Fiesta de pijamas

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Hoy mi amiga Natalia celebra que por fin ha tenido el valor de dejar al idiota de su novio; un eterno inmaduro con incapacidad crónica para comprometerse y priorizar su relación con ella después de tantos años. Pero aquí estamos sus amigas para emborracharla, mimarla y felicitarla por haber tomado la mejor decisión que podía en esas circunstancias.

Nos reunimos en su casa algunas de sus mejores amigas. Olga y yo la conocemos prácticamente desde el instituto, pero también ha invitado a un par de colegas más del trabajo, Ruth y Lucía.

 Nos pasamos la cena animándola y prometiéndole que encontrará algún chico guapo, listo, cariñoso, que se muera por ella. Al final, como cabía esperar después de tanto vino, terminamos haciendo el imbécil y partiéndonos de risa por todo.

Ruth, muy animada, empieza a hacer confesiones sobre sus ex, su novio y las fantasías que últimamente está teniendo con su jefe. La conversación ya está completamente descontrolada y todas nos terminamos uniendo al tono desprejuiciado de la charla.

Olga, más comedida, se limita a asentir a todo y reírse con las locas historias que se cuentan.

Y luego está Lucía, la amiga abiertamente lesbiana de Natalia que nos deleita con sus aventuras amorosas.

¿Adivináis cuál fue mi confesión? Sí, claro que sí….

  • Tú lo que necesitas es un buen empotrador en tu vida cariño, hazme caso. – Incita Ruth a Natalia.
  • No le hagas ni caso, llegará el tío perfecto para ti, lo sé. – endulza el tono Olga . - Pero mientras esperas a Perfecto cómprate un buen vibrador amiga. – Todas terminamos riendo.
  • No sé chicas, al final creo que hasta me voy a hacer del equipo de Lucía. – Comenta burlona Natalia, recibiendo una carcajada de ésta.
  • ¿Nunca os lo habéis planteado?. –Intervengo en la conversación. – Me refiero a acostaros con una chica.- Todas me miran pensativas, salvo Lucía, a la que parece divertirle muchísimo mi curiosidad.

Mentiría si dijera que no me he fijado en ella. Castaña de pelo largo ondulado, ojos verdes y suntuosos labios de color rojizo. Pero no comenta nada al respecto, y a las demás les parece demasiada remota la idea que planteo, así que por suerte para mi abandonamos el tema rápido.

Nos distribuimos en las diferentes habitaciones del piso para dormir. Olga duerme junto a la huésped en su dormitorio; y casi como si lo buscara, le cedo a Ruth la habitación con cama individual para compartir colchón hinchable en medio del suelo del salón con Lucía.

¡Joder! Ahora desearía no haber comentado nada durante la cena, porqué siento sus ojos clavados en mí, y lo que más me inquieta es que me gusta la sensación. Intercambiamos miradas en la penumbra, pero nos mantenemos en silencio, moviéndonos lo mínimo hasta que al final consigo dormirme.

***

Me despierta un cosquilleo en la pierna, que sube y sube colándose por mis shorts.

En un pequeño gesto observo como Lucía se ha deshecho de la sábana y sin preguntar o asegurarse de mi consentimiento, se aventura a explorar mi cuerpo.

Continúo haciéndome la dormida, pero siento que el corazón se me va a salir del pecho.

Lo que antes eran caricias pasan a ser besos que suben de la rodilla al muslo por su parte más sensible.

Me separa las piernas y se acomoda entre ellas, subiéndome lentamente la camiseta y recorriendo mi vientre con sus labios y su lengua. Por mucho que mantenga los ojos cerrados, no puedo hacer lo mismo con mi cuerpo y mi respiración se agita desacompasadamente.

Mientras su boca sigue su camino, sus manos se van abriendo paso exigentes, rozando mis  pezones, que ya son una evidencia más de mi estado. ¡Dios! Y ahora sube a lamerlos.

 

Me está poniendo a mil y no quiero resistirme más, así que enredo mis dedos en su pelo y le obligo a subir a mis labios. Se ríe a las puertas de mi boca y se hace con ella. Me besa muy lentamente, casi como una provocación, una tentativa más que continúa por mi cuello.

Gime junto a mi oído y clava sus dientes en mi cuello. Mi entrepierna es puro fuego y arqueo mi cuerpo para pegarme más a ella, que vuelve a bajar lentamente saboreando cada milímetro de mi piel a su paso. Esta vez pasa sus manos por mis caderas para deshacerse de mis bragas y empieza a devorarme por las ingles, rozando con la punta de su nariz mi clítoris que está más que preparado para recibirla.

  •  Lucía… ¡me vas a matar! – Alcanzo a decir en un susurro entrecortado. De fondo la escucho ronronear complacida.
  • ¡Shhh! … Estás super mojada ¿Quieres que pare? – Dice mirándome a los ojos desde ahí abajo.
  • ¿Qué? ¡Ni se te ocurra! – Su sonrisa es triunfal. 

Entonces es cuando siento sus dedos entrando en mí y cuando pierdo el control de mi cuerpo absolutamente. Mientras con una mano me hace enloquecer, con la otra me tapa la boca para amortiguar mis gemidos y evitar despertar a toda la casa.

Levanto una y otra vez la cadera buscándola, mientras  con mis manos empujo la suya para que se introduzca más adentro, más rápido. No tardo en correrme y me invade una sensación de vergüenza y pudor por haberme dejado llevar así.

  •  Ahora ya sabes lo que se siente…. – Susurra en mi oído.

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