TERATOFOBIA Parte 4

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Lo pensaba una y otra vez, la idea daba vueltas por su cabeza, incluso durante horas, y siempre llegaba al mismo punto: él era el culpable de lo que ocurría. La prueba estaba en que las víctimas, hasta ahora, eran todas de clase socio-económica alta y, además, todas, sin excepción, habían cosificado uno o más objetos. No podía estar equivocado, tampoco se trataba de una casualidad, algo sucedió cuando desobedeció las reglas y materializó al abuelo de la primera víctima; ese fue el momento en el que empezó todo.

 

Nervioso por el riesgo de ser involucrado de alguna manera en los homicidios que se estaban llevando a cabo en esos momentos, el científico había estado bebiendo sin control los últimos días. En parte también lo hacía debido a ese sentimiento de culpabilidad del que se hizo mención al principio. Sea como fuere, el científico vivía ahora lleno de temor, esperando que pasara lo peor en cualquier momento y lugar.

 

No obstante, con todo y el desasosiego en el que había caído, en varias ocasiones revisó la máquina meticulosamente en busca de un desperfecto, error, o simplemente, de cualquier pista que le indicara qué había ocurrido aquélla vez. Nunca encontró nada fuera de lo normal o que funcionara indebidamente. Tampoco encontró nada en las grabaciones hechas por las cámaras de seguridad ni por las que servían exclusivamente para documentar cada materialización, incluida la grabación que él retiró y guardó para no ser descubierto. El hecho de no encontrar nada lo mortificó todavía más de lo que ya estaba, pero al ver que no había algo que pudiera hacer sin poner en riesgo su trabajo o su integridad personal, decidió esperar por tiempo indefinido hasta que la situación, con suerte, se resolviera por sí sola o evolucionara a cierta dirección en específico que no le fuese tan perjudicial.

 

Así, una tarde, mientras se encontraba en un bar tratando de ahogar sus penas y remordimientos en alcohol, escuchó en los noticieros que se había encontrado una nueva víctima de los asesinos ignotos. Si bien, esto ya no era algo tan sorprendente por sí mismo debido a la frecuencia con la que se presentaban estos casos, el científico sintió que su sangre se hizo de hielo cuando se confirmó que la víctima en cuestión se trataba de una mujer de condición humilde cuyo cuerpo fue encontrado muy lejos de las áreas en donde normalmente se habían dado estos hechos. Esto sólo significaba una cosa: eso que mataba a las personas ya no necesitaba de los objetos materializados para hacer de las suyas, ahora era libre para ir y venir a voluntad.

 

El científico salió sumamente nervioso a la calle y caminó sin rumbo por algunas horas pensando en que las cosas iban a empeorar bastante para todos y él ni siquiera podía avisar sobre ello, aunque tampoco tenía una idea tan clara sobre lo que ocurría como para emitir un juicio o recomendación a las autoridades. Luego de un rato, detuvo su marcha al topar con una calle cerrada, entonces, giró para regresar por donde había llegado pero ya no pudo moverse ni un centímetro puesto que delante suyo se encontraba el abuelo de la primera víctima.

 

Sin preámbulos, el ente avanzó hacia el hombre de ciencia cambiando de forma varias veces en el trayecto. Con ello el científico se dio cuenta de que sus suposiciones eran correctas, aquello que salió de la máquina tiempo atrás era responsable de los asesinatos. Invadido por un profundo miedo e intuyendo que sería su fin, el científico, como último acto, preguntó a la entidad con una voz muy baja y temblorosa qué o quién era en verdad, ante lo cual, la entidad, quizás a manera de respuesta o tal vez de simple burla; mostró por unos instantes la cara más espantosa y horrible de todas las que había utilizado hasta ese momento. El científico, por su lado, simplemente no pudo con semejante visión y cayó muerto al suelo a causa del miedo. Sus restos fueron aplastados de inmediato por un engendro casi tan grande como una casa. Después, el monstruo cambió de forma por una con alas y ascendió hasta llegar a las nubes, de allí voló hacia las viviendas más cercanas en donde aguardaban sus próximas víctimas. Éstas dormían sin preocupaciones hasta que fueron despertadas súbitamente por el inmenso dolor de ser devoradas en vida por las fauces de una monstruosa criatura. Los habitantes de la casa contigua, por su parte, murieron en medio de dolorosos estertores causados por un poderoso veneno que les fue inyectado por una descomunal serpiente. Otros en otro lugar, dejaron de existir en medio de gritos demenciales y convulsiones de dolor propiciadas por intensas descargas eléctricas salidas de un ser indescriptible por palabras humanas.

 

La extraña entidad ya estaba por todos lados, ya sea que tomara una apariencia antropomórfica o de bestia o híbrida. Con un cuerpo orgánico o inorgánico. Con la figura de un monstruo deforme, de un cadáver descarnado o de un diablo maligno; daba igual. Y no sólo eso, la entidad crecía y se multiplicaba, de hecho, en poco tiempo, aparecieron miles de horrores listos para azotar a la humanidad con un salvajismo que ni en la peor de las pesadillas se había visto.

 

Los humanos no tenían ni la más mínima posibilidad de supervivencia si se enfrentaban a una de estas criaturas, lo único que les quedaba era tratar de correr por sus vidas de toparse con una. Como si esto no fuera suficiente, algunos de los espantos comenzaron a unirse unos con otros formando un solo ser colosal que mostraba partes de todos los seres que lo conformaban.

 

Los nuevos titanes superaban por mucho el tamaño de los rascacielos más altos construidos en aquella época. Su fuerza también era bastante notable, pudiendo destruir una ciudad casi por completo de un solo ataque. Aunque esto era algo que rara vez hacían los temibles endriagos, pues lo que más disfrutaban era ver el sufrimiento y el pavor en los ojos de las personas que torturaban y mataban sin piedad. Esto se debía, principalmente, a que esas abominaciones estaban constituidas, y a la vez se alimentaban por el mismo temor de las personas. Así es, el enemigo de la humanidad se trataba del terror mismo, que había salido de la máquina milagrosa cuando ésta le abrió la puerta a la realidad… y ahora andaba suelto por el mundo matando y mutilando a placer.


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