Memoria de cristal

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Que pesada es mi hija. Me ha repetido como 20 veces las mismas cosas antes de irse.
Se ha levantado antes para llevar al colegio a ese niño que recogió de la calle el otro día y que se empeña en llamarme abuelo.
Apareció con él de la mano, todavía llevaba colgada la mochila con los libros. Cuando le pregunté quien era me dijo que mi nieto. ¡Se cree que soy tonto!. Yo no tengo nietos, soy joven hasta para ser su padre.
Quizá Julia también la recogió a ella y me dijo luego que era nuestra hija. La verdad es que, a veces, su cara me es totalmente desconocida pero bueno, si todo el mundo está convencido de que lo es, será verdad.
Por cierto que hace unos días que no veo a Julia. Esta mujer se va a visitar a su hermana y tiene la mala costumbre de no avisarme. Ya me lo decía mi madre: “no te cases con ella que es muy desordenada “.
Se va y me deja con esta chica, que dice que es mi hija y que no para de darme ordenes. Hace un rato mismamente: “te he dejado la ropa encima de la cama. Ponte el jersey, hace frío. Parece que va a nevar”.
Se cree que me va a engañar. Yo sé perfectamente en que mes estamos y sé que es verano. Lo que pretende es que me muera de calor. Tengo que decirle a Julia que, si realmente es quien dice ser, la está educando muy mal. No puede faltar al respeto así a su padre.
Julia, ¿dónde estará Julia?. ¡Ah, bueno! Se habrá ido a la compra.
Por supuesto no le hice ni caso a esa chica. ¡Un jersey y en agosto, vaya idea!.
Me voy a poner aquella camisa de cuadros y manga corta que Julia me regaló para mi cumpleaños y que es tan fresquita
Julia…¿dónde estará Julia?. ¡Ah, ya me acuerdo! Dijo que iba a visitar a su amiga Pilar.
No me gusta Pilar. Se ha divorciado hace poco y le mete ideas raras a mi Julia en la cabeza.
“Papá, te dejo el almuerzo preparado en la cocina”, me dice la chica. Pero no hay naranjas. Mira que le he dicho veces a su madre que son buenas para prevenir los catarros. Pues nada, ¡Ni caso!.
Me voy ha acercar al mercado a comprarlas. Ahora que recuerdo Julia me dijo que se iba ha hacer la compra. La buscaré por allí.
¡Coño, como es el ayuntamiento! Se pasan la vida de obras. Ya han vuelto a cambiar la calle. Te pasas dos días sin salir y, cuando lo haces, ya no reconoces ni el lugar donde vives!.
Que raro, la chica de la frutería me ha llamado Don Pablo, como si yo fuera un viejo. ¡Tan poco hay que llevar la educación a esos extremos!.
Primero me trata como a un viejo y luego como a un niño. Que si se donde voy, que si voy muy desabrigado, que si mi hija sabe que he salido solo… ¡Vamos, peor que mi Santa madre!.
La he despachado diciendo que me había enviado ella porque no quedaban naranjas pero luego, se ha sorprendido cuando sólo he comprado dos. Me ha pillado la mentira pero me da igual.
Ahora, su cara sí se ha convertido en un poema cuando le he preguntado si había pasado Julia por allí. Me ha dicho que no pero se le notaba que mentía. Tengo que hablar seriamente con esta mujer. Ya veo que yo tenía razón en sospechar de ese trato de favor que le daba el carnicero.
En fin, que cuando he salido del mercado con mis dos naranjas no recordaba si había ido al del Norte o al del Sur.
Deambulo buscando alguna calle conocida que me ayude a encontrar el camino a casa. ¡¡Pero no me suenan ni los nombres!! Seguro que me he despistado en alguna esquina. ¡Si es que no se puede ir pensando en otra cosa cuando buscas una dirección, pero Julia, a veces, me altera los nervios!.
Después de una hora andando tengo que reconocer que me he perdido. Es raro que nunca haya visitado esta parte de la ciudad. Debe ser nueva porque los edificios son muy modernos.
Resígnate Pablo, vas a tener que preguntar a alguien.
¡Dios mio, la educación se está perdiendo! ¡¡Pues no que le pregunto a un tipo por mi dirección y me mira como si hubiera enloquecido!!.
"Bajando recto, al final, a la derecha", y me tengo que creer que está tan cerca cuando llevo horas dando vueltas. Yo creo que si sigo en línea recta la encuentro seguro.
Vaya, se está haciendo de noche. No se como es posible que no haya encontrado mi casa todavía, la ciudad no es tan grande. Además, me duele pero tengo que darle la razón a la chica, debería haber traído una chaqueta, ¡tengo mucho frío!.

Hace rato que los edificios han desaparecido y solo estoy rodeado de árboles. Tengo hambre y estoy muy cansado. Creo que me sentaré en esta piedra, me comeré las naranjas y esperaré a que se haga de día. Aunque, creo que si me tumbo un rato en ese lecho de hojas tan apetecibles tan poco va a pasar nada, tengo sueño, mucho sueño.
¡Mira mamá, está lloviendo algodón de azúcar!. ¡Muchas gracias por traerme a esta feria tan fantástica!. ¡Claro que te doy la mano!. Hoy me voy a portar muy bien y voy a ir contigo donde me mandes sin protestar. Te quiero mucho mamá y ¡como te echaba de menos!.


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