Aquellas vecinas, homenaje

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Llovía torrencialmente, una gotera entró derrepente en la Iglesia, justo fué a caer encima del Jesucristo con la Cruz al hombro que sacabamos por Semana Santa. La misa se paró en seco, Adelina, Herminia,Don Aquilino y Pura fuerón corriendo a socorrer al Santo. Apartaron la otra imagen que acompañaba a Jesucristo, La Dolorosa. Esos santos eran los más mimados por las señorucas del pueblo, eran viudas o solteras, hasta los ochenta años de edad, pero aquella Iglesia y todos sus "habitantes" eran como su familia. Una vez les pusimos en el Centro de Actividades la pelicula: La pasión de Cristo de Mel Gibson. Aquellas mujeres salían con los ojos hinchados de llorar; - Lo que sufrió, el mí pobre!. Esa fé inquebrantable que tenían, pero no obligada, porque sabían que los jóvenes tenían otro punto de vista más moderno y no por eso les despreciaban. Se guardaban sus rezos silenciosos cuando las encontrabas por la calle, esas suplicas a sus Santos en silencio con oraciones que nunca llegariamos a saber. Entrar en la Iglesia y encontrarlas de rodillas, moviendo los lábios. Ellas las aprendieron en el colegio como nosotros aprendíamos música o pretegnología. Se lo habían inculcado a fuego, por eso no les importaba que los jovenes fueran educados con más libertad. Estaban solas, pero vivían cerca de la iglesia, la barrían, cambiaban los mantelitos del altar, cambiaban las flores de los grandes jarrones repartidos por los altares, la velas, ayudaban al cura, leían en misa, ordenaban los trajes de la Virgen, guardaban la peluca de la Virgen, enseñaban la Iglesia a los turistas, preparaban todo para la romería de la Virgen y del Santo. Que buenas eran esas mujeres, eran santas reales, más que las esculturas sin vida de los altares. Lo daban todo a cambio de nada. El cura, estoy segura que no les dió las gracias, eso, (lo del señor cura me lo guardo para otro cortorelato). No eran monjas, eran gente de la calle, en plena libertad de hacer todo lo qur quisieran, y lo que más querían era a la Iglesia de piedra que estaba en su pueblo desde el siglo quince y a todos aquellos Santos llenos de polvo a los que rezaban sín parar: Santa Lucía la de la vista, Virgen de la Asunción, Virgen Guadalupe, Virgen del Rosario, San Roque de las pestes, San Pedro, San Mateo, San Lorenzo, San Antonio de los objetos perdidos, San Isidro, San Lorenzo, Santa Teresa de Jesus, Santa Barbara la de las tormentas... 


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