Cegados Episodio Roberto Parte 4

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Le despertó el rugido de su estómago y lo achacó a lo hambriento que estaba, pero el calambre continuó hacia los intestinos y sin darle tiempo a reaccionar una intensa diarrea invadió su ropa interior. Se sintió asqueado, no tuvo más remedio que quedarse desnudo de cintura para abajo, aunque no pudo limpiarse los restos adheridos a la piel y el mal olor se le quedó impregnado. Las molestias intestinales cursaron durante todo el día. La noche le volvió a sorprender en una pésima situación, sin comida ni agua, cada vez más débil, sucio y harapiento. Le dio frío y unas décimas de fiebre le provocaron una gran tiritona.

La subida de temperatura ambiental le anunciaba un nuevo día. Aquella mañana apenas podía moverse y había dormido fatal. Se había acostumbrado a su mal olor pero no a la nube de moscas que siempre le acompañaba y le sorbían constantemente la comisura de los labios.

 Su hambruna y su deshidratación le obligaron a moverse para sobrevivir. Comió un poco de verde de unos matorrales y volvió a beber agua del putrefacto charco. Se refugió de nuevo en la sombra a descansar y durmió durante todo el día para intentar reponer fuerzas.

 Las templadas caricias de los rayos de sol del nuevo día le despertaron. La diarrea volvió a hacer acto de presencia. Su zona de descanso estaba sembrada por numerosas defecaciones y las pegajosas nubes de moscas le hacían la vida imposible, ya no quedaba un sitio limpio. Optó por buscar otro refugio dentro de la parcela en obras para organizarse mejor, como intentar realizar sus deposiciones siempre en el mismo lugar. Al salir al exterior escuchó un leve ruido.

-¿Quién anda ahí? Por favor ayúdeme, estoy ciego, tengo mucha hambre y sed, estoy enfermo.

Identificó el sonido de varios gruñidos mientras una dentellada en la pantorrilla le hacia soltar un fuerte alarido. El siguiente mordisco lo recibió en el brazo y el fuerte tirón del rabioso perro le revolcó en el suelo.

Roberto resultó una presa fácil para la famélica jauría de perros ciegos que contaban con ventaja gracias a su desarrollado olfato y su finísimo oído. El líder de la manada le asestó un mordisco en el cuello, sus colmillos seccionaron la yugular y un caño de sangre a borbotones regó el lugar. La jauría babeaba ansiosa por darse un festín.

 Fin

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Una gran catástrofe asola a la humanidad, la mayoría de la población queda repentinamente ciega. Solo unos pocos escapan a esta situación. Nuestra forma de vida y nuestras rutinas diarias desaparecen, todos estamos obligados al cambio.

Hay que elegir una postura moral y ética. Mientras unos aprovechan su situación de superioridad para sus intereses personales, otros se vuelcan en la ayuda desinteresada a los demás. Una misma situación vista desde la perspectiva de varios personajes.

Un informático con baja autoestima. Un vigilante de seguridad, héroe innato. Un ciego de nacimiento, vendedor de cupones, resulta vital para adaptar y mejorar la vida de videntes e invidentes. Una médica de profesión se queda ciega, pero no pierde la esperanza.

¿Cuál seria tu opción? Si no te decides, simplemente cierra los ojos.

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