El nuevo vecino.

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Una mudanza en la casa de en frente llamó mi atención, no eran muchos muebles, pero había muchas cajas y solo se ví a un hombre dirigiendo la mudanza, me cautivo pues a pesar de no ser guapo era atractivo, ya saben de los que llaman la atención. Siempre he tenido cierta debilidad por los hombres maduros, pero siempre me ha dado pena expresarla pues normalmente mis amigas se burlan de los hombres que consideran viejos. Durante la cena fue la plática con mis papás y mi hermana, la llegada del nuevo vecino que llegaba solo y sin muchos muebles, nos preguntábamos de que serían tantas cajas. Pasó el tiempo y la verdad no lo veíamos a menudo, mi mamá que siempre ha sido algo chismosa si logró obtener algo de información, un profesor viudo algo reservado pero buena gente es lo que decía mi mamá.

Una tarde regresaba del trabajo y al llegar a la casa, mis papás no se encontraban y yo no traía llaves, así que me quedé en la puerta a esperar. José el vecino llegó y como siempre saludó cortésmente, entró en su casa y extrañamente salió de nuevo y luego se regresó a su casa y luego volvió a salir, en esta ocasión, con mucha timidez me llamó, comentando que el clima era muy caluroso y que el sol quemaba demasiado me invitó a entrar a su casa para no sufrir el sofocante calor del verano. Yo lo rechacé diciéndole que mis papás no tardarían, el avergonzado asintió y regresó a su casa.

Mensajeé a mi mamá comentándole del asunto y ella me dijo anda entra que nos vamos a tardar, decidí quedarme de todos modos, sin embargo el calor y el sol me convencieron de ir a tocar y aceptar la invitación de José el vecino. Mis papás tardaron como 2 horas más así que fue una buena decisión, además conocer y platicar con José fue de lo mejor que me había sucedido, demostró ser muy educado, letrado y le gusta viajar, así que de todos lo temas que fuimos tocando en la conversación siempre tenía una interesante historia o anécdota.

Los días que siguieron cuando regresaba del trabajo iba yo pidiendo que mis papás no estuvieran en casa y tener el pretexto de volver a pasar un rato con José. Uno de tantos días caminando hacia la casa un auto se paró a mi lado y reconocí a José, me invitó a subir y darme un aventón, encantada acepté, aunque fueran unos minutos pero sería muy padre poder platicar con él, a pesar de la diferencia de edad y todo lo que conlleva podíamos tener conversaciones muy padres tanto de mis ideas e intereses así como de los de él. Probablemente sea que es profesor de universidad y tiene mucho contacto con jóvenes como yo. Coincidíamos ya casi diario en este tramo del camino y la relación se fue estrechando. Una tarde llegamos a casa, y mis padres habían salido, sin pensarlo me invité a casa de José. Todo fue muy extraño en cuanto entramos a su casa, una pequeña tensión se sintió, pero rápidamente la hicimos a un lado y regresamos a nuestra platica.

Estábamos en nuestra plática cuando sin realmente pensarlo me acerqué a José y sin pensarlo le besé, el contestó mi beso con un suave y cariñoso beso, nuestras bocas estaban brindándonos un gran placer, romántico, exótico, poco a poco la pasión fue tomando el lugar de esos besos cariñosos, fue algo mutuo, algo que ambos buscamos y brindamos, comencé a desabrochar su camisa y a acariciar su pecho, José con algo de timidez tocaba mis pechos, poco a poco se dejó llevar por la pasión y comenzó acariciar todo mi cuerpo de manera que mi deseo se iba incrementando, me deshice de su camisa, deleitándome con el calor de su cuerpo mientras los besos y sus caricias no hacían más que incrementar mi deseo de poseerle, traté de acelerar las cosas pero él muy gentilmente pero firmemente tomó el control, comenzó a besar mis pechos que ya había desnudado y a acariciar mis pezones con su lengua, el placer comenzaba a desbordarme, cuando casi sin notarlo me había recostado en el sillón y quitado los pantalones y mi tanga, su boca se deslizaba lenta y sutilmente hacía mi pubis, los besos cambiaron a suaves caricias sobre mis labios vaginales, mi cuerpo respondía con pasión a sus exquisitos estímulos, recuperando un poco el control de mí, jale sus piernas y le quite el pantalón y la ropa interior para acceder a su miembro viril, completamente erecto, estaba yo empezando a manipularlo cuando, su boca atacó mi clítoris, la sensación me dejó paralizada mientras suavemente succionaba con sus labios y su lengua lo acariciaba, por alguna extraña razón me rehusaba a dejarme llevar por esa deliciosa sensación hasta que fue imposible evitarla y un maravilloso orgasmo me envolvió, podía sentir mis líquidos salir de mi vagina y una gran excitación por que la experiencia prosiguiera, recuperando la conciencia y con la desesperación de llenar mi intimidad con su virilidad me lancé e hice que me penetrara, la más deliciosa sensación que crecía con cada subida y bajada, José se dejaba llevar, sabía que le tocaba disfrutar, mientras mi vagina succionaba y liberaba su pene, él con maestría mantenía mi excitación con sus manos recorriendo mi cuerpo, nuevamente me obligaba a no dejar ¿me alcanzar el clímax para seguir disfrutando pero la pasión no conoce de control, y mi cuerpo se regalaba nuevamente un orgasmo y nos hundía en esa magnífica inconciencia llena de placer. José me dejó disfrutar de ese orgasmo para después voltearme para que mi espalda se recostara sobre su pecho y de alguna manera a pesar de que el se encontraba debajo de mi, el tomó el control de las penetraciones, penetraciones muy rápidas y fuertes que rápidamente que junto con sus caricias en mis pechos nos llevaron a compartir un orgasmo, exquisita manifestación de la pasión. Sin aliento nos dejamos caer sobre la alfombra de su sala, el calor de su cuerpo me mantenía en ese estupor que viene después de la satisfacción carnal, nos quedamos un largo tiempo hasta que todo regresó al estado de la normalidad.

Después de vestirnos continuamos cos nuestra platica, que ahora se cortaban de vez en vez por un beso, una mirada o un silencio muy lejano de la incomodidad. Desafortunadamente tenía que volver a casa antes de que mis padres sospecharan algo, pero al despedirnos sabíamos muy bien que esa no sería la última vez que nos veríamos.


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