Phallus dei VIII (evasión)

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No lo dudó un instante. Se dirigió hacia aquella “meona”, que gesticulaba hasta la deformidad de su bello rostro por el inmenso placer del que estaba disfrutando. Se lo merecía, merecía que taponaran aquella tremenda vía de agua que se había abierto. Introdujo la “liebre” hasta su tope natural, extrayéndola parcialmente (la retirada total exigiría que diese unos pasos atrás, dado su tamaño) y volvió a empujar su “cohete”. La chica no paraba de reclamar a Dios, era su Dios y de nadie más, y eso que era atea, según le constaba a su amiga, la ya mencionada Sue, que estuvo secándola inútilmente con su lengua momentos antes.

A Paco le vino otro gran orgasmo y tenía al lado, precisamente, a la “tragona” Sue que volvió a recoger el preciado elemento hasta que le terminó saliendo por los orificios nasales, lo cual le obligó a retirarse por la arcada que le sobrevino. Después la chica comenzó a reír y no pararía en un buen rato. Del resto de la limpieza se encargaron otras, que no faltaría quien quisiera arrimar sus labios a aquel prodigio de la naturaleza. 'Insaciables', pensó Paco y se dirigió de nuevo al lavabo. Allí estaba toda su ropa, abandonada encima de la cisterna. Se vistió apresuradamente y vio la oportunidad de escapar. Un ventanal junto a la bañera le permitiría huir. Quitó la cristalera y probó si era posible que cupiese por él. Antes que se diera cuenta se hallaba en la calle. La luna llena, baja en el horizonte, le indicó la dirección que debía tomar.


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