De la trascendencia 1

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El otro día fui al parque que está a tres cuadras de la oficina en la que laburo porque había salido una hora antes y quise aprovechar ese tiempo para terminar el libro que había estado leyendo desde hace unas semanas.

 

Dentro del parque me encontré a Pancho, quien era el encargado de tener todo en orden en el interior del parque desde hace varios años. Cuando me vio se dibujó una sonrisa en su rostro pero ésta se desvaneció casi de inmediato y en su lugar se reflejó una mueca como de consternación. Al ver esto, le pregunté qué sucedía y él me contestó:

 

-No es nada joven Guillermo, bueno… es sólo que con el nacimiento de mi nuevo hijo tuve que aceptar otro empleo a parte de este.

 

-Pues sí, si tener un único empleo ya es bastante pesado y cansado no me quiero ni imaginar lo que debe de ser el tener dos empleos -respondí.

 

-Sí -dijo Pancho-, aunque nunca me he echado hacia atrás por la carga de trabajo, lo que me preocupa es otra cosa…

 

-¿Cuál? -pregunté.

 

-Verá joven, el único trabajo que encontré a la voz de ya fue el de vigilante del cementerio local.

 

-Pero eso no es tan malo -dije-. Después de todo sólo hay que estar atento a que no se metan vándalos a causar destrozos. Digo, ¿qué tanto puede pasar en un cementerio?

 

Entonces, Pancho me miró desconcertado y con los ojos muy abiertos me respondió:

 

-Muchas cosas son las que pueden ocurrir en un lugar como ese joven Guillermo, hay muchas almas que vagan por el mundo en busca de descanso eterno. Entre ellas están algunas que causan males a los vivos y que pueden hacernos hasta perder la vida o la de un familiar si se tiene el infortunio de ser presa de ellas.

 

-Pero Pancho -repliqué-, ¿no me diga que usted es de los que creen en ese tipo de cosas? Hoy en día uno se pone en más riesgo con el solo hecho de salir a la calle. Además, no hay pruebas de la existencia de fantasmas y el más allá, hasta ahora no ha habido nada que nos indique que quienes creen en la vida después de la muerte están en lo correcto, claro, con excepción de nuestra propia imaginación y los “productos” que se derivan de ella, como las historias y los cuentos que tanto nos gusta leer y escuchar.

 

-No creo entender bien lo que me trata de decir joven -dijo Pancho-, pero le puedo decir que mis abuelos me contaron una gran cantidad de historias que trataban de asuntos sobrenaturales y la verdad no creo que todas hayan sido inventadas, vamos, que tuvieron que salir de algún lugar y debieron de tener su grado de verdad ¿no lo cree así?

 

-Yo lo veo de este modo señor Pancho -respondí-. En el lugar de reposo de los difuntos por más que esperemos todo el tiempo que queramos o podamos, nunca veremos ningún tipo de actividad a excepción de la hecha por los seres vivos, sean estos humanos, animales, insectos, etc. y podemos aguardar justo al lado de una tumba días, meses, o incluso, años y nada va a ocurrir. La persona sepultada jamás se va a levantar de su sepulcro por arte de magia. La única manera de que esto fuera posible sería que la ciencia llegara a tal punto de desarrollo en el que revivir a una persona dejara de ser imposible, pero no tenemos la certeza de que alguna vez esto vaya a ser viable, hasta ahora, pese a los grandes avances que se han hecho, regresarle la vida a alguien continua siendo un sueño de románticos.

 

-Sí, joven -respondió Pancho con cara de asombro-, pero entienda usted… todavía hay muchos misterios que nadie conoce su respuesta y uno de ellos es la vida después de la muerte, como le he dicho, yo creo que sí hay un más allá y también creo que existen ánimas que vagan entre este mundo y el otro. No sé bien como explicarlo porque no soy hombre de letras, pero mi intuición así me lo indica y pienso que si tenemos esa clase de sensaciones debe de ser por algo.

 

-Bueno señor Pancho -dije en un tono más condescendiente-, supongo que todos tenemos derecho a creer en lo que sintamos es lo conveniente y mantener nuestra postura a pesar de todo. Pues bien, entonces espero verlo de nuevo para que me informe sobre su nuevo trabajo y me diga si ha experimentado algo fuera de lo común o si por el contrario, todo ha marchado como de costumbre.

 

Luego de decir estas palabras me despedí de don Pancho y salí del parque ansioso de saber qué pasaría en el futuro.

 

Tres días más tarde regresé al mismo punto donde sostuve la breve charla con Pancho y lo esperé alrededor de una hora sin que se viera rastro de él. Justo estaba por marcharme cuando llamó mi atención un señor que se encontraba haciendo el mismo trabajo que Pancho. Está de más decir que no soporté la tentación y fui a preguntarle que había pasado con Pancho. Lo que me dijo entonces fue lo siguiente:

 

-Lo siento joven, pero los jefes me mandaron a remplazar a Pancho -dijo el hombre.

 

-¿Sucedió algo, acaso está enfermo? -pregunté.

 

-No… ojalá fuera eso -dijo el hombre con la voz entrecortada-. Siento tener que ser yo el que se lo diga joven, pero Pancho no está más entre nosotros.

 

-¿Cómo es eso posible? -pregunté con asombro.

 

-Pues verá usted -me respondió el hombre-, según me contaron, la primera y última noche que Pancho trabajó en el cementerio vio a una señora de tez blanca, muy pálida, aparecer delante suyo así de la nada, para luego desaparecer sin dejar rastro. La mujer, o lo que haya sido eso, vestía completamente de negro y llevaba la cara tapada con un velo del mismo color, Pancho -agregó el hombre-, no pudo con semejante visión y salió corriendo del cementerio en ese mismo instante. Luego, al llegar a su casa -continuó el hombre-, Pancho le contó lo sucedido a su esposa y ésta trató de calmarlo como pudo pero todo fue en vano, Pancho estaba muy exaltado por lo que había visto y no logró conciliar el sueño ni por un momento. Al día siguiente, salió a trabajar al parque con los nervios destrozados, sin embargo, ya no llegaría nunca al trabajo, pues, unos testigos aseguran haber visto al pobre hombre muy asustado hablando solo en medio de la calle. Uno de los presentes dice haberle preguntado si todo estaba bien o si necesitaba alguna clase de ayuda, ante lo cual, Pancho sólo se limitó a responder: “Es ella, es ella, me ha seguido hasta aquí”. Y después de pronunciar estas palabras Pancho corrió a la acera de enfrente como tratando de huir de alguien pero al hacerlo, no se percató de que el semáforo estaba en luz verde y un coche que iba a gran velocidad lo impactó de lleno haciendo que Pancho perdiera la vida en ese preciso instante. Yo supe todo esto por la misma esposa de Pancho y sus vecinos.


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