Agárrame.

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¿Qué si recuerdo nuestro primer beso? Cómo no hacerlo… Fue un viernes por la noche, en su habitación. Persianas bajadas, una tenue luz cálida proyectada desde una pequeña lámpara hacia la pared más cercana a nosotros y ella de pie frente a mí. Despeinado, con ojos que expresaban todo mi cansancio acumulado tras un largo día y con una sonrisa que chocaba contra ese agotamiento, mostrando la ternura que sentía al encontrarme frente a su presencia. Es difícil de explicar. Apenas necesité rozar su cintura con mis frías manos para saber que había encontrado a mi eterna musa, aquella dama que iba a devolverme los motivos para seguir despertándome día tras día a pesar de todo. Apenas necesité rozar su cintura para comprobar que mi corazón no había desaparecido, tan solo estaba esperando a que alguien volviera a encenderlo. Apenas necesité rozar su cintura para no poder aguantar más las ganas de probar sus labios. Aquel ángel se presentó ante mí esa noche disfrazado de la mujer más bella que jamás conocerá hombre en la Tierra, y yo no pude negarme a agarrarme a ella para volar con sus blancas y delicadas alas.

Sí, también recuerdo el último. Tan solo cuatro días después, la despedida era inevitable. Tras el primer beso, la cuenta atrás empezó. Y nadie podía pararla. En el mismo rincón donde aquella musa quiso inundar mi alma de poesía, tuve la deshonra de recibir el beso más miedoso del mundo. Aunque esta vez no había ninguna luz reflejándose en la pared. Fue tímido, muy tímido. Sentí que ese beso no quería existir, que nunca debió haber sido tan siquiera planteado. Pero tuvo que nacer en sus labios, para luego morir en los míos. Y él es quien me acompaña aún hoy día.

Ya no pido ayuda, ya no necesito socorro. Mis metáforas se fueron contigo; mi arte, mi melodía y mis palabras se desvanecieron como tu reflejo tras el cristal del tren. No voy a mentirte, ahora hay más lágrimas en mis ojos que en aquel momento. Ahora soy yo el que tiene miedo. Ahora soy yo el que tiene la cuenta atrás activada. Y no, nadie más que tú puede pararla. Mi musa, mi energía, mi fuerza, mi estabilidad mental. Mi balanza, mi bienestar, mi seguridad. Mi niña, mi amor, mi vida. Necesito volver a sentir tus alas rodeándonos antes de seguir cayendo. Ya tengo demasiado cerca el asfalto, no me queda mucho tiempo. Agárrame, vayamos a volar juntos donde nos apetezca, como siempre hicimos sin preocuparnos por el resto. Agárrame, vuelve a darle sentido a mi vida. Agárrame, antes de que sea demasiado tarde y choque tras esta caída en picado en la que me encuentro.

Tengo miedo. Agárrame.


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