Agitada

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Hoy estaba fatal. Nerviosa, alterada, agitada, en definitiva como en los viejos  tiempos. No me preguntéis porque, por que no lo sé. En esto que llegó mi hija. Unas que estaban por ahí, le advirtieron de cómo estaba. Me dio un beso, me puso la chamarra y nos fuimos a la calle. Hacía fresco pero necesitaba el aire de la mañana y no me lo pensé dos veces……. Salió un poco el sol y nos sentamos en “nuestro banco”. Intenté explicarle a mi hija lo que me pasaba, pero no podía, respiraba mal y muy fatigada…………… Mis palabras salían entrecortadas y ella no me entendía. Lo único entendible que pude decirle fue: “La fuerza que tenía para seguir viviendo era el poder vivir juntas”. Ella se quedó perpleja, se lo notaba en sus ojos. Me agarró la mano y me la apretó.

Casi era la hora de comer y nos dirigimos al convento. Tenía sed y mi hija me acompañó a lo que llamaban la terraza o la ganbara o la sidrería, o una sala de estar más tranquila de las de abajo, en realidad no sabía muy lo que era, pero se estaba a gusto. Tomamos un poco de agua fresquita y mi hija me acariciaba la mano. Era la hora de la comida y la despedida de mi hija……. Algo más tranquila estaba, pero estas despedidas me hacían daño y volví a agitarme y tener zozobras. Necesitaba descansar, era el único momento donde no pensaba, no veía, no sentía y pasaba lo más rápidamente posible el tiempo que me quedaba para mi final. Es así de crudo pero así de real.

 

 


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