EL TRIBUNAL DE LAS ALMAS

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Estoy en la entrada de un edificio antiguo, se ve que esta abandonado por el deterioro que muestra su fachada; ahora que lo pienso no recuerdo como llegue aquí. No recuerdo nada, ni siquiera mi nombre. De repente se abren las puertas y aparece un hombre alto, de postura estática y facciones fría a pesar de eso lo encuentro varonil, -que locura la mía- me pierdo en su enigmática mirada cuando le escucho hablarme.

-Adelante, te esperaba.

¿A mí?- respondo confundida.

Lo sigo por un un ancho y luminoso pasillo que nada tiene que ver con lo derruido de su aspecto exterior, incluso su estructura interna es moderna, hermosa, muestras destalles coloridos, parece un restaurante de lujo con mesas de impecables manteles blancos con bordados dorados, en un extremo hay un gran acuario de peces exóticos, -que increíble lugar, pero siento que algo no esta bien aquí- perdida en mis pensamiento no he notado que ya hemos llegado a una mesa, me invita a tomar asiento y me entrega la carta de menú y se aleja.

Definitivamente es un extraño sitio para un restaurante- pienso en voz alta y miro de reojo el menú.

Al poco tiempo él regresa a la mesa, me ha traído una cerveza bien fría y toma asiento frente a mí.

-¿Te puedo preguntar algo?- dice mirándome fijamente, me siento incomoda.

-Si, claro- respondo inquietud, trato de disimular bebiendo un poco de cerveza.

-¿Recuerdas como llegaste aquí?

Su pregunta me perturba, pero me hace repensar que aun no logro recordar nada, absolutamente nada.

Sonrío, aunque mas bien parece una mueca y respondo.

-Sinceramente, no. No sé como llegue aquí, ni porque no recuerdo nada. Estoy segura que nunca había venido a este lugar.

-Bien. -dice con normalidad y prosigue.

-Este lugar se llama El Tribunal de las Almas. Los vivos son títeres de la vida y maniquíes en la muerte, se encuentran unidos por los hilos del destino que definen la naturaleza humana que todos llevan por dentro; está aflora según las situaciones que acontecen en el gran escenario de la vida.

Al escuchar estas palabras, empiezo a comprender lo que esta pasando, no quiero creerlo, estoy tan aterrada de lo que esto significa que con miedo me atrevo a preguntar.

-¡¿Qué hago aquí?! ¡¿acaso estoy muerta?!

-El Tribunal de las almas, juzga el bien y el mal de tus acciones en vida para decidir tu destino final entre lo que ustedes llaman el cielo o el infierno.

Trato de insistir en obtener respuestas pero solo me ignora y continua con su exposición.

-Los vivos creen que todo es cuestión de buenas y malas acciones, sin embargo, pueden parecer bondadosos frente a otras personas y cuando llegan aquí

muestran la maldad que había en su corazón. O son malvados a los ojos humanos y resulta que sus posibles buenas acciones se torcieron por una serie de hechos que escaparon de su control.

-En fin. Mi trabajo es revelar tú verdadera naturaleza.- Concluye esperando mi reacción.

Siento una presión en el pecho, creo que me desmayare. Esto no puede estar pasado. -¡Dios! ¿Qué sucede?.- Respiro profundo, decido afrontar con cautela. Necesito saber. Esto es tan irreal que parece una pesadilla.

-Entonces, ¿Quién eres? ¿el camarero de la muerte? ¿mi verdugo? Porque esto me parece una locura, no recuerdo nada y de seguro estoy muerta, ¿No es así?

-La linea entre el bien y el mal es tan frágil, que nadie esta exento de traspasarla. A este lugar han llegado almas que no valoraron su existencia y otras que si supieron vivir su vida; sin embargo, al llegar ante mí han sido condenados por igual a sepulcro abismal por la eternidad porque mostraron su verdaderos sentimientos oscuros y perdieron la oportunidad de regresar a la vida.

Con rudeza exijo que responda a mis preguntas. -¿Cómo me vas a condenar? Si no logro recordar mi vida.

-No te preocupes, por el momento solo charlaremos. ¿Deseas otra cosa? Puedes pedir lo que quieras, también puedo aclarar tus dudas hasta que llegue la hora del juicio.- Me dice en un tono amable.

-Por ahora no quiero nada, gracias. Tal vez más tarde. ¿Existe El cielo y el infierno? - pregunto sin anestesia.

 

 


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