El caso real de una niña y un viejo reales (PARTE II)

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Ya en el cuarto del hotel, ansioso la empecé a chupar toda. La tela de su leggin era tan delgada que la sentía como otra piel, ella se quitó la blusa y me dejó a mí bajarle poco a poco su pantalón. Era tan breve su tanga que yo creo cabrían mil de ellas en una bolsa de dulces. Sin ropa se veía mucho más apetecible, sus senos no eran tan diminutos como había imaginado. Más bien eran perfectamente redondos, suaves y firmes. Su cadera era el marco perfecto para el pubis más protuberante que había visto hasta ese entonces. Se acostó, abrió las piernas tanto como pudo y mi lengua fue directa al grano. “¡Nunca me habían hecho esto!!” Dijo entre gemidos de placer. Yo no respondí y solo pensé “¡¿Con que clase de estúpidos has estado?!”. Realmente sentí que me quería comer esa carne deliciosa. Al mismo tiempo seguía masajeando esas tetas tan firmes con las dos manos. Cuando se vino la dejé respirar un poco. Revisé mi instrumento y al parecer ya estaba listo para la acción. Recomencé con la lengua aplicándola en todo su hermoso cuerpo. Ella se recobró como lo que era: una niña de 18 años.

Cuando ya estaba gimiendo otra vez y corroboré que estaba completamente lubricada, le eché un último vistazo a mi amigo y le pedí que no se fuera a amilanar ni un centímetro de los 16 que siempre había tenido.  Cuando ella sintió mi cuerpo encima del suyo, se detuvo momentáneamente por una fracción de segundo. La besé en la boca despacio y muy suavemente, después de manera intensa y profunda, recobró el entusiasmo y sentí perfectamente como relajaba su estrechísima y novísima vagina. Empujé y ella solo dejó escapar un “Haa”. Hice mi última oración al santo de los impotentes  y otra al de las eyaculaciones precoces. Parece que me escucharon pues pude empezar a bombear despacio”.

Ante el placer de esa deliciosa estrechez, sentí como mi amiguito se endureció con bastante más firmeza. Entonces se esfumaron lo nervios y empecé a bombear como a mi esposa le encantaba en los tiempos pretéritos. No movía solo la cadera para el mete saca, más bien balanceaba todo mi cuerpo sobre el suyo y hacia el mete saca mientras con casi todo mi peso, masajeaba su cuerpo. ¡Cosa mágica! Se empezó a revolver de placer y casi dijo lo mismo que me decía mi esposa: “¡Qué rico, qué rico. Métemela toda. La quiero dura. Así papi. Más, más ,,,,haaa….!”. No pude dejar de pensar que esto era un triunfo de la vieja guardia, pues ella ya había tenido dos orgasmos, uno de lengua, y el otro con la técnica del amasamiento. El último de lo que consideraba toda una hazaña, fue el de nado sincronizado. Cuando estaba derramando mi semen en su interior, ella se aferró a mí con un beso lleno de pasión y desesperación. Con ese beso sentí que me confesaba que estaba feliz con su descubrimiento: un viejo, no tan viejo, con suficiente dinero para lo que por ahora ella quería y además como postre, le hacía el amor como no se lo había hecho ninguno de sus imberbes novios.

Por fin, la escena del cigarro. Yo veía a mi amigo caído mientras ella jugaba con él. Cuando solté la primer bocanada de humo ella me preguntó, ¿me quieres? Yo le contesté “¿Si te cuidas verdad?”… ¿De qué? Me incorporé de inmediato. “¿Cómo que de qué?, pues de no embarazarte”.

Su mirada como respuesta, me hizo sentir escalofríos…


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