guerrera, fuerte, implacable... que no flaqueaban ante los obstáculos que se presentaban constantemente durante los sucesivos gobiernos y reinados.

La mayor dificultad que se presentaba  en aquellos tiempos era acabar con el dragón que aterrorizaba al pueblo y que habitaba en el bosque que rodeaba la inexpugnable fortaleza.

Su padre, el respetado rey, estaba ya demasiado viejo y cansado para vencerle. Él y su séquito de caballeros habían probado sin éxito mil tretas para destruirle, pero el feroz dragón parecía invencible. Su existencia y su larga longevidad le habían convertido en leyenda y casi le hacían parecer inmortal. El rey, sin embargo, tenía que ser paciente y esperar a que su único heredero creciera.

Cuando Guzmán fue alcanzando la juventud, adquirió una personalidad distinguida. Era un muchacho atractivo y su porte no ocultaba su linaje aristocrático y noble.

Tenía un recuerdo extraño del dragón, al que sólo había visto una vez cuando era pequeño. Su reacción en aquel momento, fue dispararle a una de sus patas con una honda y diminutos guijarros. Su único propósito era llamar su atención para jugar con él. No le produjo miedo, para sorpresa de los caballeros belicosos y de su padre, allí presentes en ese momento. Ellos lo interpretaron como un acto de audacia y valentía, pero estaban muy equivocados...

El rey y padre estaba preocupado por el comportamiento de su hijo ya no tan niño. Tenía un escaso interés por los asuntos de Estado, no ocultaba su aburrimiento cuando asistía a justas y torneos que entusiasmaban a los demás.

Iba a ser el futuro gobernante del reino y no cumplía las expectativas.

Era tan delicado y compasivo con los animales!  Le horrorizaba la crueldad mostrada en la batalla. No entendía porqué las mujeres se dedicaban a tareas aisladas del mundo de los hombres. Eran damas sin protagonismo que cosían, cocinaban y hacían tantas tareas anodinas con el único propósito de servir y complacer a los demás.

Tampoco le interesaban los temas de política, de estrategia ni la Iglesia. Eso sí, admiraba la virtud y el afán de conocimiento de algunos monjes.

Guzmán, en realidad, prefería esconderse en la biblioteca y leer sobre otros lugares e idiomas lejanos. Le encantaban los versos de los trovadores y los músicos y artistas de palacio le fascinaban.

Pero el príncipe no acababa de encontrar su sitio...

La única persona en la que depositaba toda su confianza  era el Mago y Consejero del Rey. A él le contaba todos sus secretos y anhelos. Y le admiraba porque lo consideraba el hombre más sabio e inteligente que había conocido. Nunca se cansaba de escuchar sus maravillosas historias, algunas verdaderas y otras ilusorias.

Finalmente, llegó el día que su padre el Rey, le llamó en privado y con gesto serio le habló con dureza sobre su destino y su deber.

Él, sólo él, era el elegido para acabar de una vez con el mayor sufrimiento de su pueblo:

Tenía que matar al Dragón porque era su obligación por su rango, era parte de su oficio, ser guerrero, le gustara o no.


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