Julia

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Hoy salgo con Julia. O Julia sale conmigo. En fin, hoy salimos juntos. Julia es una mujer hermosa, alta, algo sofisticada, con un tipazo y unas piernas que quitan el hipo. Nuestra relación es algo especial, pues es ella quien decide si salimos juntos o no, ya que, a veces, prefiere salir con otros “para cambiar”, dice ella. A mí no me importa, pues sé que es conmigo con quien prefiere salir, aunque en esos casos, me quedo algo triste y solo, esperando el día en que decida salir conmigo de nuevo, cosa que ocurre a menudo, ya que Julia, al ser una mujer de mundo, con una vida muy interesante (es agregada de embajada), asiste frecuentemente a recepciones, fiestas y saraos. En estas ocasiones siempre me lleva con ella, porque dice que “conmigo me siente más segura, más confiada”

Hay que decir que formamos un conjunto muy distinguido, muy bien combinado. A mí me encanta ir a esas fiestas con ella, ya que su belleza realza mi discreta elegancia que tanto aprecia ella.

Julia y yo nos conocimos en una boutique de un elegante barrio de París, ciudad en la que yo me encontraba para participar en un desfile de moda. Ella entró en la boutique, me miró detenidamente, siguió con sus compras, mirando y probándose ropa de la boutique, pero sin dejar de observarme con el rabillo del ojo a través de sus elegantes gafas ahumadas. Volvió a acercarse a mí, me clavó su mirada, se dio media vuelta y, dirigiéndose a la caja, pagó sus compras y se fue.

Dio la casualidad que, unos días más tarde, yo participaba en otro desfile de moda que se celebraba en otra ciudad. Cual no sería mi sorpresa al ver, entre los asistentes a la pasarela, a la elegante mujer con la que coincidí en la boutique parisina. Ella, al verme, esbozó una ligera sonrisa, sorprendida igualmente al verme de nuevo.

Terminado el desfile en el que yo participaba, se levantó, preguntó por mí y la acompañaron hasta donde la dijeron que seguramente me encontraría. Yo estaba con otros compañeros del desfile y al verla entrar me quedé sorprendido, ya que no esperaba que nos volveríamos a ver de nuevo, sobre todo allí, con aquel bullicio y con aquel ir y venir de la gente, donde cada cual se afanaba a sus quehaceres, con las modelos entrando para vestirse rápidamente y saliendo aún más rápido hacia la pasarela para otro desfile.

Luchando contra aquella maraña de gente, se me acercó, se detuvo a unos pasos de mí y, acercándose más, me rozó con su mano, casi lascivamente, de forma que desvelaba su deseo de poseerme, de hacerme suyo.

 

Pasando sobre los detalles, nada escabrosos por cierto, puedo decir que desde entonces, nuestra complicidad es total y que, efectivamente, soy todo suyo: ella se encuentra muy a gusto conmigo y yo muy feliz de que cuente conmigo para acudir a sus elegantes y distinguidas reuniones mundanas.

 

De todas formas, yo, como se suele decir, estoy a sus pies (nunca mejor dicho), que es el lugar que mejor corresponde a un zapato, aunque sea de lujo. Estoy seguro de que mi colega, el zapato derecho, piensa lo mismo que yo y que el preferido de Julia es él.


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