Amor desde el norte

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Se sentó en el banco y contempló el parque helado, tan parecido a aquel en el que pasó su infancia, solo que ahora el hielo cubría cada uno de los rincones en los que él se había arrastrado. No cabía duda, había cambiado, al igual que el paisaje, su vida había tomado un nuevo rumbo. Abandonar su hogar fue lo más duro en su vida hasta ese momento. Su familia, amigos…su amor de verano…a punto estuvo de abandonar su empresa para quedarse con ella. Y sin embargo ahí estaba, a dos mil kilómetros de la chica que ocupaba sus pensamientos todas las noches y todas las mañanas. Con la puesta y la salida del sol, veía su rostro.
Pero fue el deber lo que le obligó a dar un paso al frente y subir al avión que no esperaría ante la duda. Si no lo hacía, su futuro sería incierto. Aquel viaje era bueno para él, para sus estudios, para su vida en general. Pero la posibilidad de perderla era algo que no podía soportar y le carcomía por dentro constantemente.
Sí, su vida había dado muchas vueltas desde el primer día que se balanceó en esos columpios, y él había cambiado con ella, así como el mundo. Sin embargo, siempre quiso abandonar su hogar e ir en busca de aventuras a otros países. Exactamente lo que estaba haciendo en ese momento. Y a pesar de todo algo le obligaba a mirar atrás con tristeza. Echaba de menos a su familia y amigos, sí, pero podía soportarlo. Pero una persona, una mirada y una sonrisa, apenas su recuerdo, bastaba para arrancarle las lágrimas y echarse a llorar.
Respiró hondo el aire gélido del norte y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Aquello le valió para olvidarse y borrar su recuerdo durante unos instantes. Momento que le dio paz. Pero no duró, pues la única paz que podía encontrar era con ella.
Echó una ojeada a su alrededor y la tristeza de la escena lo estremeció. La ventisca comenzaba a arreciar, meciendo suavemente las copas desnudas de los árboles. Pronto oiría el crujido de la madera y el frío podría con su abrigo, obligándole a buscar refugio. Aprovechó el momento de paz, el silencio del lugar. Nunca había estado en un sitio donde el hielo se mantuviera por tanto tiempo sin deshacerse. En España no habría durado ni dos días. Y sin embargo allí siempre veía la blanca belleza del invierno. Cuánto tiempo había pasado en la ignorancia, pensando que aquella estación tan solo era frío, humedad, lluvia y barro. Pero allí era diferente. Primero nevaba durante días, cubriéndolo todo bajo un suave manto polar. Y una vez cejaba, las constantes temperaturas bajo cero garantizaban la perpetuidad de aquel paisaje hasta el comienzo de la primavera. Era resbaladizo y frío, pero hermoso a su manera.
Y una vez más se acordó de aquella chica. Pues su relación era como el hielo, resbaladiza y fría, pero bella. Pues se encontraban separados por la distancia, y el calor que se daban mutuamente quedaba relegado a una brillante imagen en la pantalla del ordenador. Su melodiosa voz ahora llegaba entrecortada y artificial. Un pequeño error y todo acabaría. Sin embargo la quería, y el hecho de que ella le escribiera y le llamara demostraba el mismo sentimiento por su parte. Y aquello le derretía el corazón, pues tal sentimiento correspondido merecía la pena a pesar de todo. Porque sabía que en el algún lugar del mundo, ella pensaba y se preocupaba por él. Había alguien que cerraba los ojos y veía su rostro.
Sonrió emocionado al pensar en ello. Una lágrima brotó de su ojo derecho pero no hizo nada al respecto, dejó que recorriera libremente su rostro hasta que finalmente se congeló.
Suspiró y contempló el vaho de su respiración. Debía irse, pues el frío se apoderaba de su cuerpo y los temblores comenzaban a ser involuntarios. Echó un último vistazo al parque, con la vaga esperanza de ver su sombra aparecer. Era imposible y lo sabía, pero soñar es gratis y el amor imparable. Él mismo pensaba presentarse por sorpresa a esa chica, ¿por qué ella no haría lo mismo?
Pero solo vio oscuridad. El sol se ocultaba tras los edificios y el parque quedaba cubierto en la penumbra. Nadie apareció, pues nadie se dirigía hacia allí. Soñar era más fácil que vivir.
Se puso en pie con dificultad, sintiendo el frío agarrotando los músculos de sus piernas. Y sin embargo se sintió bien, porque en algún lugar, alguien pensaba en él, al igual que él pensaba en ella.


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