Ya fue (en carne viva)

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Cuando inicié este Blog hace un año, lo hice con una reflexión. Ahora, no se si se ha acabado definitivamente o no, lo que sí sé es que va a tener un parón y quiero entrar en este periodo con otra.
He tenido una vida, impuesta y autoimpuesta, de servicio a los demás. Mis circunstancias me llevaron por el camino de la invisibilidad, yo era poco querida pero necesaria. Era quien siempre estaba ahí, con quien se podía contar, a quien se le podía pedir cualquier cosa porque nunca decía que no, aunque le fuera la vida en ello. Y en el breve instante en el que era útil, existía, luego volvía a mimetizarse con el decorado.
Nunca recibí el halago o la admiración de nadie. Jamás me dieron la recompensa que hace a los niños seguros de si mismos. No sabía lo que era la admiración ni el agradecimiento. El momentáneo, sí. El de me recoges el vómito o me lavas el trasero, ese que dura el instante de la necesidad. Ese sí. El derivado de la expresión "El amor es ciego" o "Nadie te ve como tu madre", ese no.
Crecí pensando que era mediocre y que no sabía hacer nada bien. Que no destacaba en nada.
Desde muy joven me hice cargo de demasiadas responsabilidades y mi vida se llenó de la vida de los demás. Y de repente, un día, me quedé sola. Mi universo se difuminó. Yo era útil, tenía un lugar en el mundo, poseía entidad porque alguien me necesitaba y yo dedicaba mi vida a satisfacer esa necesidad. Me vi inmersa en ese síndrome que llaman "del nido vacío".
Hay una frase que me encanta y que dice "navegar en un mar de confusión", eso he hecho en el último año.
Tengo la mala costumbre de analizarme constantemente. Que pienso, porque hago las cosas, de donde vienen determinados sentimientos y, aunque soy una maestra en engañar a los demás, puedo intentarlo conmigo misma pero nunca lo consigo. A veces, para alcanzar algo de paz, hago como que me creo, pero soy perfectamente consciente de que estoy viviendo una mentira.
En el período de la duración de este Blog, he vivido esa mentira. Necesitaba llenar mis horas y mis pensamientos para que no se enquistaran en recuerdos del pasado. Era urgente para mi salir de la tristeza, tener otra cosa en la que pensar.
Y un ansia desconocida para mi, la de recibir atención, me poseyó.
Sinceramente, cuando empecé a escribir, lo hice con el convencimiento de que nadie iba a reparar en mi, como es habitual, pero, sorprendentemente, algunos de vosotros me habéis dedicado halagos que jamás soñé que recibiría y os estoy eternamente agradecida por ello.
Pero eso es un arma de doble filo ya que me proporcionó los argumentos que necesitaba para seguir viviendo anestesiada. En el período de la madurez la vida me ha superado.
A veces, ma acuesto, me tapo hasta que no se aprecia nada de mi y me quedo allí, encogida como una niña, simulando que el mundo no existe, que no hay nada más allá del vacío. Que la vida, con la que no puedo, ya no existe, que me puedo quedar ahí para siempre, protegida como en el vientre materno.
Escribir me dio la posibilidad de alargar esa sensación, de olvidarme de una realidad que me quedaba grande, que no sabía como manejar.
Pero, a la vez, me hizo ilusionarme, crearme unas expectativas, adoptar una existencia ficticia en la que me planteé incluso intentar publicar.
Lo que pasa es que mi espíritu crítico y terriblemente realista, tarde o temprano, tenía que imponerse. Darme un bofetón de realidad y gritarme "¡tienes que avanzar!, deja de vivir en ese estúpido cuento de hadas, porque las desilusiones cada vez son más difíciles de digerir".
He vivido 54 años de decepción en decepción pero siempre las he superado, ahora ya no puedo.
Creo que me ha llegado el momento de intentar ser feliz con las pequeñas cosas, de tomar las riendas de una vida que jamás he dirigido. Se me pasó la edad de las ambiciones, de los grandes proyectos, de pensar que puedo llegar a ser alguien que en realidad no soy. La mediocridad hay que aceptarla, no combatirla.
Agradezco muchísimo cada palabra amable que me habéis dirigido. Lo que más siento, quizá, es no darle un final a Fabienne, pero sé que ella lo entenderá.
Puede que siga colgando alguna reseña de tanto en tanto, que, al final, es lo que más satisfacciones me a proporcionado.
¡Nos vemos por el camino compañeros!


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