La tele

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En  la casa de doña Ramona, su abuela, Valentín, el nieto de 5 años jugando a ser Superman, creyendo que volaba se agarró del viejo televisor y lo tiró al piso destrozándolo.

La pequeña Lucía, de 8 años, que veía los dibujos animados, comenzó a llorar al ver la tele desintegrada.

Doña Ramona acudió veloz, tomó el control remoto e intentó volver a la vida al aparato inerte oprimiendo todos los botones. Luego le dio varios golpes, hasta que comprobó que no volvería a la vida.

¡Se rompió el elemento más importante de la casa!, exclamó furiosa.  

Llamó por teléfono a su hija mayor y a su esposo, que vivían en el fondo, que por la noche los quería temprano en la casa, les exigió con tono urgente.

Amalia,  y Roberto, el yerno, llegaron preocupados.

Notaron al entrar  el estado en que estaba la televisión y lo apesadumbrado del ambiente.

Lucía y Mariana (la otra hija del matrimonio) estaban muy tristes mirando el aparato arruinado.   

Doña Ramona estaba de mal humor y lo primero que les dijo al entrar fue: esa porquería ya no sirve, tienen que comprar otra o se van de esta casa.

 La familia cenó amargada, no estaba la telenovela de la noche y tampoco se podían ver otros programas. Encendieron la radio pero no era lo mismo, faltaba la compañía de la tele.

Después de mucho pensarlo decidieron comprar una nueva, y que al día siguiente comenzara la búsqueda en las casas electrodomésticos que quedaban cerca. Compraron el diario para ver las ofertas y Amalia pediría una certificación de ingresos en su trabajo, para cuando se hiciera la compra a plazos, porque era mucha plata para comprar una al contado y no tenían tarjeta de crédito.

Al día siguiente, doña Ramona fue muy temprano a la casa en donde hacía tareas domésticas y terminó rápido su trabajo.

Regresó a su casa, sirvió el almuerzo a Lucía y Mariana, que casi se atoraron con la comida.

Ellas tres eran las encargadas de buscar la nueva tele en Frávega, Garbarino o donde sea.   

Salieron muy contentas y recorrieron con una sonrisa las vidrieras, tanta tele tan bonita, pero eran tan caras. Pidieron precios, y les dieron toda la papelería para llenar y los requisitos.

 Doña Ramona no sabía leer, así que sólo recibió la papelería y memorizó todas las virtudes que decían de las teles.

Por la noche, en la mesa familiar se barajaron todas las opciones.

 Definitivamente de las teles las LCD estaban sólo para la gente adineradas.

Pero habían visto una tele linda, pantalla plana de 21 pulgadas, con una cuota de 350 pesos mensuales.

Lo que no podían concebir era que no alcanzaran, porque no tenían ingresos comprobables, con la exepción de Amalia. Pero solo figuraba lo que ganaba en blanco.

Todos veían la foto entre emocionados y tristes.

Pasaron unos días muy deprimentes, escuchando solo la radio y teniendo que conversar entre ellos.

Un lunes aparece Roberto con 800 pesos que le habían prestado para un adelanto

Van todos felices a Frávega, pero para abrir una cuenta personal surgió un problema.  

Le pidieron un recibo de agua o luz o teléfono o cualquier servicio.

Doña Ramona y familia vivían en un inquilinato en donde vivían otras 5 familias, y por eso no tenían un medidor de luz o de agua individual.

 Tenían que pedirle una copia de alguno de esos recibos a la dueña, Sra Gladys, que no era una persona muy accesible que digamos.

 La encargada de pedir la copia del recibo de luz fue Amalia, temprano a la mañana, antes de salir para el trabajo.  

Doña Gladys escuchó sin prestar demasiada atención y exclamó un ¡cómo molestan ustedes! , pero le dio el recibo de luz del mes anterior y le dijo que si no lo traían de vuelta al día siguiente que los echaba de la casa.

 La familia se reunió a la cena, por la noche.

Ya tenían todos los papeles necesarios y elegida la tele de pantalla plana.

 Doña Ramona dijo que en esta compra todos debían de estar juntos y colaborar para las cuotas, si Amalia no podía, y que había que cuidarla para que durara. Roberto, su yerno, que sólo las había oído hablar hasta ahora, dijo que era verdad  que la tele estaba buena, y que no se recordaba haber tenido una tan bonita en su casa, y que él estaba dispuesto a pagar la mitad de las cuotas, pero que quería ver su fútbol, sólo eso pedía.

 Le discutieron porque se transmitía en varios días.  (era la época del futbol para todos)

Finalmente quedaron de acuerdo en que mirara el club de sus amores.

Como era simpatizante de Defensa y Justicia no hubo mayores discusiones. Claro las mujeres no sabían que siempre jugaba contra otro, Boca, River o quien fuera, cosa que Roberto omitió de aclarar.

Doña Ramona apartó la tele para su novela de las 8 de la noche, y Amalia protegió los dibujos animados para Lucía y Mariana. Había que ver la armonía que reinaba en esa casa, todos de acuerdo, todos sonrientes. Nunca habían estado tan bien, y hasta parecía que la falta de la tele vieja y la compra de la nueva los había unido de nuevo, después de aquella vez que doña Ramona casi echa al Roberto por andar tratando de levantarse a la vecina. 

Llegó el día de la compra, toda la familia fue a traerla y Roberto pagó una pizza al lado de Frávega, para celebrar la compra.

Era la primera salida en meses que hacían todos juntos.

Llevaron la tele a la casa e invitaron a todos los vecinos a verla, para que se murieran de la envidia. Se quedaron hasta tarde viendo cómo se veían de bien todos los programas en la tele nueva.

 Al día siguiente Amalia venía agotada del trabajo, pero la emoción de la tele nueva le daba fuerzas para seguir.

Llegó a cenar y allí estaba su mamá, viendo la novela de las 9, boquiabierta, lamentándose de los capítulos que se había perdido.

Se acercó a su mamá, la besó por primera vez en mucho tiempo, y la abrazó. Doña Ramona apenas le prestó atención porque estaba atenta a la novela. Roberto no tardaría en llegar, había que hacerle cena. Las niñas ya dormían.

La casa y la familia estaban perfectas nuevamente.


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